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NOTICIAS URUGUAY | 18-07-2019 12:07

Arotxa: "La caricatura siempre vigila al poderoso"

Habló de su libro sobre Mujica y lanzó un juicio terminante: “el uruguayo tiene una enfermedad clara de trascendencia”.

Rodolfo Arotxarena (Montevideo, 1958) es considerado algo más que un dibujante. Para muchos sus in­terpretaciones de la realidad política, son verdaderos análisis de coyuntura, con humor. Publicó su primer dibujo en “El País” cuando no llegaba a los veinte años. Dejó el matutino tras cua­tro décadas. Dice que hoy no extraña el día a día, sino que “lo extrañaba cuando trabajaba en el diario”. Ade­más, dibujó en “Correo de los Viernes” y “Cinemateca Revista”, entre otras publicaciones. Recibió a NOTICIAS en su casa, que atesora sus dibujos, pinturas y una cantidad inmensa de artículos de otros tiempos, lo que la transforma casi en un almacén de ramos generales.

Noticias: Uruguay parece ser una tierra de caricaturistas.

Arotxarena: Es el Río de la Plata en general, extensible a pintores, pero no es un patrimonio uruguayo. Con la existencia de revistas como “Caras y caretas”, “Rojo y blanco”, “El negro Timoteo”, ya había una tradición pictórica. Hablamos de fines del siglo XIX. Y todo eso vi­no, fundamentalmente, de España. Supongo que tiene mucho que ver con el momento. Pasa con los gui­tarristas también. Estábamos llenos de músicos, de escritores, que si te ponés a mirar... pintar es una cosa que estaba mal mirada. Era una ac­tividad que estaba a mano del tipo que era un bohemio o un atorrante que no hacía nada. Después eso se fue profesionalizando. Los grandes caricaturistas fueron todos pintores. Quienes le dan una inyección a la producción de caricaturas son los norteamericanos, porque son los que desarrollan el “comic”, la historieta, aunque también se haya hecho en otras partes. La famosa Continental Schools, que era más o menos como las Academias Pitman, de otra épo­ca. Es decir, todo el mundo podía escribir a máquina, todo el mundo podía dibujar. Eso permitió estimular el oficio. Es más, hay hasta juegos de época de “aprenda usted a hacer caricaturas”. Eran juegos de cálculo para poder visualizar caricaturas.

Noticias: ¿Los caricaturistas son periodistas?

Arotxarena: No todos. El caricatu­rista es periodista cuando tiene ma­nejo de la información, comprende y sabe lo que está haciendo. Además, dibuja en prensa. Te puedo nombrar algunos: Leonardo Galeandro no era periodista; Jorge Centurión era más periodista porque seguía la noticia y tenía una elaboración propia de lo que hacía. Sábat era periodista. A Menchi, aunque nunca lo vi hacer una cobertura informativa, sabía interpretar los títulos del diario, estar en la cocina, comprender y analizar lo que estaba pasando, para poder dibujarlo. Es lo que sucede con los humoristas. Todos los caricaturistas somos humoristas, pero no todos los humoristas son caricaturistas. Es como un camino, pero no de ida y vuelta.

Noticias: ¿Cuándo sintió usted que era periodista?

Arotxarena: Cuando la revista NOTICIAS sacaba fotos para la ta­pa. Eso ya era periodismo gráfico, aunque no dibujaba. Era por 1978 o 79. Después escribía sueltos y otras cosas. A mi lo que más me formó en esto, tanto en el oficio como en la vida fue estar atento y observar. Se aprende mucho mirando. Claro, que depende mucho lo que mires y dónde mires. Por ejemplo, recuerdo al dirigente blanco Gonzalo Aguirre, cuando mandaba algo escrito, ya venía pronto para editar. Y cuando le hacían un reportaje, contestaba y tú sólo transcribías, no tenías que corregir. Jorge Abbondanza era otro, igual que Homero Alsina Thevenet o Hugo García Robles, también. Des­pués están los otros periodistas a los que les gusta la escritura flori­da, donde ya se pretende un poqui­to más. No alcanza sólo con hacer la nota, sino que quiere tener un estilo, quiere desarrollarlo de otra manera, y ahí hay gente que ya le nace naturalmente. Ramón Mérica, por ejemplo, era un maestro de la descripción. Era un regodeo de en­trada y salida. Mis primeros dibujos periodísticos fueron por 1980, en la época del plebiscito. El ministro del Interior era el general Manuel Núñez y lo dibujé saliendo de una urna, con un voto del SI en la mano. De esa época hubo una muy comenta­da: fue una del presidente de facto, Aparicio Méndez, dibujado como un sarcófago. Hubo otro que fue tapa en el “Correo de los Viernes” con el presidente Méndez yéndose por un barranco y el número siguiente, con el “Goyo” Álvarez subiendo por el mismo repecho y se encuentra con el sombrero de Aparicio.

Noticias: Era una época difícil para dibujar.

Arotxarena: Yo era muy joven y no tenía el crecimiento que tiene una persona en la medida que adquiere experiencia. Además, era un momen­to de mucho control. Se publicaba lo que se podía. A mí la dictadura me hizo florecer, porque me obligó a buscar. Apelábamos a alegorías para sortear los controles. En pe­riodismo pasaba lo mismo. Las no­ticias cantadas, también. Uno debía pensar los riesgos a los que podías exponer a la empresa si se publicaba un dibujo. Era muy feo trabajar en esa época porque permanentemente había alguien, el censor, que estaba mirando, qué se iba a hacer y qué se iba a publicar. Era la época de la Dirección Nacional de Relaciones Pú­blicas (DINARP) que se encargaba de hacer requisa previa. Una cosa era la gran prensa y otra las publicaciones militantes, que también sufrieron y padecieron acoso. “Búsqueda” fue cerrada dos o tres veces, alguna vez por un dibujo mío que contribuyó con lo que escribió Danilo Arbilla. No era agradable. En las redacciones había mucha complicidad con compañeros con los que uno tenía cierta afinidad y también eran opositores a lo que estaba pasando. En el ambiente sa­bíamos quiénes eran poco fiables.

Noticias: ¿Usted siente que las caricaturas de aquella época, o de épocas recientes, sirvieron para de­cir cosas que no se podían afirmar explícitamente?

Arotxarena: No. Sería demasiado presuntuoso, porque no lo podés cuantificar. Distinto fue, por ejemplo, lo que pasaba con la revista “Guam­bia”, que claramente estaba de punta y que era necesario que estuviera. La revista salía todas las semanas y tenía una continuidad que se podía seguir. En el dibujo del diario yo no tenía la aparición sistemática que tuve después cuando llega la demo­cracia. Era evidente que había una gran vigilancia sobre lo que yo hacía. No fuera a pasar que este publicara cualquier cosa. ¿Qué es lo que ha­ce que una caricatura tenga peso? Fundamentalmente el pensamien­to de quien la hace, del autor; de lo que comunica y de lo que dice. El género es un género poderoso. La caricatura, más allá de lo divertido, tiene un fin: está siempre vigilando al poderoso, mira lo que está hacien­do. Atribuirle a un dibujo, a una ca­ricatura, la capacidad o el poder de desarticular a un gobierno, es absolutamente delirante. Si hubiese sido tan fácil, gracias a los caricaturistas, no hubiese habido dictadura. Es la voz del pueblo, es la voz de la gente que se expresa a través de eso. Pero inclusive, ni siquiera en dictadura: Peloduro, era un hombre completo, además de macaquista, de los mo­nos que hacía, como “El Pulga”, “La Porota” y todos esos, hacía caricatu­ra política y era una caricatura con intencionalidad. Y era un dibujo con texto, lo que agudizaba mucho más. Era lo que le pasaba a “Guambia”. A (Antonio) Dabezies le dije alguna vez que no le pusieran texto a las carica­turas, la gente no es boba. La gente capta enseguida por dónde viene el tiro. Porque estaba todo tan bien re­suelto, que no había necesidad de hacer el chiste.

Noticias: Hay gente que no tiene humor.

Arotxarena: Es un género que ha pagado un costo muy alto por desarrollarse en el mundo. En el Río de la Plata, lo primero que ataca un régimen autoritario es la caricatura, es el humor. Por eso, la caricatura psicológica, que es muy difícil, que es la de tratar de entrarle al personaje, es difícil también para el censor. Una vez dibujé para McDonald’s, una se­rie de retratos. Entre ellos había uno de Marilyn Monroe, que fue bastan­te conocido y reproducido aquí en el medio, que era su cara. Ni siquiera era de cuerpo entero, era sólo su ca­ra. Fue censurada. Una persona, ahí adentro, una señora, entendió que esa caricatura era inconveniente por la carga erótica que tenía. Un razo­namiento que no se puede creer. La gente ve lo que quiere ver. Evidente­mente como era la gente que pagaba por un trabajo y yo no tengo voca­ción de mártir, de patear contra el clavo, dije “no le gusta, ponemos otra cosa”. Además, el humor uruguayo es un humor complicado. Atrás de toda chanza hay algo de verdad. El uruguayo tiene una enfermedad clara de trascendencia y de reírse de otro, pero no de él mismo. ¡Tiene un pánico al ridículo que Dios me libre!

Noticias: ¿Cuánto le ha ayudado o complicado, no ponerle texto a sus caricaturas?

Arotxarena: El no poner texto, pensé que era un invento riopla­tense. El que más desarrolló eso fue Sábat. En Estados Unidos, en el año 83, y antes en Europa, me di cuenta que había cantidad de dibujantes que no ponían texto. Que el inven­to del texto es algo que se desarrolla en el norte, explicando más que en el sur. Cuando digo norte, digo España, Inglaterra. El texto facilita, dirige, y complica las cosas, porque las palabras son las palabras. Si no fijate el caso de Charlie Hebdo. ¿En qué complicó no usar palabras? Te obliga a forzar el motor por otro ca­mino, estás en inferioridad de con­diciones. Estás jugando desde el cuadro chico. Le trasladás al lector la multiplicidad de interpretaciones en su libertad. Eso te permite jugar con un abanico más amplio. Si tú no hacés eso, vas a entrar en una caricatura, igual que una nota militante -no me gusta el término- un dibujo dirigido. Siempre hay una intencio­nalidad, pero una cosa es la libertad de quien decodifica y otra es hacer algo muy directo, muy concreto que no tiene dos lecturas.

Noticias: Sus dibujos en el diario El País pasearon por todas las secciones, pero no por la página edito­rial, pese a estar cargados de mucha opinión.

Arotxarena: Siempre le zafé al di­bujo compartimentado, con un espacio fijo, con una medida fija. Fue el momento en que me ofrecieron dibujar en la página editorial. Dije que de ninguna manera, porque eso me condicionaba, era doble cárcel: la del espacio fijo y la de acompañar una página que me condicionaba la libertad. Nunca fui dogmático, siem­pre he sido libre.

Noticias: Acaba de publicar un libro sobre el ex presidente Mujica.

Arotxarena: El libro es DIBUJOS AL PEPE, un libro de caricaturas so­bre la administración de José Mujica. Yo no estoy calificando a la persona. Eso me pasó cuando tuve que dibujar a otros presidentes. Lo que hacía era dibujar la administración del político. Las diferentes interpretaciones del espectador son un problema ajeno al autor. Bastante tiene uno con la cabeza de uno como para ocuparse de la cabeza de terceros. Lo que in­terpreta otra persona o deja de interpretar, es un tema aparte. Es como cuando comprás un vino, y no todos lo catan igual. Unos te dirán que tie­ne sabor a frutos secos, otros que es más o menos frutado, lo mismo con un turrón. Sobre los gustos hay li­bertad. Tú no podés demostrar jamás que hay un dibujo que lo que quiere mostrar es esa intencionalidad sola. Que adjudiquen intenciones es el riesgo natural que se tiene cuando se ejerce un oficio como este. Pero Jorge Batlle y Mujica fueron los dos presidentes más impresionantes que me tocó ver. No tuve la suerte de ver a Luis Alberto de Herrera, ni a Luis Batlle como sí los vio Peloduro, pero tienen que haber sido imponentes. Batlle y Mujica reúnen su perfil y su personalidad. Ambos con empujes y actos viscerales. Puedo dar firmado el gran humor de ambos presiden­tes. Se bancaron todo; es más, no les interesaba.

Noticias: Pero muchos libros como el suyo alimentan el mito Mujica.

Arotxarena: Hay otros libros so­bre Mujica, pero como este no hay ninguno. No lo he escuchado, pero puede que se comente. Mujica es un pasaje de la historia de este país que despertó asombro. Yo no creo que Mujica sea un mito. Es más, Mujica fue una realidad, no fue una cosa construida, que se le antojó a alguien. Mito fue lo que hicieron con Mujica. Como por ejemplo, lo que da­ban por verdad, colegas, periodistas, que daban por verdad cosas que no pasaron, como que llegó en moto al Palacio Legislativo y dijo que no sa­bía si lo iban a dejar cinco años allí, y esas cosas que se cons­truyen, pero no sólo con él, sino con mucha gente. Mito no; realidad. Una cosa que pasó y creo que sigue te­niendo el peso político y que trasciende a la cabeza del Uruguay.

por Jaime Clara

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