Hace tres meses Alberto Fernández, un histórico operador peronista, empezó a soñar con ser presidente. El hombre estaba dando clases en la Universidad de Buenos Aires cuando recibió el llamado de Cristina Kirchner: “Vení a verme que tengo algo importante que decirte”. Le respondió que no podía, pero la insistencia de la ex presidenta pudo más.
Allí, en el departamento de Juncal y Uruguay, fue cuando recibió la bendición. El 15 de mayo. Apenas 91 días después, y tras una modesta campaña en solitario, obtuvo un resultado arrollador en las PASO que lo depositaron en la puerta de la Casa Rosada, aún cuando falta demasiado tiempo para las generales.
“Estoy convencida de que esta fórmula es la que mejor expresa lo que en este momento de la Argentina se necesita para convocar a los más amplios sectores sociales, políticos y económicos", explicó Cristina en el video en el que anunció la candidatura, tres días después de la reunión. Así fue. La ex presidenta consiguió que se perforara su techo y con eso derrumbó las aspiraciones de Macri de acceder a su segundo mandato.
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En pocos meses, el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner logró consolidarse a pesar de que el aparato K continuaba trabajando con Cristina. Recorrió el país para convencer a los gobernadores peronistas que lo acompañaran: logró cerrar la campaña en el Monumento a la Bandera, en Rosario con 15 mandatarios provinciales respaldándolo.
Apenas una vez Fernández se había sometido a las urnas como candidato. Fue en el 2000, cuando lo eligieron legislador porteño en la lista Encuentro por la Ciudad, que llevaba como candidato a jefe de Gobierno a Domingo Cavallo.
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A sus 60 años le llegó su segunda y más importante oportunidad. Estuvo en el momento y en el lugar indicado para darle una paliza histórica al Presidente Macri. El Frente de Todos, que lidera, obtuvo el 47,65% de los votos, contra el 32,08% de Juntos por el Cambio. En tres meses, pasó de ser un dirigente más del peronismo a un presidente virtualmente electo.
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