Con un vestido rojo de gala y sin una mueca de angustia, Mariana Nannis se sentó en el living de Susana Giménez y denunció haber sufrido violencia por parte de Claudio Paul Caniggia. Habló sobre cómo fueron los treinta años de matrimonio, dio detalles acerca de los supuestos problemas con las drogas del futbolista, despotricó contra su nueva novia y reclamó, una y mil veces, dinero. Entre insultos y comentarios hilarantes, describió escenas dramáticas, como cuando aseguró haber perdido un embarazo luego de que su marido la diera un empujón o la noche en la que, dijo, le habría tirado trompadas al grito de “Hija de puta, te voy a matar”.
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Sin embargo, el tono desenfadado de la mediática pareció poner sobre las cuerdas a la ya instalada consigna “Yo sí te creo, hermana” que enarbola el feminismo. Más aún, hubo incomodidad en algunos integrantes de este sector: ¿Cómo actuar frente a alguien que construyó su imagen pública sobre la base de escándalos y agresiones?, ¿de qué manera empatizar con una mujer que jamás se mostró empática con otras mujeres y que siempre subrayó, como una de sus grandes virtudes, “ser la esposa de”?, ¿cómo hacer para no recordar las escenas grotescas de despilfarro y sus comentarios denigrantes hacia cualquiera que no tuviera dinero?
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La entrevista de Susana Giménez puso en evidencia que no todo está resuelto dentro de la militancia femenina. Mariana Nannis hizo una denuncia pública similar a otras que se hicieron en el último tiempo, pero las repercusiones no fueron las mismas que en otros casos. Ella no lloró, no se mostró vulnerable y no tuvo ningún prurito en reclamarle a Caniggia, en el prime time, 40 millones de dólares en el proceso de divorcio. Incluso, después de la entrevista, se dedicó a alimentar el show mediático. La pregunta sería, entonces, ¿eso la haría menos creíble que a otras mujeres?
Mala víctima. Con algunos matices entre ellas, la referentes del movimiento feminista en Argentina hacen hincapié en el concepto de “mala víctima”. Ella queda afuera del estereotipo de lo que se espera que diga y haga una mujer que sufrió violencia. Algo similar a lo que sucedió con Victoria Xipolitakis, cuando denunció a su marido por violento, y a Natacha Jaitt, cuando denunció haber sido víctima de una violación. La empatía con ellas no fue automática ni masiva y la palabra “sororidad”, tan repetida en el último tiempo, no pareció estar tan presente.
Para Sabrina Cartabia, abogada y activista feminista, “la presentación de Nannis, que es estética, no cuadra dentro del estereotipo. No es sumisa pero no por eso lo que narra es menos creíble, menos doloroso o menos conocido por todas nosotras. La sororidad es para todas, aún para las que no puedan ser sororas, para las que no son las víctimas perfectas y para las mujeres que repiten discursos machistas también”.
Para Tamara Tenenbaum, filósofa y autora de “El fin del amor”, si bien está presente la idea de “mala víctima”, insiste en que ese concepto siempre termina siendo una entelequia: “Todas las que denuncian terminan siendo víctimas imperfectas y todo, en algún momento, se vuelve contra ellas. Se empieza a señalar sus faltas porque siempre se las evalúa con una vara ridículamente alta”.
Por eso, insiste en que a la hora de pensar un concepto como el de sororidad y vincularlo a pesonajes como Nannis hay que dar una especie de salto más allá de la persona de la que se está hablando: “El ‘Yo sí te creo’ se viene entendiendo mal. No puede significar condenar a alguien sin pruebas. Implica no poner en tela de juicio las afirmaciones de otra mujer, corrernos del lugar de la desconfianza que, durante muchos años, fue el automático en estos casos. Las denuncias falsas son muy escasas y desconfiar hace que se silencien”, asegura Tenenbaum.
Personaje incómodo. Mariana Nannis fue, sin dudas, una de las figuras preferidas de la televisión nacional. Sobre todo durante los ‘90, cuando Caniggia estaba en lo más alto de su carrera, la mediática era invitada a todos los programas de espectáculos para que lanzara sus habituales frases. Era común escucharla decir una y otra vez que se bañaba con champagne, que bañaba a sus perros con agua mineral o que usaba la ropa interior una sola vez y que después la tiraba. Pero más allá del anecdotario de despilfarro, acumuló un sin número de frases que generaban rechazo: al principio de la relación con el futbolista decía que todas las mujeres que le enviaban flores a su marido eran unas “putas”; que cuando lo conoció, él vivía con toda su familia, que ella lo tenía que esperar en el departamento y repetía: “Dios mío, parezco una boliviana”; y mencionaba una y otra vez que antes de empezar el noviazgo “yo era una chica bien con la plata de su papá. A mí Caniggia no me sacó de una villa”.
Todas esas apariciones públicas fueron moldeando un personaje. Sin embargo, con el tiempo, Nannis fue mostrando otra cara. Con el reality español “Mujeres ricas” mostró la intimidad de su casa y a partir de que sus dos hijos menores, Charlotte y Alexander, se hicieron famosos en Argentina su rol de madre abnegada empezó a tener más lugar. En más de una entrevista remarcó: “Me jugué todo por él”, en relación a Caniggia y al hecho de haberlo acompañado en su carrera deportiva y de haber criado a sus hijos. En paralelo, los rumores sobre los excesos del futbolista siempre volvían y ella era la encargada de borrarlos de la pantalla.
Y, aunque poco tiene que ver con las situaciones de violencia que acaba de denunciar, todo esto se consideró en el estrado público durante la semana que siguió a la entrevista. Ahí radica uno de los problemas para Tenenbaum: “Esto no debería ser una evaluación moral. Qué nos importa si Caniggia toma cocaína, qué hacen ellos con su tiempo o con su dinero, ni siquiera si él engañó o engaña a su mujer. Discutir violencia es discutir violencia”.
La denuncia. Durante la entrevista, Nannis habló de dos situaciones puntuales de violencia física: la que le habría producido la pérdida del embarazo hace doce años y otra que sucedió tres años atrás, una noche en que el futbolista habría llegado en malas condiciones al departamento del Faena donde se estaban hospedando y la golpeó. La mediática lo contó e, incluso, mostró fotos de los golpes. Según su relato, cuando amenazó con denunciarlo, él respondió: “¿Qué me van a meter preso a mí?. ¿Sabés cuánto duro? Soy amigo de Angelici, del Presidente y del Jefe de Policía. Dos minutos duro en la cárcel y cuando salga tu cabeza va a rodar”.
Además, se refirió a situaciones de violencia económica. “Me enteré por un manager que había comprado cuatro departamentos en el Hotel Faena. Hace cosas y no me dice nada. En mi vida vi un contrato de mi marido y ahora vengo a cuidar el dinero mío y de mi familia (...) Estuve 30 años al lado de él y nunca trabajé. Y si nunca trabajé fue porque estuve al lado de él e hice el trabajo de estar a su lado. Por algo llegó a donde llegó. En caso contrario no hubiese llegado a trabajar ni un año. Estuve toda la vida cuidándolo como si fuese un hijo más”.
Según dijo el abogado de Nannis, Juan Manuel Dragani, el reclamo de los 40 millones de dólares se divide en dos: 20 corresponden a los bienes y otros 20 en concepto de reparación. Además, le aseguró a NOTICIAS que si bien todavía no se presentó una demanda penal, sí se lo denunció al futbolista en el fuero federal por el ocultamiento de patrimonio y sospechan que hay bienes a nombres de terceros. “La estrategia del lado de Caniggia es atacar la forma y no el fondo de lo que denuncia Mariana”, asegura. Del otro lado, Fernando Burlando, como representante del futbolista, ya pidió una “pericia psiquiátrica” para la mediática.
Para Cartabia, “el estereotipo de la mala víctima tiene impactos que son culturales e individuales pero también tiene repercusión a niveles institucionales. El Poder Judicial regula sus respuestas a partir del estereotipo. Es muy claro en los casos de violencia sexual, por ejemplo. La principal forma de defensa que tienen los violadores es cuestionar a la víctima. Pasa siempre y no tiene que ver con lo que se investiga en sí. Se observa qué tan buena era la mujer, si era realmente buena para merecer auxilio judicial”, insiste. Además, agrega que “hay una estigmatización si buscamos reparaciones económicas”.
Para la psicóloga y periodista Liliana Hendel, el relato de Nannis repite algunas cosas que se suelen escuchar en mujeres de la clase alta: “Se dice que ella estaba ahí porque quería, que tenía todos los medios para irse, pero tenemos que avanzar en la idea del consentimiento. No hay consentimiento posible si no hay paridad. No es lo mismo que una mujer disponga de dinero a que sea dueña del dinero. Nannis disponía, compraba y gastaba de una manera casi ofensiva y obscena pero parece que eso se terminó en el momento en que él le corta el chorro. Muchas mujeres en su situación suponen que gozan de un beneficio hasta que se dan cuenta que nada les pertenecía”.
El escenario. Los relatos de la violencia en la entrevista se mezclaban con los comentarios superfluos de Nannis y con las preguntas de una Susana Giménez absorta. En la pantalla, la producción decidió poner los números de teléfono para víctimas de violencia de género y para atender problemas con adicciones. Sin embargo, por momentos, todo parecía un show de stand up oscuro.
En ese punto, Tenenmbaum insiste en la “espectacularización de la violencia”. “La violencia termina volviéndose un show mediático y se habla de estas situaciones como de cualquier pelea entre vedettes. El problema es la baja calidad de las conversaciones públicas. A veces pueden producir discusiones interesantes o los podemos usar de excusa pero ojalá en un par de años tengamos mejores excusas y esta sea la última generación que consuma ese tipo de entretenimiento”.
Hendel, sin embargo, tiene otra visión. Probablemente por haber sido una de las primeras en llevar el feminismo a la tevé, insiste con la necesidad de que estos temas tengan presencia. “Por ejemplo, se criticó a Luciana Peker cuando se sentó con Rial y eso logró que la causa tuviera un efecto multiplicador”, subraya.
Lo cierto es que Nannis no hubiera ido a otro lugar. No habla del feminismo y le importa poco maltratar al aire a otra mujer. A pesar de las recomendaciones de su abogado, que le insiste en que se quede en Argentina ya que la ola feminista la puede favorecer, ella se quiere ir. Por ahora, se hospeda en el hotel Alvear y alimenta el juego: al cierre de esta edición se hizo filmar por una amiga simulando protagonizar una publicidad de colchones. La prensa enseguida volvió a hablar de su mal momento económico y la vinculó con Carlos Mouzo, dueño de una empresa de colchones y su viejo amigo. Él desmintió el romance y aseguró que Nannis quiso viralizar el video. Ni más ni menos.
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