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ECONOMíA | 11-10-2019 11:12

Vaca Muerta: ¿oportunidad, reto o utopía?

Los costos de extracción y los precios del petróleo y el gas ponen dudas a la inversión.

Desde hace más de siete años Vaca Muerta está en boca de nuestra dirigencia. Muchos comparan el potencial impacto de su eventual desarrollo a gran escala con lo que podría aportar la cadena de valor agrícola/ganadera. Cabría hacer una aclaración. La Argentina influye en la formación de precios de ciertos bienes de la cadena agrícola/ganadera y esta es tan productiva que prácticamente podemos esperar saldos exportables casi a cualquier precio internacional o tipo de cambio real. Ello no ocurre con los hidrocarburos en general y mucho menos con los no convencionales.

En materia de hidrocarburos, nuestro país ni influye en la determinación del precio internacional (fuertemente influenciado por el accionar del cartel de la OPEP) ni tiene el menor costo productivo. En materia de hidrocarburos no solo tomamos precio, sino que quienes influyen en su determinación tienen menores costos que nosotros. La buena noticia es que tenemos el recurso y que los desarrollos realizados a escala razonable presentan buenos rendimientos productivos.

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El riesgo geológico, que habitualmente es un riesgo importante en la industria, no sería el problema.El gran desafío está en encontrar el mercado que permita traducir esos recursos en bienes económicamente comercializables (reservas en la jerga del sector). La existencia de un mercado efectivo implica no sólo la necesidad de hidrocarburos, sino que se llegue a ese mercado a un precio competitivo. Hasta ahora, los desarrollos a escala solo se pudieron hacer con fuertes subsidios del Estado. El modesto crecimiento de la producción de gas natural de los últimos años solo se explica por la existencia de subsidios.

El precio de referencia para pagar subsidios al gas natural fue en 2018 de 7,5 dólares por MMBTU (la unidad de medida usada en la industria), este año está en 7, en 2020 baja a 6,5 y en 2021 a 6. Si comparamos estos precios con los de la tabla de precios promedio ponderados del mercado, podemos obtener una dimensión del impacto del subsidio. El argumento es que sin esos subsidios deberíamos haber importado el gas natural. Eso puede ser cierto, pero ¿no hay otros sectores que con un subsidio del 40% del precio de venta podrían generar mas dólares y/o más empleo por unidad de subsidio asignada? El Estado no hizo el cálculo.

Repetimos un viejo error criollo que trasciende a la energía: hacemos políticas públicas involucrando recursos de la sociedad sin evaluar los costos/beneficios para el conjunto. Lamentablemente estamos mal acostumbrados a hacer de las políticas públicas una cuestión de fe.

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Pero supongamos que dar estos subsidios era la mejor opción. ¿A quiénes se los asignamos y cómo? ¿Se licitó en función del menor subsidio requerido? ¿Los fondos públicos se asignaron buscando maximizar el patrimonio estatal? ¿Algún organismo público hizo el cálculo demostrando que se pagó el menor subsidio posible?

YPF, la empresa controlada por el Estado argentino, no recibió subsidios para todas las áreas que solicitó. Es decir, el Estado teniendo oportunidad de potenciar su propia empresa no lo hizo. Utilizó recursos públicos y no potenció a la empresa que controla teniendo esta empresa proyectos para encarar bajo el marco diseñado por el propio Estado. ¿El Estado privilegió otras alternativas porque eran más convenientes? No pareciera, pues el subsidio es el mismo para cualquier proyecto aprobado. Al no haber hecho una licitación, no sabemos si alguien hubiera requerido menos subsidio que el asignado.

¿Hizo el Estado un estudio de costos que determinara que ese sendero de subsidios era el menor posible? No. Solo para darnos una idea de la magnitud de recursos involucrados, destinamos como sociedad más recursos a los subsidios a la producción de gas natural que el valor de la capitalización bursátil de YPF. Ahora bien, el mercado local actual no sería suficiente para darle a los no convencionales el volumen que necesitarían para bajar costos a niveles equivalentes a los observados en otras latitudes. A la vez el desarrollo a gran escala permitiría potenciar los efectos multiplicadores sobre la actividad económica.

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Los valores actuales que las empresas declaran necesitar para producir no convencionales son más altos que los observados en otros países, por lo cual ninguna empresa capital intensiva se instalaría en la Argentina sin subsidios. Si nuestro costo de energía es más alto que en otras locaciones y nuestro costo de capital también es más alto, no hay posibilidad en el corto plazo de instalar a gran escala industrias que le agreguen valor al gas natural sin subsidios. Quedaría solamente la alternativa del petróleo y siempre que los valores internacionales superen determinado umbral mínimo. Si el mercado local no es suficiente para darle escala a los hidrocarburos no convencionales, hay que buscar oportunidades de exportación. En ese caso la posibilidad de exportar crudo (siempre dependiendo del valor internacional) es más fácil que enviar el gas natural. La infraestructura necesaria para exportar petróleo siempre es menor a la requerida para exportar gas natural.

Valores. Si los valores internacionales acompañan, la exportación de petróleo puede ser viable. El análisis adquiere otra dimensión si se trata del gas natural. El mercado al cual se puede llegar con la infraestructura existente sumaría, pero no sería suficiente. Para lograr escala hay que construir nueva infraestructura para llegar por ductos a otros mercados y llevar el gas a estado líquido para exportarlo por barco (GNL).

Podríamos pensar a los no convencionales en tres dimensiones: i) para asegurar el abastecimiento interno, ii) para convertirnos en exportadores netos de escala regional, o iii) para convertirnos en un jugador global. Dado la demanda local y regional, el consenso generalizado hoy es que para el gas natural la escala regional no alcanza para hacer funcionar la industria a precios competitivos.

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¿Cómo le podemos vender al mundo un bien que descontados los costos para ponerlo en dichos mercados le deja al productor un precio neto menor a sus costos económicos? Ese es el nudo que todavía no hemos podido resolver. ¿Una ley sectorial dando beneficios a los emprendimientos sería suficiente? Pareciera que, en el contexto actual, ninguna ley o programa de incentivos por sí mismo sería suficiente.

El país que no cumplió con la ley de intangibilidad de los depósitos, el país que prometió que quien depositó dólares recibirá dólares, el país que poco después de cerrar un default entró en otro, ¿puede vía una ley simplemente generar confianza?

Un buen marco regulatorio (con o sin un esquema de beneficios fiscales) es muy importante. Pero lo realmente importante es que logremos tener la estabilidad macroeconómica que nos permita cumplir las promesas sectoriales. La implosión de la convertibilidad a principios de siglo obligó al país a abandonar un marco regulatorio que al sector energético le quedaba cómodo, todavía hoy no pudimos encontrar uno que sea sustentable. Este mismo gobierno diseñó un esquema regulatorio que este mismo gobierno se vio obligado a incumplir. Si prometemos precios/tarifas tan bajas que no son sustentables no las podemos mantener en el tiempo porque nos quedamos sin oferta. Si prometemos precios/tarifas alejados de nuestras posibilidades nos quedamos sin economía interna.

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Ya probamos varios modelos distintos y ninguno funcionó. ¿No sería quizás el momento de comprometernos a hacer lo que sensatamente podemos cumplir? Para un incumplidor serial sería un enorme avance prometer poco y cumplir mucho. Quizás la Argentina hoy no pueda comprometerse al diseño sectorial óptimo. Quizás debamos darnos un baño de realismo e ir por un marco regulatorio posible y sustentable. Hoy necesitamos empezar a cumplir lo que prometemos. Ya el mundo sabe que somos creativos, pero también sabe que nos cuesta honrar los compromisos.

Probemos poniendo los caballos adelante del carro, sin una macroeconomía razonablemente saneada y sustentable es difícil que algo funcione. Comparados con otros países en materia energética somos privilegiados: tenemos los recursos, tenemos provincias que quieren fomentar la actividad, no tenemos conflictos que atenten contra la seguridad de las operaciones, no tenemos conflictos geopolíticos. Todo eso que es un problema en otros lugares, aquí no lo es. Nos falta justamente lo que a otros les sobra: un contexto macroeconómico aceptable.

A partir de esas bases podemos construir compromisos. Si logramos ser medianamente previsibles, los proyectos pensados para exportar podrán prever cuál es la demanda interna y cuáles los saldos exportables.Un país que no devalúa bruscamente su moneda cada seis meses no tiene la necesidad de estar discutiendo permanentemente los precios relativos de los servicios públicos en general o de la energía en particular. Ya probamos soluciones mágicas en los últimos 30 años, quizás llegó el momento de hacer lo posible en lugar de lo deseable. Así quizás Vaca Muerta sea un desafío y no una utopía.

*Economista.

por Cristian Folgar

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