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CIENCIA | 05-03-2019 18:21

Sexualidad: fidelidad, en el adn

Por qué algunas especies animales tienen sólo una pareja de por vida. Las ventajas y las grandes diferencias con los seres humanos.

Quien quiera mantener una relación matrimonial fiel puede darle una mirada a los flamencos. Esa ave, de un plumaje difícil de describir con palabras (con pocas y precisas, al menos) es famosa por tener una única pareja sexual a lo largo de su vida. El símbolo de esa unión es la forma en la que el macho y la hembra entrelazan sus pescuezos. Pero la fama de los flamencos se justifica porque la monogamia en el reino animal es rara, y eso incluye a los seres humanos.

Las estadísticas muestran que la monogamia entre los mamíferos es una extrañeza practicada solamente por entre el 5% y el 9% de las especies. Sin embargo, se vuelve muy popular entre las aves, dado que cerca del 90% de ellas tiene una pareja única de por vida. Y eso no responde a un romanticismo propio del siglo XIX, sino a asegurar la supervivencia de la especie.

¿Qué es lo que lleva a ciertas especies a ser siempre fieles desde el punto de vista sexual? Un estudio publicado recientemente puede tener la respuesta, al menos una parcial y desde el punto de vista genético. Biólogos de la Universidad de Texas (en los Estados Unidos) analizaron el ADN de diez especies, divididas en pares cuyos miembros pertenecían a la misma línea evolutiva, a fin de poder compararlas entre ellas. Cinco eran animales monógamos y cinco, polígamos. Del grupo participaron cuatro mamíferos, dos anfibios, dos peces y dos aves, ningún flamenco, debido a la inexistencia de primos (por decirlo de alguna manera) promiscuos, que permitiesen hacer un contrapunto con los fieles.

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A partir de esa muestra fue posible identificar, por medio de características genéticas, qué es lo que causa (por ejemplo) que los ratones de las praderas sean monógamos, mientras que sus parientes, los ratones domésticos, tengan un comportamiento polígamo. A través de su trabajo, los científicos hallaron 24 variaciones genéticas que indican la existencia de una tendencia en algunos animales a dedicarse a tener un único compañero o compañera sexual. Los resultados fueron publicados en la prestigiosa revista científica "Proceedings of the National Academy of Sciences".

La configuración del denominado "kit monogámico" está ligada a genes que también colaboran en la mejora de habilidades cognitivas, como las que están relacionadas con la memoria. Los expertos creen que eso ocurre para permitirle al animal que logre reconocer a su pareja eterna, a su prole o a un nido compartido con la familia. La preferencia por la monogamia conllevaría ventajas en lo que a la selección natural se refiere. A pesar de que ese comportamiento dé como resultado una menor cantidad de descendientes, la unión indestructible de una pareja llevaría a la creación de mayor complicidad a la hora de enfrentar otros desafíos, como la defensa del grupo ante otros predadores. Además de eso, el cuidado de los hijos sería más intenso, lo que garantizaría la supervivencia de los mismos hasta la vida adulta.

Entre los primos cercanos a los seres humanos la monogamia no es regla. Gorilas, chimpancés, bonobos, son sumamente polígamos. Aunque otros primates, como los gibones, son monógamos. ¿Por qué estos últimos sí y los demás simios no? Hay varias respuestas posibles: el cuidado de la crías, la posibilidad de ahorrar fuerzas al evitar combates y el asegurarse la pareja cuando hay pocos ejemplares del otro sexo.

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Límites y dudas. "La intención a futuro es emplear manipulación genética para alterar la tendencia monogámica hacia una poligámica", explica la bióloga Rebecca Young Brim, a cargo del estudio. ¿Y por qué los científicos querrían toquetear artificialmente la biología de los animales para volvernos más liberales sexualmente hablando? Porque, dicen los especialistas, algunas especies se han extinguido, justamente, por tener una sola pareja sexual a lo largo de toda su vida. Con el aumento de la presencia humana en sus hábitats, creció también la caza, y cuando uno de esos animales monogámicos muere su pareja no busca otra compañía sexual, con lo cual, lentamente, la especie puede ir desapareciendo.

Fue lo que ocurrió en la década de los ´70 con el colobo rojo de Zanzíbar, un primate endémico de Unguja, la isla principal del archipiélago africano: actualmente se encuentra en peligro de extinción y en la actualidad se calculan que quedan sólo unos 1.500 monos. Otros animales, como la paloma rolabrava, nativa de la Península Ibérica y estudiada en la investigación hecha en Texas, corren el mismo riesgo y podrían ser beneficiados por la alteración de su ADN. Aunque bien vale la discusión ética en torno a cuán aceptable es que los seres humanos sigan interviniendo de un modo tan directo en la vida y muerte de otras especies.

Diferencias humanas. Entre las personas la situación es diferente. Nada indica que determinaciones genéticas lleven a una mujer o a un hombre a ser monógamos o polígamos. "No hay prueba de que la definición social de ese comportamiento tenga algún tipo de influencia a partir del ADN o de la herencia genética", advierte Young.

En una charla TED, el psicólogo estadounidense Christopher Ryan, autor de "Sex at Dawn: The Prehistoric Origins of Modern Sexuality" (Sexo al amanecer: los orígenes prehistóricos de la sexualidad moderna), resumió la cuestión. "Somos naturalmente polígamos, como los chimpancés y los bonobos. La monogamia surge solamente durante el proceso civilizatorio. Bajo la batuta directriz del varón, la mujer se comprometió a quedarse con un solo hombre a cambio de protección, abrigo y comida, mientras que los hombres tendrían la certeza de que sus hijos serían realmente suyos.

Al mismo tiempo, dice Ryan, somos una de las pocas especies -junto con algunos otros primates- que no se dejan llevar por determinaciones naturales al momento de mantener relaciones sexuales. Los seres humanos promueven el sexo recreativo. Mientras que entre los mamíferos es común que nazca un descendiente por cada doce relaciones sexuales, entre los seres humanos eso ocurre por cada mil encuentros sexuales. Que, además, no muy raramente se dan con más de una pareja. Los flamencos, otro mundo.

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