Todo pasa tan velozmente en la Argentina. El vértigo en la sucesiva ocurrencia de hechos importantes y no, determinantes y de color, solapa temas hora tras hora. Y algo así sucede con las opiniones. Sobre todo con las referidas al sistema científico tecnológico. Si durante los últimos años y hasta casi ayer nomás se tildaba a los científicos e investigadores de “ñoquis” y desde sectores no muy claros se acusaba al sistema de “no servir”, ahora ellos, los mismos perseguidos, forman parte de un sector creativo y laboral que no para. Ni en medio de cuarentenas, totales o administradas.
Los ex ñoquis, que cobraron sueldos por debajo de la línea de pobreza y que ahora tienen un poco más de aire (aunque sacando la nariz afuera del agua, apenas) son las y los mismos que desde sus laboratorios, universidades y empresas mini se presentaron a concursos originados por el Ministerio de Ciencia y la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación (Agencia I+D+i), en el marco de la Unidad Coronavirus creada el 18 de marzo. Y se presentaron con una energía impensada (para quien no conoce al científico promedio argentino) e imparable: 900 proyectos. De hechos, 64 fueron seleccionados para lograr financiamiento, al menos el inicial. Algo importante a aclarar en virtud de alguna "polémica" desatada: los fondos son para insumos y equipamiento, no son salarios ni sueldos.
En enorme grueso de las propuestas no nacen de cero, sino que son producto de años de trabajo previo que, ahora, son readaptados por los investigadores, para concentrarse en el coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19. Esto, por un lado, es prueba de que no hay ciencia básica bien hecha y con buenos resultados que no sirva (una dicotomía y una discusión casi estériles, a estas alturas del siglo), y de que las empresas creadas a partir del trabajo mancomunado del Conicet, las universidades, los polos tecnológicos, el apoyo provincial y municipal, tienen mucha tela para cortar.
El 6 de mayo se anunciaba la aprobación por parte de la Administración Nacional de Medicamentos (ANMAT) del test “COVIDAR IgG”, con desarrollo liderado por científicos del Conicet y del Instituto Leloir y con la batuta de la reconocida internacionalmente viróloga molecular Andrea Gamarnik. Es de tipo serológico y da resultados en un par de horas. Apenas diez días más tarde fue presentado en sociedad el también aprobado NEOKIT-COVID-19, test de base molecular, que detecta la presencia del virus al tomar la muestra. Como la PCR, con resultado en una hora. Se estarán distribuyendo 10.000 en instituciones de salud. Pero la realidad es que hay otros dos tests en espera de ser aprobados. Y otros desarrollos que verán la luz antes de los próximos seis meses.
Desde el ministerio de Salud de la Nación, el subsecretario de Estrategias Sanitarias Alejandro Costa, me describe, en un InstagramLive organizado por la Univeresidad Guillermo Brown (UNaB) y realizado por mí: “La pandemia que afecta a la salud le está generando a la ciencia y tecnología una prueba de esfuerzo, algo así como una ergonometría. La Argentina, y tenemos que reconocerlo, por el desarrollo de su ciencia y tecnología tanto pública como privada, está demostrando que tiene músculo, además de un gran cerebro, y con ambos ha podido dar respuesta”.
“Al principio trabajamos con el tema de la emergencia alimentaria. En ese caso se presentaron 600 proyectos vinculados con la salud de los chicos, el acceso al agua, el tema alimentario, la situación ambiental. Luego hubo que cambiar el foco sin dejar este, sobre el que los grupos siguen trabajando -describre Roberto Salvarezza, Ministro de Ciencia, Tecnología y Desarrollo Productivo-. Pero lo que podemos ver es que es posible convocar a una comunidad científica muy amplia y ayudarla a que ponga un foco. Lo que se precisa para eso es lograr que tengan un objetivo definido, con tiempos marco, con financiación”.
En términos de necesidad de salud en la emergencia de un nuevo coronavirus que hasta mediados de enero nunca había sido identificado, la Argentina necesitó (y aún lo precisa) contener varios frentes. “Desde el punto de vista diagnóstico la Argentina ha sido fuerte y con su ciencia y tecnología pública y privada nos ha permitido tener una mayor cantidad de tests de producción nacional -describe Costa, en referencia a los dos tests que han sido aprobados hasta ahora por la Administración Nacional de Medicamentos, ANMAT -. Y además, a la hora de salir a generar los cuidados en la primera etapa de la pandemia, lo primero que miramos fue cómo conseguir respiradores, elementos de protección personal, guantes, camisolines, barbijos, los buscamos en el mundo, los compramos en un mercado en el cual los países más ricos del norte ya habían adquirido casi todo y entonces hubo dificultades. Ha sido la industria nacional la que ha permitido dar respuesta a la necesidad de respiradores y de elementos de protección personal”.
Inédito en otros países de América Latina, la Argentina tiene tres fábricas de respiradores, alguna vez start ups que recibieron subsidios desde Ciencia y Técnica, años antes. Desde Córdoba se duplicó la producción.
Los números
Pero volvamos al tema “financiación”, punto ultra sensible si los ha habido a lo largo de los últimos años. En el año 2012, el porcentaje del PBI destinado a Ciencia y Tecnología en la Argentina fue (según datos del Banco Mundial) del 0,635%, bajó y volvió a subir en el 2015 al 0,623%. En el 2016 bajó y también en el 2017, hasta el 0,542%, el más bajo desde el año 2008. No hay más datos de los dos años y medio finales, pero si tomamos una evolución realizada por Chequeado a partir del Presupuesto Nacional, las asignaciones al área cayeron en el 2018 (apenas el 0,26%, venía del 0,35% del 2015) y lo siguieron haciendo en el 2019 hasta un 0,25%.
En lo que va del 2020, aumentó el cupo de la convocatoria a ingresos al Conicet: 800 cargos para investigadores y 300 cargos para el personal técnico. Un total de 1.100 nuevos ingresos, contra los 600 en total por año otorgados entre 2016 y 2019. También se incrementó en un 25 por ciento los subsidios de los proyectos de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Fueron incrementados los estipendios que reciben becarios y los salarios de investigadores.
Todo sigue siendo poco en el contexto actual, y el mítico 1,5% del PBI alguna vez soñado continúa en el horizonte más lejano que cercano. Pero aun así, investigadores de todo el país se lanzaron a desarrollar propuestas, bajo una mirada de problema-solución típicos de lo que impone una situación de pandemia.
“Desde el Ministerio no hemos dejado de financiar lo que veníamos financiando”, advierte Salvarezza. ¿Y de dónde sale el dinero para invertir en los proyectos ganadores de la convocatoria? ¿Acaso se recortó en otros espacios? De acuerdo con el Ministro, “usamos partidas no utilizadas antes. Le pedimos al Banco Interamericano de Desarrollo, BID, fondos por 400 millones de pesos para un mes y medio. Reorientamos esos fondos que estaban sin ser utilizados. Activamos también un fondo que integran los países del MERCOSUR”.
Diagnóstico y prevención
A partir de la convocatoria extraordinaria IP COVID-19 que impulsó la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación (Agencia I+D+i) en el marco de la Unidad Coronavirus, se recibieron más de 900 Ideas Proyecto (IP). Las propuestas enviadas desde todo el país trataron temas diversos, de múltiples disciplinas y contaron con la participación de diferentes actores del sector científico y productivo.
Los 26 miembros de la Comisión Ad Hoc (CAH) definieron las 64 iniciativas que pasaron a la etapa de financiamiento. Cada una recibe una suma máxima (no en todos los casos es la misma) en pesos equivalente a 100.000 dólares. La Convocatoria estuvo diseñada para fortalecer la respuesta de la Argentina en cuanto a diagnóstico, control, prevención, tratamiento y monitoreo del COVID-19. Uno de los proyectos seleccionados entre otras 900 propuestas presentadas a lo largo y ancho de todo el país fue presentada por un equipo integrado por científicos de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral (FBCB - UNL), el Conicet y las empresas Cellargen Biotech y Biotecnofe, con financiamiento del Ministerio de Ciencia, trabajan en el desarrollo de proteínas recombinantes para emplear en vacunas contra la Covid-19. Ese es uno de los objetivos, el segundo es desarrollar kits de diagnóstico, control y monitoreo de la enfermedad.
“Nos proponemos tener un candidato vacunal a base de virus-like particles (partículas similares a virus) con proteínas recombinantes de SARS-CoV-2 y ensayar en animales de experimentación la respuesta inmunológica generada. Antes del año sabremos si los candidatos vacunales propuestos inducen la producción de anticuerpos neutralizantes. Para luego sí, iniciar una nueva etapa que comprende los ensayos en humanos”, explicó a la publicación de la UNL Claudio Prieto, cabeza del equipo de trabajo.
Las partículas sobre las que actúan los científicos imitan la conformación del virus y permiten vacunar con fórmulas bioseguras, basadas en cultivos de células recombinantes. Esta tecnología implica que en los procedimientos para su producción no se emplean virus. Lo que se hace, a partir de ingeniería genética, es modificar el genoma de las células productoras de la vacuna, para que solo expresen un gen que codifica una proteína clave del virus. Al ser inoculada, la fórmula debe ser capaz de generar anticuerpos en animales o en humanos.
El equipo también buscan producir reactivos e insumos para usar en la implementación de kits diagnósticos de control y monitoreo, y evaluar la existencia de anticuerpos anticovid entre personas que ya fueron infectadas. Son herramientas de control y monitoreo planteadas con dos formatos: uno para bioensayos (en laboratorios de alta complejidad y con resultados en 24 horas), y otro de tipo bioquímico, para laboratorios con menor equipamiento. La idea es que estas vacunas y estos kits puedan, en un futuro, ser producidos en estas empresas locales, lo cual impactaría además sobre la economía de la región.
Hay otro equipo de científicos y científicas del Conicet que obtuvo un subsidio para desarrollar una vacuna anticovid. Juliana Cassataro, que trabaja el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín (UNSAM) y es especialista en inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas, está al frente del proyecto.
El grupo ya venía trabajando en vacunas orales contra enfermedades infecciosas. La idea es probar el candidato vacunal de aquí a entre 9 y 12 meses en una frase preclínica. Si los resultados las avalan, las pruebas continuarían con etapas clínicas y, para eso, hará falta poder reunir un financiamiento mucho más intensivo.
Tratamientos
Uno de los 64 proyectos que obtendrá financiación a partir del I+D+i es el de la científica Viviana Parreño, a cargo del laboratorio de Virus Gastroentéricos del Instituto de Virología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTA. Objetivo: diseñar anticuerpos argentinos para que el Ministerio de Salud utilice sin necesidad de importarlos del exterior.
Lo más novedoso de la propuesta es que se basa en llamas, camélidos dotados de un tipo especial de anticuerpos. Los animales tienen nanobodies, las moléculas más pequeñas existentes. Esto les permite reconocer a otras y neutralizarlas. En una entrevista con la revista Super Campo, Parreño explicó que “no es una vacuna sino un tratamiento pasivo, para usar antes de la exposición al virus o en la persona que ya está infectada, en varias tomas consecutivas”.
Un proyecto presentado por la empresa Zelltek, también incubada en la Universidad Nacional del Litoral, y radicada en el Polo Tecnológico, parte del grupo farmacéutico Amegabiotech es el “Desarrollo de un método sensible y de bajo costo para detectar anticuerpos contra SARS-Cov-2", en el que trabaja un equipo de 10 personas, y cuyos destinatarios finales serán los laboratorios clínicos.
Cuidados
Un estudio publicado hace apenas días es, por ahora, el más grande realizado sobre cómo se transmite el coronavirus SARS-CoV-2 en instituciones hospitalarias. Se hizo sobre un hospital de Durban, Sudáfrica, y muestra cómo a partir de una sola persona que llegó infectada (había viajado a Europa), ocho semanas más tarde, 39 pacientes y 80 integrantes del personal hospitalario se había contagiado. De los pacientes, 15 murieron. Lo que los investigadores concluyeron es que el virus fue propagado, especialmente, a través del movimiento del personal y sobre las superficies del equipamiento médico. En las instituciones hospitalarias un gran desafío es desinfectar las superficies, ya que el virus que provocó una pandemia se expande muy rápido y tiene una alta capacidad de transmisión.
Dentro de los 64 proyectos presentados por científicos argentinos, hay un "desarrollo de geles, films y recubrimientos poliméricos para la elaboración de materiales de protección y de inactivación del coronavirus de distintas superficies”. El trabajo parte de otro que ya se venía desarrollando, bajo la batuta de Verónica Lasalle y de Vera Álvarez, en el Instituto de Química del Sur (depende del Conicet y del departamento de Química de la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca). El objetivo es sintetizar un producto, a partir de una de base polimérica, que permita prevenir la infección de las superficies con el SARS-CoV-2, además de ser eliminado con mayor facilidad. El material fungirá como antiviral y desinfectante, y puede ser incluido en diferentes tipos de telas y superficies. Desde ropa de protección sanitaria (mascarillas, guantes, ambos), hasta sábanas, y también podría permitir cubrir superficies de acceso masivo, como pisos y paredes de edificios públicos.
Otro proyecto ganador es un dispositivo diseñado por investigadores cordobeses para disminuir la carga viral del coronavirus SARS-CoV-2 en los objetos por medio de tecnología UVC, rayos ultravioletas tipo C. La tecnología UVC es un elemento de acción no química, con efectividad para eliminar o disminuir la carga viral en objetos que son expuestos a radiación durante un período de hasta cinco minutos.
“Todo esto se relaciona con que Argentina construya y reafirme su soberanía sanitaria -concluye Roberto Salvarezza-. El área de la salud puede convertirse en un mojón, como lo fueron en su momento el desarrollo de la energía nuclear, de la industria satelital. Podemos ser una potencia con capacidad de exportación, porque este coronavirus no va a desaparecer de un día para el otro. Nuestras instituciones tienen recursos humanos de enorme capacidad, están en los Institutos de Investigación, en las Universidades, en el INTA, en el INTI, en el Conicet, en los diferentes organismos e instituciones que conforman el sistema científico-tecnológico nacional. Están trabajando 18 horas al día. Nuestra enorme ventaja comparativa es que tenemos un plantel científico de excelencia.
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