**** (Cuatro estrellas)
Hay varias películas en Oppenheimer, y no todas valen igualmente la pena, aunque el enorme diseño llevado adelante por Christopher Nolan (un cineasta que en ocasiones descansa sólo en eso, en ser un diseñador) permite pensar que esta es una de sus mejores películas, a la altura de "Dunkerque" y "El Caballero de la Noche", aún hoy lo más saliente de su
carrera.
La primera es la historia de un hombre que hace lo correcto aunque eso sea terrorífico, el propio Robert Oppenheimer. El segundo, la idea de que algo terrorífico ingresa a la experiencia humana: su propia capacidad para la aniquilación. El tercero, el de la tensión humana de un inventor y quienes lo financian. El cuarto, ese telón de fondo de la amenaza mundial que representaban tanto Hitler como Stalin.
Esta película ya “se hizo” varias veces (la hermosa "Creadores de sombras", de Roland Joffé, con Paul Newman y Dwight Schultz, por ejemplo) pero Nolan la teje con una última película que trata de responder la pregunta por la belleza del diseño, de la naturaleza en sí (aunque su manifestación sea terrorífica). El trabajo de Cillian Murphy y la grandilocuencia visual por parte de Nolan intentan, desde la pura forma, responder a tal pregunta. Nada mal.
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