(CINCO ESTRELLAS)
Para el cierre de su temporada de conciertos en el Colón, el Mozarteum presentó por segundo año consecutivo al Fauré Quartett, un estupendo ensamble de cámara de origen alemán con casi tres décadas de trayectoria.
Para este regreso al Teatro Colón, la agrupación ofreció un programa con obras para cuarteto con piano de grandes creadores del romanticismo. El concierto comenzó con una refinada versión del Adagio y rondó concertante de Schubert, que permitió apreciar desde el inicio el profundo entendimiento y la fluidez comunicativa entre los miembros del cuarteto.
El nivel de compenetración entre ellos es absoluto, al igual que la evidente pasión, el disfrute y el compromiso que comparten al hacer música de cámara.
En el Cuarteto con piano N°3 de Brahms, el ensamble desarrolló con maestría los contrastes, desde la intensidad dramática del inicio, la impulsividad del Scherzo y el lirismo del Andante, hasta la potencia del movimiento final. Con una sonoridad robusta y suntuosa, los integrantes del cuarteto resaltaron en todo momento la transparencia de las texturas y la claridad en las líneas melódicas de cada una de las voces que lo integran.
En la segunda parte se escuchó el Cuarteto con piano op.47 de Schumann, en una lectura plena de sutilezas, con intensa cohesión y exquisita musicalidad, realzando toda la belleza de la partitura.
Ante las fuertes ovaciones, los músicos regresaron al escenario y brindaron dos piezas fuera de programa, anunciadas en castellano por el violista Sascha Frömbling. Fueron dos transcripciones, realizadas por ellos mismos, de “La gran puerta de Kiev”, perteneciente a Cuadros de una exposición, de Mussorgsky, y de “Canciones que me enseñó mi madre”, de Dvořák.
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