¿Qué significa con exactitud ser “fan” de algo? A veces los fans son solo personas con una gran afinidad por un artista, un libro, un videojuego o hasta un futbolista; otras, gente involucrada emocionalmente con aquello con lo que se fanatizan. Algunos son admiradores solitarios, otros necesitan crear comunidad con quienes comparten sus pasiones, juntos van a eventos y se organizan en redes. Pero son muchos. Muchisimos. En Argentina, el 7 de noviembre, 70.000 personas asistieron al Estadio Monumental para aullar por Taylor Swift, la estrella que por cada parada de su gira, The Eras Tour, recauda entre 10 y 13 millones de dólares según Forbes. En Argentina las entradas habían salido a la venta el 5 de junio: volaron 24 mil en tiempo record. Ni la crisis impidió que los “swifties” pagarán hasta 75.000 pesos para estar cerca de su ídola.
Es claro que si Lali Espósito, ícono pop local indiscutible, logró convertirse en la primera mujer argentina en llenar el Estadio Vélez (50.000 localidades) fue en parte por el amor de sus seguidores, quienes bailan sus temas, se ríen con su frescura y hasta apoyan sus posiciones políticas sobre el aborto o los derechos LGBT (caso homólogo con el de Taylor Swift).
Ni que hablar de los fanáticos del fútbol que se tatuan a sus ídolos (con Lionel Messi a la cabeza) no conformes con tenerlos en una remera o en sus posteos de redes sociales. Otros fans asisten lookeados como sus personajes favoritos a convenciones sobre sagas como “Juego de Tronos” o “Harry Potter”. Esta última es una de las franquicias más exitosas de todos los tiempos: lleva vendidos más de 500 millones de libros y sus ocho películas recaudaron 7.723 millones de dólares en todo el mundo, cifras a las que hay que sumar lo que se recauda por la venda del merchandising: mochilas, remeras y accesorios que llevan las imágenes de la franquicia.
Entre lo perdurable y lo efímero
“Originalmente la industria le prestaba una atención relativa a los fans. Hasta que después se empezaron a dar cuenta de que era el público al que debían apuntar y que iba a hacer publicidad gratuita”, explica Libertad Borda, doctora en Ciencias Sociales y autora junto a Federico Álvarez Gandolfi de “Fanatismos. Prácticas de consumo de la cultura de masas” (Prometeo). De acuerdo al libro de Borda, la industria del entretenimiento alienta la “fanificación” hacia productos culturales masivos para favorecer su consumo; pero lejos de ser un mero producto del mercado, el fan también busca construir una identidad individual y colectiva que perdure en el tiempo, oponiéndose a la lógica de la obsolescencia programada de las mercancías.
Un ejemplo de perdurabilidad son “las nenas”, seguidoras enamoradas del gran ícono popular argentino, Sandro. “Lo de Sandro fue precursor en el sentido de que en ese momento generaba todo eso sin redes sociales. Con las redes el fenómeno se volvió mucho más común. Lady Gaga, por ejemplo, es una de las que construyó gran parte de su imagen dando mucha atención a los fans en redes sociales. No sabemos si fue ella misma, tal vez era otra persona la que contestaba, pero hay una ilusión de que era ella” comenta Borda.
Graciela Guiñazú, periodista y biógrafa de “El gitano”, recuerda cuando vio un recital en vivo en 1996: “Lo que vi de 'las nenas' no lo había visto en ningún otro recital internacional. También cuando viajó a Chile, las fans de allá lo fueron a esperar al aeropuerto. En Tucumán tuvo que salir por la parte de atrás de un teatro, bajando por una escalera de madera, por la cantidad de fans que había”, cuenta Guiñazú. Al día de hoy, las fans históricas y las nuevas (la cofradía se renueva generación tras generación) celebran a su ídolo en eventos, como el que hicieron en agosto de este año en el castillo que Sandro hizo construir en Boedo (antiguo estudio de grabación donde hoy funciona un bar), lugar en el cual sus seguidoras se congregaron entre retratos y las clásicas batas de seda del ídolo, para cantar sus hits.
Cuestión de pasiones
La palabra “fan” puede describir simplemente una gran afinidad de una persona hacia un producto cultural, o bien una necesidad apasionada de formar parte de “fandoms”, los clubes de aficionados que hacen eventos, cosplay, coleccionan merchandising y escriben “fan fictions” (textos basados en el universo de sus historias favoritas) . “Cada 'fandom' es una situación que hay que analizar por separado. En el de los fans de un libro, como 'Harry Potter', hay una separación entre el autor y el universo que creó, del cual los fans se apropian. Los ‘potterheads’, en general, tienen una posición abierta hacia la diversidad sexual, pero cuando J.K. Rowling habló en contra de la gente trans, los fans tomaron distancia de ella. En cambio, con un cantante es más difícil, porque es el cantante el que encarna sus canciones”; comenta Borda. Y es que la relación entre fans e ídolos es tan tirante como cualquier amor: “¿quién necesita más de quién?”, especulará más de uno en esa puja de poder.
En su nuevo libro “Porque demasiado no es suficiente” (Montacerdos), la periodista y escritora argentina Mariana Enríquez habla de su fanatismo por la banda británica de rock Suede. “...el fan tiene algo roto, melancólico, es alguien en busca de trascendencia o eternidad o esa otra vida que debería estar en esta, esa otra vida que tiene más colores, que se parece más a lo soñado”, dice la autora.
Su libro reflexiona sobre la idea de “fan”, tomándola muy en serio. Habla de la gente que enloquecía y se desmayaba de éxtasis en los recitales del músico clásico Franz Liszt; de las fanáticas de la poesía del poeta Lord Byron, a quien perseguían y mandaban cartas. La euforia del fan, que Enríquez rastrea hasta las bacanales de la Antigua Grecia, a menudo ha sido objeto de ridiculización, pero su intensidad es subyugante. Guiñazú recuerda: “En un recital del '93 Sandro puso una campanita y decía ‘cuando toco una campanada pueden hablar o gritar hacer lo que quieran, toco 2 y se quedan en silencio’. Todo eso era parte del juego que había entre él y las nenas. Era algo hipnótico”.
Si bien no es lo más frecuente, hay fans que consiguen establecer con su ídolo un vínculo más cercano que la mera admiración a la distancia. Sandro era famoso por su buena disposición a esa relación. “Cuando Sandro comenzó a festejar abiertamente su cumpleaños, una fan que era repostera le llevaba unas tortas espectaculares con la escenografía de sus espectáculos. Al entrar a su casa de Banfield, él tenía lo que llamaba el 'locutorio', donde recibía a las nenas. En sus cumpleaños salía a la puerta a las 5 de la tarde para saludarlas y se sacaba fotos con ellas en el locutorio. Si vos le decías que era tu cumpleaños, te llamaba para saludarte. Sandro guardaba las cartas de sus fans de todo el mundo, etiquetadas y clasificadas, porque era muy ordenado”.
Lamentablemente, esta cercanía no suele ser lo más común. Como dice Enriquez en su libro: “la masividad, significa la invisibilidad del fan. Desaparece en el mar de manos que quieren tocar, de bocas que cantan y gritan, de ojos alucinados. (...) Ese es el precio de esta relación desigual y su secreta violencia”.
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