Para los que todavía no se fueron. Para los que se fueron y volvieron sin ganas. Para los que aún no tienen planes de vacaciones pero las desean mucho. Para ellos y cualquiera que disfrute de los restaurantes con conceptos frescos, una nueva camada representa el escape ideal. Con menúes que recrean cocinas del mundo y ambientaciones con espíritu viajero, los restaurantes en los que sentirse por algunas horas de vacaciones ya son un rubro en sí mismo. Después de todo, comer siempre fue una forma de viajar.
De Latinoamérica con amor
Chipper Seafood es un gran exponente de platos con aire viajero. Aunque funcionaba desde 2013, el año pasado reinventó su propuesta, sofisticándose en una fusión caribeña con especial énfasis en lo marítimo. Ubicado en Palermo, su premisa es tomar la influencia de distintos lugares del mundo para el consumo de pescados y mariscos, pero con el agregado de ingredientes locales. A cargo del chef Charly Díaz, la carta ofrece entonces creatividades como crudo de truchón fresco, salsa de tamarindo, casabe y brotes de cilantro y pulpo grillado, barbecue de tamarindo, ocumo chino, salsa de palta y pepino, entre otros. “Nuestros productos son ricos, abundantes, frescos y naturales, y combinan un mix de sabores únicos y de diferentes orígenes”, detalla el chef.
Alrededor, la música y la decoración acompañan la idea. En tanto la planta baja ofrece un sector informal de recepción, en el primer piso el salón principal y la terraza al aire libre combinan sillones de cuero, un deck de madera, detalles de barcos antiguos y una iluminación tenue para completar la experiencia y hacer sentir que en cualquier momento podría oírse el arrullo del mar a lo lejos.
En Caballito, en tanto, Ronconcon seduce con su “cocina latina”. Llamado así por una derivación de la canción “Ran Kan Kan” de Tito Puente, los sabores tropicales están aquí tan presentes como en la música. Situado en una casona antigua reciclada, recibe con un enorme y colorido mural de una mujer en la selva, rodeada de flores y animales.
La propuesta gastronómica fue creada por los venezolanos Nayary Moncada y Paul Porras, y el argentino Emilio Bruno, con el expertise del chef Daniel Seijas. La experiencia invita a probar influencias de Venezuela, Colombia, Ecuador, México, Perú y Argentina, en un formato de platos pequeños ideales para poner en el centro de la mesa y compartir. Entre otros, aquí puede pedirse un ceviche de pesca curada con ají amarillo, maíz chuspillo, mango y chips o unos tacos de coliflor compuestos por tortillas artesanales, cremoso de coliflor y maní, coliflor quemada, pickles de cebolla morada y remolacha, jalea de ají amarillo, salsa macha de arándanos y cilantro. Y los cócteles tampoco dejan de lado la impronta caliente del lugar, elaborados con frutas, cordiales y almíbares artesanales.
Entre la selva y el mar
En tiempos de fronteras cerradas, que la propuesta de un espacio sea un viaje en sí mismo no es un dato menor. Y que en medio del tórrido verano porteño incite a soñar con Hawái o la Polinesia, menos. Así lo hace Oh’No! Lulu, el primer tiki bar de Buenos Aires, ubicado en Villa Crespo. Creado por la mítica dupla gastronómica de Luis Morandi y Patricia Scheuer, y con la atenta administración del bartender Ludovico De Biaggi, alcanza cruzar el umbral para sentirse en territorio extranjero. Lámparas colgantes de fibras naturales, sillas de ratán, una enorme barra de caña y ventiladores con hojas de palma se combinan en un espacio de velo rojizo en el que soñar cuesta muy poco.
¿Qué tomar y comer? En principio, cócteles inspirados en aquellos de los años 30, cuando los tiki bar llegaron a Estados Unidos y fueron furor. Desde el clásico Mai Tai con Bacardi Carta Oro, Bacardi Carta Blanca, Cointreau, orgeat y lima, a versiones propias como el Flamenco, con gin, jeréz, orgeat, absenta, naranja y limón, siempre con acento en el ron, los cítricos, las frutas y las especias. Combinaciones que se pueden maridar con variantes de cocina descontracturadas como hamburguesas, poke salads, alitas de pollo, croquetas y spring rolls.
“Cocina de la selva en Buenos Aires”. Así se presenta Amazonia Brasas, un restaurante que en pleno Palermo revive los “sabores vibrantes del Amazonas”. Más específicamente, este emprendimiento apunta a ir un paso más allá de la clásica cocina peruana, recreando platos de la selva de dicha zona y replicando métodos y costumbres ancestrales como el uso del fuego, la cocción con hojas de plátano y el ahumado. Así, la cocina a las brasas es protagonista (tal como permite adivinar el nombre), y cobra especial relevancia en platos de carne vacuna como costillas y Tbone, cortes muy argentinos pero servidos con el sazón peruano. Aunque también hay platos típicos como el tacaco con cecina de cerdo ahumado, los ceviches -incluso uno vegetariano- y el tuétano a las brasas con chalaca de mango. Y hasta en las bebidas hay influencia selvática: ingredientes como leche de coco o chicha morada se combinan con otros más clásicos en los tragos de autor. Y este viaje no sería completo sin una ambientación acorde. Plantas exuberantes, boxes de un verde aterciopelado y un techo cubierto con hongos de papel terminan de recrear la atmósfera.
Y hacia Costanera Norte, Enero proclama las ganas de estar de vacaciones todo el año. Con vista al río y una generosa terraza plena de madera y verde donde se inscribe su bar “Aguaviva”, muy digno de un parador de playa, es un lugar perfecto al que llegar en lo que ellos llaman la “golden hour”, a minutos de la caída del sol. De hecho, cuentan con un menú especial para este momento, que incluye variantes de picoteo como croquetas de morcilla, nachos, tacos y buñuelos de espinaca y kale. En el salón principal, en tanto, acentos de terciopelo, verde agua y gris proveen el marco para sentarse a degustar una carta bastante más amplia, que incluye desde ensaladas, pastas y hamburguesas a cortes de parrilla y platos de autor, como un salmón a la chapa o un curry de vegetales en coco. Porque eso sí, cada opción está tamizada por ese aire de vacaciones a orillas del mar.
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