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CULTURA | 21-10-2023 11:09

Bernardo de Monteagudo, un prócer polémico

La última novela de Florencia Canale rescata la figura del hombre que acompañó a San Martín a Chile y Perú. El posible romance con Remedios.

Bernardo de Monteagudo no ocupa las primeras filas entre los próceres nacionales, aunque fue uno de los personajes importantes de la gesta independentista. Su vida estuvo rodeada de misterios, romances y violencia. Logró codearse con lo más destacado de la sociedad de su época, a pesar de su origen humilde y de su condición de afrodescendiente. La novela “El Diablo”, (Ed. Planeta) de Florencia Canale, lo rescata del olvido, contando no solo su vida política y sino también sus experiencias amorosas, con el foco puesto en el supuesto amor clandestino entre él y Remedios de Escalada, la esposa de José de San Martín. ¿Quién fue este ser libre, amado y temido por todos? Aquí lo contamos.

Bernardo de Monteagudo

La biografía

Bernardo de Monteagudo nació en Tucumán en 1789. Sus orígenes están teñidos de misterio. Se sabe que su padre fue Miguel de Monteagudo, un español que llegó a las colonias para probar suerte; y de la tucumana Catalina Cáceres Bramajo. Una versión sostiene que su madre era la esclava de un sacerdote que vio en la unión con el español la posibilidad de lograr su libertad.}

Florencia Canale

Desde niño la sociedad colonial lo discriminó por su condición de mestizo. “Fue víctima del racismo más cruel y nefasto. Sufrió acoso sistemático, hoy diríamos ‘bullying’, aunque siempre estuvo orgulloso de sus orígenes”, cuenta Canale sobre el prócer. A pesar de eso, la determinación de Monteagudo pudo más: logró entrar a la elitista Universidad de Chuquisaca en Bolivia donde estudió Teología y se graduó en Leyes con honores, en 1808, año en que Napoleón invade Francia, poniendo en jaque el gobierno de Fernando VII. Con 18 años escribió “Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII”, una conversación imaginaria entre el último monarca del imperio Inca y el rey desplazado. El texto circuló de forma clandestina, avivando el clima revolucionario de la época.

Un año después participó de la Rebelión de Chuquisaca, a raiz de la cual fue encarcelado por el “abominable delito de deslealtad a la causa del rey”. Esto no lo detuvo: logró fugarse de la cárcel de Chuquisaca y, más tarde, viajó a Potosí para ponerse a las órdenes de Juan José Castelli, representante del ala más radical de la revolución. Desde allí apoyó la abolición de los tributos a los indígenas y la supresión de los títulos de nobleza, entre otras cuestiones.

Era implacable con sus enemigos: luego de sufrir la derrota de la batalla de Huaqui (1811) partió a Buenos Aires, donde fue fiscal en el juicio a Martín de Álzaga por conspirar contra la Revolución. El juicio, en el que no se les permitió a los acusados defenderse, culminó con el fusilamiento de Álzaga, entre otros acusados. El hecho causó conmoción en el ambiente revolucionario, y le granjeó fama de cruel y despiadado.

José de San Martín

También integró logias masónicas, como la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro. Esta última fundada por San Martín, a quien Monteagudo quería y admiraba, pero con quien mantendría una relación por momentos tirante, y por Carlos María de Alvear.

Continuó su lucha revolucionaria a través del periodismo, fundando periódicos como “Mártir o Libre”, en 1812. Ese mismo año apoyó la revolución que depuso al Primer Triunvirato y ungió al Segundo, encabezado por miembros de la Logia Lautaro como Alvear, quien se convirtió en Director Supremo. “Ahí empezó el gran problema de la disputa entre San Martín y Alvear. Éste envía a San Martín a Mendoza para sacárselo de encima. Remedios quedó muy sola y entonces es cuando habría producido la historia entre ella y Monteagudo, que la conocía de antes”, explica Canale, quien cuenta que la idea de esta relación nació gracias a Teresa, su tía abuela. “Yo ya estaba muy avanzada en la escritura cuando Teresa, una señora ya muy mayor, me contó que esto es lo que siempre se dijo en su familia. Lo chequeé en ese momento con un historiador con quien trabajaba, Diego Arguindegui, ya fallecido, y él me dijo que era posible”, explica.

Remedios de Escalada

Para la autora, “lo privado talla en lo público”, y por eso en su novela pone el acento en la vida amorosa del prócer y sus innumerables amantes. Justamente, Canale considera que su éxito con las mujeres fue uno de los motivos del odio de sus opositores. “Lo tildaban de 'marica', para bajarle el precio, porque se bañaba, se perfumaba, usaba perlas en el shabot, gastaba lo que no tenía en vestirse bien”, detalla. Cuenta además que las mujeres recibían a Monteagudo “con los brazos abiertos”, y que fue el primer revolucionario en hablarle a ellas, “a las mujeres de América del Sur”, sobre su rol en la Revolución. “Ahora me escriben unas señoras desde Tucumán asegurándome que sus abuelas fueron descendientes de él. ¡Quiero ir a Tucumán para hablar con ellas!”, agrega, entusiasmada.

El final de un héroe

En 1815, al caer Alvear, Monteagudo fue encarcelado; pero nuevamente logró fugarse. Huyó a Europa donde vivió dos años, luego de los cuales se le permitió regresar. Volvió cambiado: había suavizado algunas de sus posturas políticas, volviéndose partidario de instalar una monarquía constitucional.

En 1817 viajó a Chile y se convirtió en auditor del Ejército de los Andes a las órdenes de San Martín. Un año después, luego de la derrota en la Batalla de Cancha Rayada, viajó a Mendoza para reorganizar las fuerzas. Después de la victoria patriótica en la Batalla de Maipú, participó en la ejecución sumaria de los hermanos Juan José y Luís Carrera, contrarios a la línea sanmartiniana. El hecho fue desaprobado por San Martín que ordenó confinarlo en San Luis. Sin embargo, en 1820, vuelve a colaborar con el General en la Expedición Libertadora del Perú.

Ya con Perú liberado, en 1821 Monteagudo se convirtió en Ministro de Guerra y de Relaciones Exteriores y, más tarde, se hizo cargo del gobierno de dicho país. Pero sus ideas monárquicas, muy impopulares en Perú, y su perfil de “déspota” impulsarían su posterior caída. Así, en 1822, cuando San Martín dejó Lima para unirse a Simón Bolívar en Guayaquil, se le exigió a Monteagudo la renuncia. Más tarde el Congreso de Perú lo desterró a Panamá. “En Perú lo aman y lo odian”, puntualiza Canale.

Simón Bolívar

Logró regresar a Perú en 1824, junto a Bolívar, con quien se había reunido en Ecuador. Es allí donde muere asesinado misteriosamente un año después, con tan solo 35 años. Su asesinato dió lugar a investigaciones y polémicas, pero se sabe que los autores materiales fueron Candelario Espinoza, un ex militar realista, y Ramón Moreira, esclavo y cocinero de Francisco Moreira y Matute, uno de los fundadores, junto a Monteagudo, de la Sociedad Patriótica de Lima. Ambos recibieron pena de cárcel: 10 y 6 años respectivamente.

Luego de una disputa con Perú, sus restos descansan hoy en su Tucumán natal. “Un tipo muy libre y por eso mismo muy peligroso para quienes no ejercen de verdad la libertad y solo la proclaman. Por más que hoy se hable de ‘la libertad, la libertad’. La libertad no se proclama, se es libre o no se es”, sentencia Canale.

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Tomás Rodríguez

Tomás Rodríguez

Redactor.

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