Todos los años, los que nos dedicamos a escribir sobre cine seguimos con atención los festivales. Más que mostrar lo mejor de este arte, permiten ver tendencias varias, sea del mercado, sea estéticas, sean ambas a la vez. Como todos saben -y sufren- un virus ha interrumpido la mayoría de las actividades humanas, especialmente aquellas que implican juntar a muchas personas en un solo lugar o viajar. Da la casualidad de que los festivales de cine caen en ambas categorías, lo que implica que, más allá de los ya realizados -Berlín y Rotterdam, ambos bastante juntos a principios de año, aunque ya con problemas por las delegaciones que llegaban desde Oriente- es difícil saber si habrá alguno o no próximamente.
Fechas. Buenos Aires ya perdió el Bafici. De Mar del Plata, aún no se sabe gran cosa. Se supone que ocurrirá, lo mismo que Venecia. La gran incógnita es Cannes, que pasó sus fechas tradicionales de mayo, primero, a junio; luego a julio y ya no se sabe a cuándo. El problema es que deberían “correrse” todos los festivales grandes (especialmente Venecia) y no sería posible, sin hablar de la tradicional rivalidad entre ambos encuentros, los más antiguos de la especialidad. Pero habrá paliativos.
Es importante, antes, entender por qué hay muchas discusiones y presiones en el mundo del cine alrededor de la realización de estos encuentros. Pongamos a Cannes como ejemplo. De hecho, no se trata de una muestra para el público (que solo puede entrar a las sesiones “oficiales” cuando queda lugar) sino para los especialistas y la industria, y no todos con el mismo grado de prioridad. Cannes es el lugar donde se lanzan producciones, donde se concretan negocios y donde, en el mercado, se negocian las distribuciones y exhibiciones. Su director artístico Thierry Frémaux (visitante frecuente a estas tierras) es además un gran defensor del cine en salas. Después de descartar hacer un festival “real”, avanza ahora con una idea: la de presentar una parte de la Selección Oficial de este año en los festivales que siguen y que, en principio, tienen asegurada su realización. Los films llevarán un sello “Cannes 2020” y se mostrarán en las salas de esos festivales. Se tratará de películas que tienen su salida asegurada -en el hemisferio Norte, donde las cuarentenas ya declinan y la normalidad se acerca- en el último tramo del año. Porque otras no solo no tienen -ni tenían- estreno programado sino que, en muchos casos, pospusieron sus lanzamientos a 2021. Eso en el caso de que estén terminadas.
Pero la parte del león sí tiene fecha: Cannes lanzará su mercado, ese foro donde tanto se decide, entre el 22 y el 26 de junio, y será virtual. Negocios, se sabe, son negocios, y de eso depende en gran medida su supervivencia.
Venecia aún está en veremos. Los rumores que consigna “Variety”, publicación especialmente aliada de las grandes muestras, dicen que a finales de mes se decidiría si se realiza o no. Es un problema mayor: el norte de Italia está entre las zonas más afectadas por el Covid-19. En estos momentos, los organizadores están realizando una encuesta entre los potenciales asistentes para saber si vale realmente la pena realizarlo. Parte del encanto de estos encuentros tiene que ver con la posibilidad de que directores y estrellas presenten las películas y hablen de ellas. En gran medida, son una vitrina que permite colocar productos. Sin eso, tienen menos sentido a menos que haya un mercado. Y no es justamente ese el fuerte de Venecia.
Entre los primeros festivales que cayeron, se encuentran dos estadounidenses especialmente dedicados al cine independiente. Uno es SXSW, que es más que un festival de cine: se trata de una muestra de nuevas tendencias y vanguardia joven, especialmente orientada a las generaciones digitales. Pero, justamente por eso, resulta bastante influyente, hoy incluso más que Sundance (que sí pudo realizarse). El otro es TriBeCa, la muestra creada post “11/S” por Robert DeNiro. Ambos cerraron trato con San Sebastián y Zurich para presentar en los respectivos mercados de cada festival una selección de las películas que originalmente formaban parte de sus grillas. Es especialmente importante para Zurich, dado que es relativamente nuevo y hasta ahora no ha desarrollado un mercado.
Conveniencias. Algo también importante: en algún momento, los festivales deberán volver a funcionar porque es el lugar que asegura, al menos, la venta de contenidos a las plataformas o los canales digitales. La mayor parte del cine contemporáneo requiere de los festivales porque, con la distribución completamente tomada por los tanques de Hollywood (cada vez más caros de producir, cada vez más riesgosos, cada vez más necesitados de todo el público posible en el menor tiempo), permiten la difusión de un material creciente en cantidad y huérfano de “ventanas”. De allí que quienes estén “en crecimiento” aprovechen la escasez para crecer. Pero hay problemas para las muestras de la segunda mitad del año. Los grandes directores, ante la caída de Cannes y Venecia -por lo menos- pueden conservar sus películas para el próximo año y no ir a muestras como nuestra Mar del Plata. Es decir: también será difícil conseguir películas. Que, por otro lado, hoy no se están haciendo por razones de salud pública universal. Todos quieren ir a las muestras “grandes” porque se aseguran un ruido de prensa que los otros no tienen. Y porque además “canonizan”. Un realizador que gana Cannes o Venecia tiene un pie en la industria más grande, aunque no sea necesariamente la de Hollywood.
En este punto, es interesante pensar cómo medrarán las plataformas. Muchas películas que no van a encontrar ventanas posibles, ni un festival donde puedan exhibirse como corresponde, podrán ser adquiridas fácilmente por Netflix y sus competidores. Pero también tienen problemas: el stock se agota y las plataformas, hoy, requieren mucho más contenido que los cines. Como dijimos, la producción está cortada. Por ese lado, entonces, los precios del audiovisual encontrarían un equilibrio, incluso sin festivales. Entonces, la pregunta: ¿para qué servirán los festivales si se pueden hacer tratos por fuera de ellos? ¿Se dividirá finalmente el audiovisual entre films medios y pequeños directos a plataformas y cines solo colonizados por grandes “blockbusters”? ¿Y qué lugar tendrá una muestra como Cannes en ese ecosistema? El panorama es de enorme dificultad y este hiato para el cine no específicamente “mainstream” puede llevar a un cambio radical en todo el negocio, donde solo queden en pie los más fuertes.
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