Es la fiebre del momento en el mundo del arte. Un suceso que desde hace tiempo reunía las condiciones para crecer de forma exponencial y que durante la pandemia encontró el contexto más propicio para explotar. Se trata de un nuevo modo de comercializar obras, por vías virtuales, con una tecnología asociada a las criptomonedas.
En marzo, la casa de subastas internacional Christie's vendió en 69 millones de dólares un collage del artista digital Beeple, llamado “‘Everydays’: los primeros 5.000 días”. La noticia recorrió el mundo. No sólo porque Mike Winkelmann, tal el verdadero nombre del artista, se convirtió en uno de los creadores mejor cotizados del planeta en vida, sino también porque volvió popular un término hasta ahora desconocido para el gran público: NFT.
¿Qué es un NFT? La sigla quiere decir exactamente: “Non-Fungible Token”. Se trata de un “archivo” único, por eso el término “no fungible” -no intercambiable como la moneda- que se “acuña” en la obra (“mint” es el verbo que se usa en inglés) con un proceso criptográfico similar al de las criptomonedas. Funciona como un certificado de autenticidad y de propiedad. Da garantía de que esa obra digital, que no existe en el mundo físico, es la original. Y es ese certificado el que se puede comprar y volver a vender.
El procedimiento para crear un NFT se conoce hace muchos años pero explotó comercialmente en los últimos meses, según los especialitas, a causa del crecimiento de las actividades en internet que provocó la pandemia. Los diarios y portales de internet no se cansan de repetir algunos hitos en la escalada del mercado de los “nifties”, como algunos los llaman cariñosamente. Por ejemplo, Jack Dorsey, el CEO de Twitter, vendió el NFT de su primer tweet por 2.9 millones de dólares (el tweet decía: “just setting up my twttr”). Otro ejemplo: unas pequeñas figuritas llamadas “criptopunks” coleccionables alcanzaron en estos meses el valor de 7.57 millones de dólares. Y hace pocos días un conocido meme bautizado “Doge”, se vendió en 4 millones de dólares.
A esta altura, es importante aclarar que casi cualquier cosa puede transformarse en un NFT: un poema, un artículo de diario, un dibujo, un collage, un diseño. Y hasta hay un mundo virtual llamado Decentreland, en el que cada calle, edificio y obra de arte es un NFT. Allí los compradores de estos objetos tienen la posibilidad de exhibirlos y adquirir, para eso, una parcela de tierra (virtual, obviamente). El precio promedio de cada terreno ronda el millón de dólares. El mercado inmobiliario digital ha sido uno de los más rentables en el último año.
Todas esas cosas suceden ligadas a la plataforma (“blockchain” en la jerga criptográfica) Ethereum, que no sólo tiene su propia criptomoneda; sino que también se ha constituido en el soporte para proyectos ligados al arte, los juegos y a universos como Decentreland. Esa posibilidad ha hecho que la mayoría de las transacciones de obras de arte se realicen con la base del ethereum, una de las criptomonedas que más han crecido en el último año.
El universo de los NFT
Para quienes están familiarizados con el universo de las criptomonedas, los NFT no son más que una extensión de la misma filosofía, con casi idénticos procedimientos. Pero para la enorme mayoría del planeta, se trata de conceptos incomprensibles, difíciles de incorporar con una explicación somera. A quienes participen por estos tiempos en cualquier actividad relacionada con el mercado del arte (artistas, coleccionistas, galeristas, curadores, etc), no les queda más remedio que hacer un curso acelerado en la materia, porque los NFT han inaugurado un nuevo capítulo en la comercialización y circulación de las obras.
“Es un mercado nuevo, desconocido para quienes estamos acostumbrados a vender la obra de arte en forma física -explica Nahuel Ortiz Vidal, a la cabeza de Subastas Roldán y Galería Barro-. Yo conozco una forma de vender arte en que la gente te compra un Quinquela o un Pettoruti y se lleva el cuadro a la casa. Tal vez a los compradores de NFT no les interesan las obras físicas”.
Una de las ventajas que presentaría este mercado para los artistas, es la eliminación del intermediario tradicional. Sin embargo, el proceso de “tokenización” de una obra cualquiera tiene un costo y las galerías virtuales donde se exhibe esta clase de trabajos también cobran una comisión.
“Hay una masa de artistas haciendo esto -dice Ortiz Vidal- En el arte tradicional, ya se vende en criptomonedas. Y en la última feria Frieze de Nueva York era el tema obligado de discusión: '¿lo que vale es la obra o el certificado de autenticidad que dice que soy el dueño?'”.
Para artistas y coleccionistas la posibilidad de entrar en este mundo es muy tentadora. No sólo se manejan cifras increíbles, sino que además el futuro parece habitar en estos modos virtuales de poseer el arte. Por la escalada de precios, muchos hablan de un burbuja que no durará en el tiempo. Pero, en principio, las criptomonedas han demostrado ser una opción mucho más segura de lo que todos imaginaron en el pasado.
Un artista digital
Andrés Reisinger es uno de los artistas argentinos mejor cotizados en el mercado del NFT. Vive desde hace años en Barcelona, donde estableció su estudio de diseño. Aunque vende en forma tangible sus trabajos, su creación es eminentemente digital. Reisinger proyecta entornos animados para muebles/esculturas muy originales. El precio máximo que se pagó por sus diseños fue 450.000 dólares, valor que abarcaba un conjunto de 10 trabajos.
“Los NFT generaron una 'escasez' artificial -explica a NOTICIAS-. A través de ellos se logró hacer únicas obras digitales que sin esa tecnología podrían ser reproducibles infinitamente. Antes de que existieran los NFT era dificil conseguir coleccionistas a los que les interesara comprar obra digital”.
Para los artistas de la virtualidad, explica Reisinger, esta tecnología es casi un milagro. Un procedimiento que también logró valorar en términos monetarios piezas como videos o fotografías que no lograban alcanzar un cotización acorde a su importancia.
“El caso de Beeple es muy especial. Siempre fue un referente en el mundo del arte digital, un pionero. El vivía, como todos nosotros, de hacer trabajos específicos para algunas marcas. De repente, la tecnología de los NFT se hace pública y los artistas que tenían una comunidad muy grande de seguidores y coleccionistas, tuvieron la posibilidad de vender sus obras. Es una innovación tecnológica que no existió nunca en el mundo”.
El historiador del arte Juan Cruz Andrada, que dictará en julio el curso “¿Qué es el Criptoarte? Introducción al arte en la era de su tokenización” en Malba, se pregunta qué efectos tendrá esta nueva forma de mercado para el desarrollo artístico. Por ejemplo, un reclamo recurrente de los creadores es cobrar derechos cada vez que se revende su obra. Esto podría lograrse fácilmente con los NFT, que tienen la posibilidad de registrar todas las transacciones y también la de establecer, de entrada, que un monto en cada “pase de manos” se destine al artista.
“En el arte digital, hay artistas que hacen una obra desde su casa, la acuñan, la suben a galerías virtuales y se hacen una base de fans a quienes les venden su trabajo. Esto está cambiando el sistema de venta del arte. Y Sotheby's y Christie's se están adaptando muy rápido a este mundo”, explica Andrada, apuntando al factor económico en la base esta revolución. “El dinero circulando en los mercados genera sentidos y es inevitable la generación de sentidos y jerarquías artísticas en este sistema de mercado donde el arte circula”, concluye.
“Mientras la pandemia paraba la producción, los mundos virtuales no dejaban de funcionar. La sociedad de las tierras virtuales se llena de agitación comercial. Sus monedas alcanzan la más alta cotización. Sus obras de arte y sus 'mejores tierras', los más altos precios. Mientras lo real se desertizaba, sin necesidad de esperar los efectos del cambio climático, lo virtual se llena. En los mundos virtuales regulados por Blockchain, todo ha sido purificado, inmunizado e inmortalizado”, escribió el sociólogo español Javier Callejas.
¿Que le deparará a la creación artística esta burbuja de inversiones virtuales? No sabemos con certeza cómo transformará este mercado el devenir histórico del arte. Pero la revolución está en marcha y, por la velocidad inherente las nuevas tecnologías, muy pronto conoceremos los resultados.
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