Nada puede compararse al placer que se experimenta frente al hecho teatral en vivo. Esa especie de ceremonia pagana, ante un Dios a la vez benévolo y exigente que constituye el público, donde los feligreses simbolizados en actores y actrices, llevan a cabo un rito ancestral, cuyos orígenes se remontan a la civilización griega y aún más atrás. Porque quizás, fue en los antiguos ritos prehistóricos de caza en los que el ser humano comenzó, con lentitud, a ser consciente de la importancia de la comunicación en las relaciones sociales.
En estos impiadosos tiempos de pandemia, donde la palabra cuarentena se ha vuelto un vocablo de uso cotidiano, se produjo una situación inédita en la historia de la humanidad. Por primera vez, los teatros del mundo entero cerraron sus puertas con el fin de evitar contagios en espacios cerrados. Algo que no había ocurrido ni siquiera en las dos grandes guerras mundiales del siglo XX, lo cual provocó que esos lugares únicos, donde se puede vivir la experiencia intransferible de ver sobre un escenario a alguien físicamente presente, bajaran sus telones durante casi la mayor parte del año pasado.
Aún cuando Broadway y el West End londinense todavía mantienen sus marquesinas sin iluminar, temerosos de lo que fue una feroz segunda ola de contagios; por el contrario, en toda España, como única y primera nación europea, las encendieron en pleno verano del hemisferio Norte. En noviembre, la actividad local se retomó en la ciudad de Buenos Aires, con estrictos protocolos de seguridad que incluyeron aforos reducidos sobre la capacidad de espectadores. Si cotejamos con lo sucedido en la mayoría de los canales de televisión abierta o dentro de varios equipos de fútbol, la experiencia demostró que, a pesar de un ínfimo porcentaje de positivos en algún elenco, se trató de sitios totalmente seguros para el público. Sin embargo, con las nuevas restricciones gubernamentales y sin la masiva vacunación que concretaron otros países, tanto los espacios teatrales como las salas cinematográficas de Argentina, volvieron a cerrar.
Teatro por streaming
Ante semejante catástrofe, que impactó en las industrias creativas y exacerbó la vulnerabilidad del sector, apareció un posible paliativo. El “streaming”, un tipo de tecnología multimedia que envía contenidos a dispositivos en cualquier momento que se desee, sin someterse a los horarios del proveedor. La palabra mágica genera pesadillas para los más ortodoxos del arte escénico que afirman enardecidos: “¡Eso no es teatro!”. Pero, más allá de los detractores, resulta un digno consuelo para los sufridos productores, artistas y aquellos involucrados en ese variado ecosistema que se genera al concretar una propuesta escénica. A través de esta posibilidad, apareció una pequeña luz de esperanza que posibilitó la continuidad de la actividad. Las puestas en escena se hicieron globales y se acercó a espectadores de todo el mundo montajes que se desarrollan en cualquier lugar del planeta. Así, la transmisión de obras de teatro, recitales, óperas y conciertos terminó de hacerse realidad y los límites de las fronteras, por lo menos de forma simbólica, se rompieron. Lo curioso es que, la primera vez que se escuchó hablar de “streaming”, fue en los años veinte del siglo pasado, cuando ni siquiera existía internet. La empresa estadounidense Muzak desarrolló una plataforma de música ambiental para una cadena de negocios y tiendas minoristas. Con el perfeccionamiento de las redes, llegó la transmisión en vivo e inaugural para todo el mundo. Ocurrió en 1997, cuando la banda californiana Severe Tire Damage, emitió un concierto de rock and roll.
Escena internacional
La imparable evolución tecnológica siguió su camino hasta llegar, por ejemplo, al reciente lanzamiento de la plataforma británica National Theatre at Home, que pertenece al famoso National Theatre o Royal National Theatre, la compañía nacional de teatro inglesa, creada en 1963, cuyo primer director fue el legendario Laurence Olivier. Esta temporada decidió sumar el nuevo emprendimiento luego de obtener, en 2020, unos quince millones de visitas en ocasión de subir a YouTube sus grabaciones efectuadas a varias cámaras, de forma gratuita. Ahora, por un abono mensual de £9.99 libras por mes o su equivalente en dólares de US$ 12.99, se pueden ver obras de teatro. Todas las opciones de esta suerte de “Netflix del teatro”, tienen subtítulos y descripciones de audio para personas con problemas de audición e incluyen auténticos imperdibles como la tragedia “Fedra” de Racine, con Hellen Mirren, la espléndida actriz ganadora del Oscar, en el rol de la mitológica reina de Atenas que se enamora desesperadamente de su hijastro Hipólito (Dominic Cooper). Otra pieza es “Mosquitos”, de Lucy Kirkwood, con la impactante Olivia Colman, también galardonada con un Oscar por “La favorita” y el Globo de Oro por la miniserie “The Crown”. La versátil intérprete da vida a una de dos hermanas que participan de un drama doméstico en el que se exploran cuestiones fundamentales sobre la naturaleza humana y el futuro. También se destacan “Coriolano”, el texto bélico de Shakespeare que relata el ascenso y caída de un general romano, con el brillante actor Tom Hiddleston (acaba de estrenar la serie “Loki”, en Disney+) y “Amadeus”, de Peter Shaffer, donde asistimos al enfrentamiento entre Mozart (Adam Gillen) y Salieri (Lucian Msamati), con el acompañamiento orquestal en vivo de la Southbank Sinfonia.En paralelo, los hispano hablantes, tenemos Teatroteca, dependiente del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAEM), perteneciente al Ministerio de Cultura de España. En esta web de acceso gratuito hay muchos clásicos, obras contemporáneas y del Siglo de Oro español, algunas con subtítulos o audio descripción. Entre ellas, el gran Héctor Alterio realiza en “Yo, Claudio” una actuación superlativa. El montaje, dirigido por José Carlos Plaza de la versión de José Luis Alonso de Santos sobre la obra homónima de Robert Graves, inauguró el Festival de Teatro Clásico de Mérida de 2004.
Platea local
Nuestra compatriota Mirta Romay, hija del recordado zar del teatro y la TV, Alejandro Romay; celebra seis años de la plataforma local Teatrix ($ 499 el abono mensual) y replica su idea con la creación de filiales en España y México, al tiempo que suma nuevos espectáculos al catálogo.
Entre los títulos más significativos hay importantes y recientes éxitos comerciales y de público como: "Un rato con él" con la atractiva dupla de Julio Chávez y Adrián Suar, "Filosofía de vida" con el inolvidable Alfredo Alcón, junto a Claudia Lapacó y Rodolfo Bebán; "Salsa criolla" con el lenguaraz Enrique Pinti. También "La Casa de Bernarda Alba", de García Lorca, en versión libérrima del irreverente José María Muscari; "La Nona", de Tito Cossa con Pepe Soriano; el musical vernáculo "Tanguera", con Mora Godoy, los unipersonales de Juan Pablo Geretto, "Como quien oye llover" y "Yo amo a mi maestra normal"; y las producciones de la histórica dupla del musical argentino Cibrián-Mahler; entre otros títulos y artistas.
Dado que no debemos hacer futurología, solo el tiempo dirá si el streaming teatral llegó para quedarse.
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