“Si usted cree que los artistas son inútiles, trate de pasar la cuarentena sin música, libros, poemas, películas y pinturas”, la frase es de Stephen King y la subió días pasados, escrita a mano sobre un cartel de cartón casero, a su cuenta de Twitter, una de las más activas y divertidas en esta red social.
King traduce así la preocupación mundial que provocan las medidas de aislamiento sobre las industrias culturales, una de las áreas económicas más afectadas por la expansión del coronavirus.
Días pasados, en España, 100 artistas galardonados con el Premio Nacional que otorga el Ministerio de Cultura de ese país, hicieron un reclamo al gobierno por medidas de protección para el sector, en una carta firmada por nombres tan famosos como los de Pedro Almodóvar, Marisa Paredes, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo y la cantante Martirio, entre otros. “Las cerca de un millón de familias que en este país viven y comen directamente de las industrias culturales, más que sus aplausos, sus artículos de prensa, sus tuits y sus recomendaciones, lo que necesitan es que ustedes se pongan manos a la obra”, dice un fragmento de la carta sobre la acción de estas industrias que, además, representan un 3,2 por ciento del PBI y que motorizan alrededor del 20 por ciento del negocio del turismo en España.
En la Argentina, todavía no se ha producido un pronunciamiento similar de parte de artistas e intelectuales. El Ministerio de Cultura de la Nación, con política celeridad y en cuanto se decretó la cuarentena, lanzó algunos programas económicos con la intención de colaborar con los sectores más vulnerables dentro de su área, como el Plan Podestá de apoyo al teatro independiente o el programa Puntos de Cultura que intenta fortalecer organizaciones comunitarias o fondos de emergencia para colaborar con los Centros Culturales que lo requieran.
Una de las medidas tomadas por este organismo, el redireccionamiento de los fondos destinados a la participación en la Feria del Libro hacia la compra de ejemplares para Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) tiene que ver con uno de los sectores de la economía cultural más afectados en los últimos años: el que involucra la producción y venta de libros.
La semana pasada, en un comunicado emitido por la Cámara Argentina del Libro y dirigido al Ministro de Cultura, Tristán Bauer, se reclamaba “la declaración de la emergencia del sector, la instrumentación de financiamiento, la puesta en marcha de líneas de crédito especiales y la suspensión temporal del pago de cargas patronales, entre otros temas”, advirtiendo que a los efectos de la crisis planteada por la pandemia, se suma la dífícil situación que atraviesa el sector del libro en los últimos 4 años. “Las consecuencias pueden ser devastadoras tanto a nivel económico, social y cultural librando al sector al cierre masivo de librerías, editoriales independientes, y perjudicando el acceso a la producción de conocimiento, materiales educativos y bienes culturales para todos los argentinos”, finaliza el comunicado.
Un texto casi simultáneo emitido por la Cámara de papelerías, librerías y afines advirtió sobre la caída del 70 por ciento de las ventas en librerías, un negocio que se sostuvo con enormes dificultades en los últimos años y que teme no resistir la recesión impuesta por la lucha contra el coronavirus.
Tal como lo plantea Stephen King, la vida en estas circunstancias sería mucho más penosa sin esas millones de horas de contenidos culturales vertidos gratuitamente a las redes: libros, películas, series, visitas virtuales a museos, entrevistas on line, lecturas, clases, conferencias, recitales. El mensaje es importante. Porque no sólo del Estado depende la construcción de un modelo cultural sostenible y de alta calidad. También es fundamental el aporte de cada uno de nosotros para que estas industrias generen ingresos de peso en la economía de todos.
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