Aunque confiesa no querer superar los 90 años, parece imposible imaginar un porvenir para el arte argentino sin la explosiva intervención de Marta Minujín. Esta semana fue noticia por el festejo performático de su cumpleaños número 80.
El Museo Malba cerró sus puertas para agasajarla y tapizó el techo de globos negros para la fiesta, según las indicaciones de la artista. Doscientos invitados rigurosamente seleccionados, entre lo más distinguido del mundo del arte (artistas, galeristas, curadores, prensa especializada) llegaron ataviados según el “dress code” sugerido: ropa negra y anteojos oscuros.
Un rato después de la hora señalada en la invitación, las 8 de la noche, Minujín llegó a la puerta del museo en un colectivo de la línea 67, escoltada por un grupo de jóvenes maquillados con motivos picassianos, (un homenaje de la artista a Pablo Picasso por los 50 años de su muerte).
Llevaba un vestido vaporoso de tul rosa sembrado de flores en el mismo tono, un regalo de Amalia Amoedo, diseñado por Jorge Rey. Y, en la mano, un ramo de flores negras que le envió Teresa Bulgheroni, presidenta de la Fundación Malba. Así se completaba el atuendo para “casarse con la eternidad”. Por que esa era la idea detrás de la fiesta-performance: comprometerse en un matrimonio con el arte, que durara hasta siempre jamás.
Como en toda boda tradicional, llegó el momento de bailar el vals. “Danubio azul”, empezó a sonar pocos minutos después de la entrada de Minujín y ella misma fue la primera en ocupar el centro del salón para danzar. Al ritmo de la melodía de Strauss, pronto ocuparon la pista casi todos los invitados, participantes indispensables del happening.
Y llegó la hora de cortar la torta (negra, por supuesto) y de tirar el ramo. La agasajada agradeció los regalos y la celebración, y volvió a subirse con su escolta al 67.
Hacia adelante
Marta Minujín avanza sin pausa hacia el futuro planeando en forma incesante su agenda por venir. Al final de la fiesta, se reunió con un grupo de periodistas y fans a charlar y la conversación empezó con una descripción detallada de lo que la espera en 2023 y 2024. En principio, una exposición en el Museo Judío de Nueva York, una de las ciudades que más quiere y donde vivió en los primeros años de su carrera. Esa muestra va a durar 6 meses y abarcará su historia completa en el arte, desde los 12 años.
Además, será protagonista de una exhibición en la Pinacota de San Pablo, en Brasil. También es una retrospectiva, pero incluye sus trabajos desde el año 2000. En 2024, una de sus obras más importantes, hito insoslayable del siglo XX; “La Menesunda”, recorrerá diversas instituciones de Europa.
Pero el proyecto que más la emociona es repetir el “Partenón de libros”, la obra que inauguró en 1983, con los textos prohibidos por la dictadura, y que este año regresará para celebrar los 40 años de democracia. “Voy a hacer el Partenón de la misma medida, en las inmediaciones del CCK. Se va a inaugurar el 25 de mayo y va a quedar abierto 3 meses. Después la gente se va a llevar los libros”.
“Marta es una artista joven; si bien estamos festejando sus 80 años -dice María Amalia García, Curadora en Jefe de Malba-. Es evidente su vitalidad, su capacidad de sorprender, de transformarse y fundamentalmente, de transformarnos a nosotros; espectadores, en versiones renovadas de nosotros mismos”.
Justamente en Malba, la institución que eligió para festejar su cumpleaños 80 y “casarse con la eternidad”, ya había festejado sus 70 (un “casamiento con el arte”). Este museo fue también el que realizó en 2010 la primera retrospectiva de su obra en la Argentina.
Con un puesto destacado en la historia del arte, como artista pionera del happening y la performance, Minujin tiene la particularidad de ser amada por todo el mundo, aún por aquella gente nunca visitó un museo. “No puedo salir a tomar un café ni caminar por la calle, me tengo que poner una peluca negra. Pero si me escuchan hablar, me reconocen enseguida”, cuenta.
Atribuye tanto cariño al hecho de haber realizado obras efímeras, con materiales que la gente podía llevarse. “El 'Obelisco de pan dulce', el 'Partenón de libros', el 'Lobo marino de alfajores'. Esa obra en Mar del Plata es la única que permaneció”.
¿Lo más la impactó en los últimos tiempos? La multitud que rodeó el obelisco cuando Argentina ganó el Campeonato mundial. “Fue un happening. Un fenómeno internacional. Ahora hay que hacer un mundial de arte. E invitar a todos los artistas”.
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