★★★★ Treinta y tres años de trayectoria hay detrás de estas presentaciones del Ballet Folklórico Nacional, fundado por Norma Viola y Santiago Ayala. Aunque no figure ningún nombre asumiendo la dirección de la compañía (pronto se concursará ese cargo), es evidente que en la actualidad las sabias manos de Analía Domizzi (asistente coreográfica) y Raúl Marego (programador artístico) cumplen esa función llevando al elenco por un camino donde tradición y contemporaneidad dialogan con fluidez.
Ese intercambio de estilos lleva, por ejemplo, a que en las dos obras centrales de este programa los bailarines lleven los pies desnudos y transiten un lenguaje que tiene mucho de folklore estilizado. Un lenguaje que habla e interpela al hombre y a la mujer de hoy, y que abre el juego hacia ámbitos que se escapan del recorte del gaucho y la paisana para desplegar la danza en cualquier tiempo y lugar.
El primer segmento lo ocupó la reposición de “Cuatro estaciones Vitale’s”, estrenada en diciembre de 2022, sobre la música del afamado músico argentino. Abrió la obra ‘Equinoccio de primavera’, con el reconocible estilo de Vitale, seguido de ‘Zamba de verano’, presidido por una impactante pirámide humana, con notoria exaltación de la figura femenina. Una zamba más vertiginosa dio base musical a ‘Dicotomía otoñal’, culminando con un potente ‘Invierno en acción’, donde las mujeres entrelazaron su delicada firmeza con una apenas sugerida competencia de malambo masculino. La búsqueda permanente y el encuentro intermitente fueron el hilo conductor de esta eficaz coreografía de Alexis Mirenda y Jorge Vázquez, que permitió el lucimiento de todos.
Un clásico de la compañía, el “Pericón nacional”, trajo una ráfaga de color y alegría en el vestuario con fervoroso desempeño de los bailarines; mientras que “Huellas” propuso un dúo más íntimo, que Agustina Vigil y Alexis Bogado interpretaron con pasión.
Para el final, la compañía ofreció “Cuando sale el sol” con la participación en vivo de Los Núñez (Juan DANZA Núñez en bandoneón, Marcos Núñez en guitarra y Diego Wainer en contrabajo). Con raigambre en el chamamé y el espíritu litoraleño, una mínima línea argumental y toda la pujanza del elenco y de la estupenda pareja integrada por Cándida Mazzacote y Adrián Verges, el trabajo cerró una velada celebratoria de un reencuentro con lo más profundo de nuestras raíces, revisitado por una mirada actual.
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