La heterogeneidad que existe entre los distintos estados o provincias dentro de un mismo país es un fenómeno usual en todas partes del mundo, sea por cuestiones demográficas, culturales, económicas u otras. Más aún, la historia nos ha dado un vasto abanico de ejemplos en los cuales uno de estos estados considera ser tan distinto (o mejor) que se vería favorecido si se separara del Estado-nación. Dentro de estos casos podemos nombrar ejemplos de gritos minoritarios en California y más avanzados, como en el caso de Cataluña. ¿Motivo? Tanto California como Cataluña representan estados prósperos dentro de Estados Unidos y de España, respectivamente. Con respecto a esto último, existe un reclamo habitual acerca de que los recursos que se les provee a estos estados se encuentran muy por debajo de los recursos que éstos aportan a la Nación. Justamente ese es el motivo económico del reclamo para avanzar en las ideas independentistas.
En la Argentina, en las últimas semanas surgió un reclamo similar por parte de Alfredo Cornejo, ex gobernador de la provincia de Mendoza y titular de la Unión Cívica Radical (UCR). Cornejo planteó la posibilidad de la separación de Mendoza de la Argentina ante lo que considera discriminación por parte del gobierno nacional hacia provincias con mandatarios de distinto signo político, acusándolo de demorar y administrar fondos discrecionalmente. Esta acusación fue posterior al freno a la iniciativa Portezuelo del Viento. Puede ser una acusación para negociar el avance del proyecto o marcar posición de que -esta vez- las provincias defenderán los recursos que aportan a la Nación.
Autonomía Económica. Mendoza aporta 4,6% a la economía del país (PBI), mientras que recibe en forma de coparticipación menos, cerca de 4,1% del total de ese reparto. Es decir, aporta 0,5% más de lo que recibe por coparticipación. No es la única. En la Argentina hay varias provincias que aportan más de lo que reciben. La de Buenos Aires es la que más pierde: aporta cerca de 40% del PIB y recibe solo el 20% de la coparticipación. La ciudad de Buenos Aires y las provincias de Córdoba, Santa Fe (provincias agrícolas), Neuquén y Chubut (provincias petroleras) están en la misma situación. Como en toda redistribución, los mayores aportes se dirigen a las provincias más vulnerables, como Formosa, Chaco y Santiago del Estero.
Autonomía Fiscal. A nivel fiscal, las provincias podrían proponer sustituir impuestos nacionales (como IVA o Ganancias) por provinciales que tributen el mismo hecho imponible. Hay provincias que podrían avanzar en este sentido para ganar autonomía. Mendoza, por caso, tiene una de las recaudaciones provinciales (como porcentaje de sus ingresos totales) más altas del país, siendo de 30%, únicamente detrás de la ciudad de Buenos Aires (68%) y de la provincia de Buenos Aires (38%), y lejos del promedio nacional (21%). Es decir, fiscalmente hay provincias que son más autónomas (las agrícolas, petroleras y de servicios) y otras muy dependientes de la Nación (Formosa: solo 5% es recaudación propia, La Rioja y Catamarca, con menos del 10% de sus ingresos).
Mas allá de que existen argumentos económicos para avanzar y llevar a cabo el sueño de ser independiente, hay cuestiones legales (la Constitución Nacional) y hasta culturales (los expertos dicen que hay que tener una fuerte base cultural o religiosa para avanzar en la autonomía) que hacen fracasar estos proyectos. Así que, a modo de conclusión, más allá de que existen argumentos económicos para ganar autonomía, lo cierto es que, a nuestro entender, el reclamo subyacente que existe es que las provincias tienen que empezar a defender lo que reciben de Nación. Defender, porque lo que reciben mejoró notablemente durante el gobierno de Cambiemos. Hay alternativas al camino de la autonomía. Discutir un mejor equilibrio en la ley de coparticipación sería la herramienta ordenada. El camino de la autonomía suena lógico, pero debería ser un argumento para evitar los atropellos de la Nación a las provincias. ¿Se imaginan si Neuquén, con Vaca Muerta debajo de sus límites, quisiera independizarse?
* El autor es economista y director de FMyA.
por Fernando Marull
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