Los síntomas del bimonetarismo son bastante claros. Pero quizás nada mejor para entenderlos que referir lo ocurrido cuando la policía de Brasil allanó al José López brasileño y lo encontró con 16 millones de dólares…pero en reales, no en dólares ni en euros. En duro contraste, en la Argentina se usa el dólar para computar el patrimonio -legal o ilegal- para ahorrar, valuar inversiones y comprar bienes durables. El pobre peso sólo se usa para lo cotidiano, el pago de salarios e impuestos y el gasto público. Es, también, la moneda usada por los más pobres, con mucho menor acceso al “verde”.
Sin sanar de esta enfermedad se le seguirá haciendo cuesta arriba a la Argentina retomar un sendero de progreso económico y social o, como prefiero llamarlo, de productividad inclusiva. La cura es posible, como lo muestran, cerca nuestro, Perú o Uruguay. Algunos proponen la dolarización –como hicieron Ecuador, El Salvador y, hace añares, Panamá. Su impacto inicial puede ser positivo, con baja más rápida de la inflación. Pero, al no poder devaluar, si caen los precios de las exportaciones –como en 2001 - todo el ajuste necesario será vía una recesión fortísima.
La causa central del bimonetarismo es la inflación crónica, hija a su vez del déficit fiscal crónico. Esto ocurrió, lentamente, desde los años 1940 –la llamada “inflación latina”- luego estalló en el “rodrigazo” de 1975, cuando el déficit fiscal trepó al record de 12,4% del PIB. Allí la Argentina entró en la megainflación que duró casi 14 años –con la excepción de 1986, por el Austral- hasta llegar a la hiperinflación en 1989. Otra gran oportunidad perdida fue en 2005, malversando la inflación de 4,4% del año anterior.
Es casi imposible erradicar el bimonetarismo sin acuerdos políticos en cuestiones de fondo. Derrotar la inflación y el déficit fiscal crónicos lleva más de un período presidencial y, si se sospecha que habrá cambio de políticas es muy probable que se vuelva a las andadas. Aunque el gobierno de Cambiemos no intentó un recorte drástico del déficit fiscal, la crisis iniciada el 2018, y agravada a partir de las PASO es elocuente al respecto.
Así y todo, no basta con buscar la solvencia fiscal y monetaria para doblegar al bimonetarismo. También es imprescindible marcar un rumbo claro de la economía y tener buenas políticas de inclusión social. El trípode necesario es invertir en capital físico y humano para generar cientos de miles de empleos formales y así reducir la pobreza y mejorar la distribución del ingreso. A eso llamamos “productividad inclusiva”.
*Sociólogo y economista. Profesor del IAE y de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral.
por Juan Llach, economista*
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