En parte por la pandemia y la extensa cuarentena, pero también por la incertidumbre sobre la política económica en la Argentina (se carece de presupuesto y desde diciembre vivimos nuevamente “en emergencia”), por la inconclusa negociación con acreedores para evitar el default abierto y por la ausencia de instrumentos para enfrentar una crisis (vivimos con déficit fiscal y sin moneda), el 2020 será probablemente recordado como el segundo peor año en términos económicos de toda la historia desde la independencia.
El mayor derrumbe del PBI en un solo año se registró en 1897 con casi 19%, luego de una década de crecer al 8,1% promedio anual. Hasta ahora el segundo y tercer lugar en el ranking de caídas lo tenían las recesiones de 1900 y de 2002. Es muy probable que en este 2020 la economía caiga 13,5% o poco más, por lo que luego de diez años de un mal desempeño macroeconómico estamos otra vez en busca de un piso. Y probablemente estaremos en el podio de los países que más cayeron durante 2020, lo cual obliga a pensar que enfrentamos una “combinación de pandemias” (sanitaria, económica) en un país que vive sin red. Vivir en permanente déficit, recurrentes defaults, sin moneda y fuera del mundo, tiene costos más que privilegios.
Las preguntas que siguen a una caída memorable del PBI son: tras una caída tan fuerte, ¿cuán rápido nos podremos recuperar? ¿Cuál será el impacto de la crisis sobre el empleo? ¿Tenemos riesgos de agravar la crisis utilizando instrumentos –monetarios, fiscales, regulatorios- inapropiados? Demasiadas preguntas para una reflexión tan breve como esta, pero recordemos en primer lugar que cuanto más se prolongue la cuarentena, más débiles serán las empresas que sobrevivan. Sepamos de antemano que el desempleo crecerá fuertemente a la salida de esta cuarentena –más que ahora- simplemente porque la caída de ingresos obligará a muchos a salir a buscar trabajo, y los demandantes de un puesto serán muchos más que los que ofrezcan empleo. No nos sorprendamos si vemos tasas del 18% o más en el GBA para el tercer trimestre. Y finalmente, la inflación está “dormida” hoy a fuerza de represión. Si el menú del Banco Central es seguir con mayor represión, probablemente evite por algún tiempo una hiperinflación, pero no hay comida gratis en este mundo: el costo será profundizar la hiperdepresión.
* El autor es economista jefe de FIEL.
por Juan Luis Bour
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