El serrucho en que se convirtió la economía argentina al menos desde el 2001, tuvo varios efectos, pero el primer de todos fue infundir incertidumbre como elemento clave en los dilemas de la política económica. El saldo es contundente: por ejemplo, entre 2012 y 2024, el PBI se estancó, lo que implica que el ingreso por habitante decreció en la misma proporción que su aumento: 1,2% promedio cada año; una poda del 15% por sobre los regulares niveles de 2011.
En cascada. La primera víctima de este retroceso en cámara lenta es el empleo, porque en una economía desnutrida, la demanda de trabajo también se desinfla. Según el último informe de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, la población económicamente activa (PEA) constituye el 48,8% del total y 45,7% es la tasa de empleo y la tasa de desocupación (personas que no tienen ocupación, están disponibles para trabajar y buscan empleo activamente, se ubicó en 6,4%. Sin embargo, el instinto de supervivencia es muy fuerte y eso generó que ante los ciclos negativos del a demanda de trabajo, vayan apareciendo alternativas de subsistencia: empleo estatal (sobre todo en los niveles provinciales y locales, mezclados con clientelismo), cuentapropismo registrado (monotributo) y, por último, la informalidad.
Del total ocupados, el 27,7% son trabajadores “no asalariados” (cuentapropistas); 46,2% asariados en blanco (públicos y privados) y 26,1%, informales (en negro). Estas proporciones vuelven a retrotraer las cifras a los valores anteriores al salto inflacionario y devaluatorio de fin de 2023. Solamente se percibe un pequeño deslizamiento en la tasa de desocupación (de 5,7% a 6,4%) y de subocupación (de 10,5% a 11,3%), que podría agravarse si se constituye en una tendencia.
En el 4º trimestre de 2024 sí se registró un aumento de la participación laboral y un leve incremento del empleo, pero resultó insuficiente para absorber el crecimiento en la participación laboral.
En un análisis de IDESA sobre estos resultados, se observa que el empleo asalariado registrado cayó en 200 mil personas, el asalariado no registrado se mantuvo estable y el cuentapropismo aumentó en 300 mil personas. Es decir, el empleo subió en 100 mil personas de la mano del cuentapropismo por lo que el desempleo subió en 150 mil personas.
Sin embargo, la relativa estabilidad de los números del desempleo choca con la percepción de gran parte de la gente que considera muy graves los problemas de empleo. ¿Hay falta de empleo? Según los datos del INDEC, entre el 4º trimestre de 2024 y el mismo período del año anterior se observa que el desempleo abierto creció en 150 mil personas, mientras que el empleo demandante (la gente que tiene empleo y busca trabajar más) creció en 250 mil personas. Estos datos muestran que la falta de empleo no se refleja tanto en gente desocupada como en los que quieren trabajar más y no encuentran alternativas. El problema de empleo en Argentina es más de calidad (empleos precarios y mal remunerados) que de cantidad. En la encuesta del INDEC sobre salarios, en diciembre de 2024, dicho índice se incrementó 3,1% mensual y 145,5% interanual. El crecimiento mensual se explica por las subas de 2,8% en el sector privado registrado, 1,7% en el sector público y 6,8% en el sector privado no registrado, quizás influido por la estacionalidad en la demanda de trabajo informal que oficia de válvula de escape. Pero durante los picos inflacionarios del primer trimestre del año, los salarios privados formales superaron holgadamente el promedio general, por la mejor capacidad de negociación sindical que hay en dichos sectores.
En dicho informe, se puntualiza que la razón para que el desempleo sea bajo, aún en tiempos de crisis, es la fuerte expansión del cuentapropismo: cuando una persona no logra conseguir un empleo en una empresa formal generalmente apela a autoemplearse, modalidad laboral que se ve facilitada por las nuevas tecnologías. Por ejemplo, aplicando sus recursos como la utilización de su propio vehículo para transportar personas u objetos como repartidores de plataformas de comercio electrónico. Esto sirve como compensación de la pérdida de empleos formales o de calidad, en una clara apelación al sentido de la supervivencia social.
Es probable, que, además de un mayor dinamismo económico, el impulso a la generación de empleos de calidad no cruce un ambicioso programa de reformas integral en las normas laborales. IDESA marca que con sólo tres cambios puntuales se podrían logran impactos fuertes: permitir a las PYMES desengancharse de los convenios colectivos sectoriales, reducir las cargas sociales en las PYMES estableciendo un mínimo no imponible sobre la masa salarial para las contribuciones patronales y lograr que las justicias provinciales incorporen peritos médicos que se amolden a las reglas del sistema de riesgos del trabajo.
Velocidad. Si bien en el mediano plazo la inestabilidad económica afecta la negativamente la creación de empleo, el interrogante está en conocer cuál es el impacto positivo: o sea, cuánto debería crecer el ingreso para poder generar cada punto porcentual de empleo y/o baja en la tasa de desocupación, pero también cómo debería darse esa secuencia para mejorar cualitativamente la composición de la actual estructura del mercado de trabajo.
El economista Jorge Colina, presidente de IDESA apunta que la relación empleo-producto bruto depende también de la inflación porque licúa el costo laboral. “Entonces, a mayor licuación de costo laboral la relación empleo-producto sube. En general en los ámbitos que hemos visto de 2004-2012 que la economía creció de esa manera, la relación esa fue de 0,7 (1% del PBI hizo subir 0,7% el empleo) y con menos licuación de salario, si el salario real es un poco más alto la cifra da 0,5”, explica. Al mismo tiempo sugiere que en este momento, con atraso cambiario, sin inflación y un salario real relativamente alto, esa relación puede llegar a ser de 0,3. Es decir, en este caso más extremo, por cada punto de crecimiento el empleo con salario formal crece apenas 30%. Esto no es ciencia ficción, porque las proyecciones de la OCDE, por ejemplo, muestran que tras la caída del 1,8% en el PBI de Argentina, en 2025 se recuperaría 5,7% y para 2026 se estima que podría estar por encima del 4% anual.
Radiografía. El otro componente que fue cambiando lentamente es el de la composición, que no se debe a la crisis de ningún sector en particular. Es una crisis laboral general que está dada por el estancamiento en la creación de empleo asalariado registrado, que lleva a la gente a emplearse en el cuentapropismo, generalmente informal. Y aunque pueda estar inscrito en el monotributo, termina siendo informal porque es de muy baja remuneración e inestable. Esto ocurre simplemente porque el estancamiento de empleo formal lleva a que crezca el empleo informal, incidiendo en el cambo de la composición. “El estancamiento del empleo formal tiene que ver con el estancamiento de la inversión ya que las empresas invierten solo en mantenimiento, pero no en su expansión”, concluye. Así, se estanca el nivel de empleo y se ralentiza el crecimiento del PBI.
Trabajo para algunos. Esta tasa se ubica por debajo del promedio de la última década, pero oculta graves problemas vinculados con altas tasas de informalidad y de inactividad laboral, como también otro problema creciente: la brecha entre grupos etarios. Según datos del estudio de la EPH, la tasa de desocupación de los jóvenes entre 14 y 29 años fue de 13,1%, contra 4,5% en los adultos entre 30 y 64, magnitud que se mantiene a lo largo del tiempo. También la elevada informalidad se profundiza en el segmento joven: en el tercer trimestre de 2024, el 45,1% de los jóvenes ocupados son asalariados informales mientras que en los adultos es de 22,2%. Aun considerando a los no profesionales que trabajan como cuentapropistas, ese porcentaje de jóvenes informales asciende al 62,4% (vs. 40,4% de los adultos ocupados).
Los problemas en el mercado de trabajo que tardaron años en decantar y estratificarse quizás necesiten todavía más que años de estabilidad económica e inversión. Pero sin ello, la economía argentina no podrá salir del círculo vicioso de destrucción de empleo y desinversión aguda. Mientras el drenaje de reservas del Banco Central prepara el camino para la amenaza de una nueva ola de incertidumbre, el esfuerzo será seguir indagando sobre reformas que van más allá que atender las urgencias del corto plazo es en sí mismo la mejor inversión que la economía en su conjunto puede hacer para no estar siempre atajando penales. Sobre todo, en un mercado en el que la “oferta” está constituida por millones de ciudadanos y su entramado familiar.
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