En su libro “El hombre en busca de sentido” escrito en 1946, Viktor Frankl expresa inspiradores conceptos, como por ejemplo “…es una peculiaridad del hombre, que solo puede vivir mirando hacia el futuro” o “porque el mundo está en mal estado, pero todo empeorará aún más a menos que cada uno haga lo mejor que pueda”.
En medio de las malas noticias, del desánimo, de todo lo que no funciona, de los jóvenes que se van, es nuestra obligación poner en valor aquellas realidades e historias que, a pesar de todo, han logrado convertirse en símbolos de excelencia y prestigio, a fuerza de trabajo, disciplina y mérito. El Instituto Balseiro, fundado en 1955 y el Concurso IB50K, que acaba de celebrar su décimo segunda edición, son algunas de esas construcciones institucionales
Según el Banco Mundial, la Argentina invierte apenas el 0,46 % de su PBI en Investigación y Desarrollo. Para contextualizar esta cifra, Israel destina el 5,44 %, Corea el 4,81 % y Brasil el 1,21 %. Para el promedio del mundo, el porcentaje es 2,63. Y el promedio para los países de ingresos bajos y medios es 1,86.
Volviendo a Argentina, más del 70 % de esta inversión es realizada por el sector público. Si invertir en bienes de capital o ampliaciones es extremadamente riesgoso en un país con reglas tan cambiantes, hacerlo en I+D+i (siglas para Investigación, Desarrollo e innovación) es aún menos tentador para el sector privado. El hecho de no tener una moneda que sirva al menos como unidad de cuenta, hace que sea inevitable agregar la variable cambiaria a la ecuación financiera. Ésto, sumado a la naturaleza intangible de la mayor parte de estos proyectos, incrementa mucho la percepción de riesgo en este tipo de inversión.
Cuando lamentamos los niveles de pobreza, tenemos que entender que las únicas herramientas efectivas para reducirla son la educación y la inversión. La combinación de éstas es la que permitirá a nuestros jóvenes acceder a los trabajos del futuro (de los cuales se habla más de aquello que se concreta) e insertarse en la economía formal.
Esta es la propuesta del IB50K, un concurso que presenta a la sociedad proyectos de base tecnológica, formulados por jóvenes de diferentes universidades y disciplinas pero que tienen en común la innovación y la elevada calidad científica.
Así, aparecen proyectos como el de Sylvarum, ganador del primer premio, que desarrolla un sistema de electroestimulación de plantas para mejorar el rendimiento de cultivos intensivos. También RNAgro (segundo premio) con una tecnología no transgénica para reemplazar el uso de agroquímicos en el cultivo del maní. O Physens (tercer premio) con equipos de kinesio y fisiatría conectados en forma inalámbrica, permitiendo la rehabilitación de pacientes a distancia. Y entre los diez mejores también encontramos a Blind.AR que utiliza pilas desechadas para sistemas de blindaje de radiaciones ionizantes en la industria nuclear, a Biotango, que diseñó una plataforma de variables genómicas y ambientales que permite modelar cultivos como el del durazno y a Orus con un sistema de monitoreo continuo de caudales de ríos que permite manejar el riesgo hídrico.
La razón por la que este concurso y la ceremonia de premiación que tiene lugar en el austero salón de actos del Instituto Balseiro son tan especiales es que nos permiten soñar con un país diferente, en el que la excelencia y el mérito tienen su premio. En el que jóvenes científicos y profesionales eligen poner su conocimiento al servicio de mejorar la salud, el medio ambiente, la vida de la gente, y la sociedad. Pero eso no es todo. Generalmente forman parte del jurado algunas personas a las que realmente vale la pena escuchar.
Este año fueron impactantes las palabras del Dr. Conrado Varotto, fundador del INVAP, una empresa radicada en Bariloche, que exporta tecnología de vanguardia al mundo. Varotto, quien a finales de los 60 trabajó como investigador en la Universidad de Stanford, capturó la esencia de Silicon Valley, que es el entrelazamiento entre lo académico, los ámbitos científicos y de investigación, la industria y el capital. Tuvo la temprana convicción que para hacer tecnología hacía falta una estructura de empresa adecuada.
INVAP se volcó primeramente a lo nuclear, produciendo uranio enriquecido y obteniendo un material clave para los reactores, la esponja de Zirconio. También fabricó el reactor del Centro Atómico Bariloche, y exportó similares desarrollos a Perú y Argelia. Y siguió exportando tecnología de punta al mundo. Tiempo después ganó una licitación para desarrollar y construir un reactor para la producción de radioisótopos para el tratamiento de cáncer y otras enfermedades
Cuando a fines de los 80 languidece el plan nuclear, la empresa redirecciona sus recursos al espacio y fabricó, en colaboración con la NASA, el primer satélite de observación, el SAC-B. También satélites de comunicación como el ARSAT 1 y 2
Esta empresa sigue produciendo en Argentina, y da trabajo a mucha gente.
En su breve pero sustanciosa exposición, el Dr Varotto, cuya formación jesuítica le inculcó el “liderazgo en el amor”, explicó la importancia del conocimiento para mejorar la sociedad toda, y la necesidad de premiar mucho más el esfuerzo que el éxito para asegurar logros futuros.
Habiendo nacido en Italia, en medio de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, llegó a la Argentina junto a su familia a los nueve años. Su papá, un excelente soldador, había estado preso varios años en un campo de concentración. Este hombre, cuya humildad resalta su grandeza concluyó diciéndoles a quienes habían integrado los diferentes equipos finalistas: “No hay nada que Argentina no me haya dado. En la medida que haya jóvenes como ustedes, el país tiene esperanza”.
Quizás, como sugiere Frankl, vale la pena mirar y abrazar el futuro, de la mano de los jóvenes que ambicionan un país mejor. Quizás así, otra Argentina sea posible.
*Alicia Caballero es directora de UCATec (Unidad de Vinculación Tecnológica de la UCA).
por Alicia Caballero
Comentarios