Esta semana es la última de la fase dura de la cuarentena. Bajo presión económica y psicológica, el Gobierno está obligado a implementar un plan de relajamiento progresivo pero acelerado del encierro, sin que se desmadre el control sanitario de la circulación del virus. Y ya comenzó la cuenta regresiva.
Desde el punto de vista político, sería un innegable éxito llegar pronto a un relativo estado de recuperación de la normalidad social, o al menos algo parecido al escenario anterior al desembarco del Coronavirus en la Argentina. Lograr ese objetivo, cuidando tanto la economía como la salud pública, es casi imposible, según los expertos de todo el mundo.
Y al gobierno que encabeza Alberto Fernández le quedan, faltando apenas una semana, demasiadas tuercas que ajustar de ese plan de salida, a juzgar por los bloopers que viene cometiendo su equipo, como el del amontonamiento de jubilados en los bancos. Todavía queda, por ejemplo, resolver la cuestión del transporte público, trampa mortal para quienes quieren o deben volver a trabajar luego del parate obligatorio.
Aunque la primera fase de la lucha contra la crisis del Covid-19 fue exitosa, la nueva etapa de salida paulatina será mucho más difícil. Pero el principal requisito para volver rápido a la normalidad es, precisamente, estar convencido de querer volver. Aunque suene obvio, no lo es: hay indicios que permiten sospechar que en el Gobierno muchos sienten una curiosa euforia por la oportunidad que la pandemia parece ofrecerle al oficialismo.
Esta idea que circula por el planeta de que con el Coronavirus ya nada será igual en el capitalismo global, está fortaleciendo en el kirchnerismo la voluntad de aprovechar y profundizar el actual estado de excepción: es ahora o nunca. Antes de que se acabe esta cuarentena dura, el Gobierno arranca la semana con un default millonario en dólares, con un decreto de control de precios a nivel callejero en los municipios, y con un paquete legislativo de Máximo Kirchner para evitar los recortes salariales a políticos compensando con nuevos impuestos a la riqueza del sector privado.
Ayer la primera dama Fabiola Yañez celebró la unidad nacional en la colecta televisada para luchar contra el virus, mientras su pareja se ilusionaba charlando con Horacio Verbitsky por la gran oportunidad que la pandemia le daba a los que reivindican el rol primordial del Estado frente a la iniciativa privada. Al mismo tiempo que el kirchnerismo encuentra su mejor relato en plena crisis sanitaria, la oposición se empantana en debates internos sobre cuál debería ser su postura durante la cuarentena larga que queda por delante.
Así las cosas, siempre y cuando las víctimas no aumenten de modo catástrofico, el Gobierno no tiene incentivos políticos contundentes para salir rápidamente de este estado de excepción que, para muchos, promete una Argentina utópica milagrosamente convertida en realidad.
EN LA MIRA DE NOTICIAS | 06-04-2020 14:11
Koronavirus: la tentación de no salir nunca
La contradicción íntima del Gobierno en el camino de volver a la vieja normalidad previa a la pandemia.
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