Hubo un tiempo en el que estaba convencida de que había venido a este mundo para algo grande. No grande como idea abstracta, sino como sinónimo de ser vista, reconocida, validada. Sentía que no podía ser una mujer común, que había algo especial en mí que en algún momento alguien iba a descubrir.
Con el tiempo entendí que esa idea no nació de la nada. Apareció cuando era chica, alrededor de los ocho años, cuando tuve que hacerme cargo de responsabilidades que no correspondían a mi edad. En ese contexto de desprotección, la fantasía de ser “especial” fue una forma de sostén, una promesa interna de que todo ese esfuerzo algún día iba a tener sentido.
Crecí esperando ese momento. Y cada vez que lo grande no llegaba, la frustración se hacía más pesada.

Por eso, cuando recibí aquel primer llamado de la revista Caras, sentí que había llegado. Pensé que ese era el inicio de una vida distinta: reconocimiento, éxito, abundancia. Nada de eso ocurrió. Al principio algunas notas generaron respuestas, mensajes de personas que se sintieron identificadas. Después, el silencio.
Ese silencio me obligó a mirarme.
Con el tiempo comprendí que gran parte de mi camino estuvo atravesado por la carencia: hacer desde la necesidad de demostrar, de ser validada, de esperar que alguien diga por mí lo que yo no terminaba de creer. Vivir así es vivir esperando un futuro que nunca llega, mientras el presente se escapa.
También entendí que muchas veces utilicé la espiritualidad como una forma de evasión, buscando respuestas siempre más allá, sin habitar del todo la vida cotidiana. Hoy estoy aprendiendo a aflojar eso, a lograr el equilibrio, a estar presente.

Cuando miro el recorrido desde diciembre de 2023 hasta hoy, veo una Laura distinta. No porque haya logrado todo lo que soñaba, sino porque se entendió. La exposición, las notas, incluso cuando parecían no ser leídas, me ayudaron a animarme, a mostrarme como soy, a conocerme y a aceptar que tal vez no vine a ser extraordinaria, sino a habitar plenamente lo ordinario.
Si alguna palabra mía acompañó a alguien en este tiempo, lo agradezco profundamente. Y si no, agradezco igual el proceso, porque a mí me transformó.
Además de Contadora, soy tarotista y sigo explorando el autoconocimiento desde distintos lugares. Para quienes quieran acompañarme en ese camino, comparto mi espacio en Instagram: @lau.tarotamorpropio.
Cierro el año con menos expectativas externas y más presencia. Con menos espera y más permiso para estar. Y, por primera vez, eso alcanza.
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