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SOCIEDAD | 02-08-2021 14:29

Rock, drogas y salud mental: Chano, la punta del iceberg

El debate se disparó tras el caso del ex líder de Tan Biónica que terminó baleado. Hablan los especialistas.

“Mirá qué mal, qué triste desenlace mortal. Qué perdurar, qué rica pastillita fuerte. Qué voluntad, lo poco de tu humanidad. Estás salvándome todos los días”. Santiago “Chano” Charpentier cantaba a gritos su realidad, con notas graves y afinadas en “La ensalada”. Como tantas otras de su autoría, esa canción escrita en 2007 habla sobre la cocaína. Y más específicamente, de su vínculo problemático y adictivo con ella. Años más tarde -explosión musical mediante, oleadas de fans y de fama, conciertos a sala llena en el Gran Rex-, Chano lanzaba, en 2019, “Sólo un nombre”. Muy explícitamente, la letra habla de su soledad. No hace falta indagar demasiado o leer entre líneas: el líder de Tan Biónica pedía ayuda desde hace años. Como dijo su mamá Marina, “desde hace más de veinte”. Ni su familia ni sus fans ni la televisión ni el Estado lograron atajar la situación. Y después de varias señales -una de ellas la transmisión por Twitch, que trascendió después del incidente, pero que había sucedido en mayo- Chano terminó en un episodio de “excitación psicomotriz”, presuntamente atacando a su familia y a la policía, y víctima de un disparo casi mortal que lo dejó en terapia intensiva.

A la vista de todos

¿Cuántos memes y chistes se hicieron sobre el descontrol de Chano? Imposible de determinar. En 2015, en el mejor momento de su carrera, chocó a varios autos en el barrio de Belgrano. Un grupo de gente enardecida por su accionar -había roto vehículos y hasta un portón- lo molió a patadas en el piso, le desfiguró la cara y le partió tres costillas. Un verdadero intento de linchamiento, que lejos de motivar una preocupación por su salud fomentó la ridiculización y alimentó el morbo del personaje glam rock que “se las mandaba todas”. El del Pity Álvarez y hasta el de Britney Spears son antecedentes que tuvieron el mismo espejo social. 

“Me gasté una fortuna, lo que puede salir una casa, en tratamientos”, contó Chano en una nota en 2017. “Paso un montón de días limpio. Pero a veces es difícil decir que no, porque la gente me invita a todo. Dicen ‘Chanito querido, tomá’ -y saludando a la periodista con un apretón de manos, hizo ademán de dejarle sustancias-. Muchas veces puedo negarme… pero a veces no. Me da pena decir esto, confesarme así”. La periodista entonces le preguntó cómo podía ayudarlo. Él pidió: “Si una noche me ves haciendo algo… botoneame... Porque la única forma es tocar fondo”.

Después del trágico episodio del domingo 25, Marina Charpentier habló con la prensa desde el Sanatorio Otamendi, donde su hijo permanece internado. “Si quieren saber lo que sufre un adicto, escuchen las letras de mi hijo”, dijo y pidió entre llantos “que hagan algo” con la ley 26.657 de Salud Mental. Sobre el hecho, los testimonios judiciales -al menos los trascendidos hasta el momento- apuntan a que Chano estaba en una situación de exaltación violenta al momento en que llegaron los médicos y la policía. Marina no sabía qué hacer: “Yo llamé a una guardia médica para que ayuden a mi hijo. Sabían que se iban a encontrar con alguien que estaba mal. Solo pedí ayuda, no sé cómo es el procedimiento, a quién tenían que mandar. Solo pido que hagan algo con la ley de Salud Mental, porque la adicción es una enfermedad y nadie nos da respuestas. Está lleno de Chanos, y de madres que no tienen visibilidad, que están golpeando puertas y nadie las escucha”.

Salud mental

La pandemia hizo estragos en este punto y cada vez más organismos lo alertan. La combinación entre un padecimiento previo y el fuerte aumento de consumo de sustancias -que, al estar prohibidas, son imposibles de rastrear- es un combo explosivo. El caso de Chano puso otra vez sobre la mesa el abandono que sienten tantas familias (aún las de mayores recursos) a la hora de pedir una internación compulsiva. “En casos severos como este nos encontramos con serios problemas, necesitamos una reglamentación que les dé más herramientas a los profesionales de la salud y a las familias”, considera Walter Martello, del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo bonaerense. Es que en todos los casos, el hecho policial viene precedido de un largo derrotero, que muchos conocen y pocos -o casi nadie- saben cómo resolver.

El balazo, última intervención en la cadena de desenlace, generó fuertes críticas y debates (ver recuadro). “Lo primero que hay que decir es que la intervención fracasó. Un abordaje que se hace para proteger a una persona no puede terminar con ella al borde de la muerte”, sintetiza a NOTICIAS Rodrigo Pomares, coordinador de Justicia y Seguridad Democrática de la Comisión por la Memoria (CPM). Para el abogado esto debió estar orientado “por dos criterios: el de la protección, y el del reconocimiento de que se trata de algo vinculado a la salud y no a la seguridad”.

En Capilla del Señor ya conocían el errático ir y venir de Chano y nadie era ajeno a su problema con las drogas. El presidente de RESET - Política de Drogas y Derechos Humanos, Mariano Fusero, señala que “si las personas que consumen son definidas por nuestra legislación como delincuentes, ¿cómo es que nos sorprende la intervención policial?”. Para Pomares, “el uso de la fuerza debe ser completamente excepcional y frente al riesgo de vida; y esa situación no parece ser el caso”. Sin embargo, los policías que declararon aseguran que la vida de su compañero sí corrió peligro. Facundo Amendolara fue imputado por el fiscal Martín Zocca por el delito agravado de "lesiones gravísimas" y es defendido por Fernando Soto, quien fuera abogado de Luis Chocobar. Es otro debate (el de defensa propia vs. exceso en legítima defensa) que se reabre, de nuevo, con el telón de fondo de los alcances y competencias del personal policial.

Jorge Vidal, policía y especialista en Gestión de la Seguridad Pública, difiere al respecto y cree que frente a la amenaza de vida que sintió Facundo Amendolara, no le quedó otra opción. “De haber tenido otro método disuasorio o de reducción (como pueden ser las Taser) y si el espacio de reacción le daba la posibilidad de actuar, hoy tendríamos a un Chano internado y a un policía sin problemas judiciales”, plantea a NOTICIAS. Pero más allá del debate sobre las pistolas, advierte que la policía “no está formada ni preparada para muchas cosas, y hay que refundarla desde cero, no reformarla. Esto no se entendió, y cada ministro que fue pasando entregó una policía peor que la que recibió”.

Las preguntas en torno a lo sucedido son muchas y pocas tienen respuesta. ¿Puede la policía intervenir de otra manera frente a casos graves como este? ¿Qué más hay en la previa que pueda ser exitoso? ¿Cambia la persona si no cambia el contexto? ¿Se puede dejar de ser “adicto” sin dejar de ser rockero? ¿Podrá la sociedad desligarlo del personaje? El caso de Chano abrió el debate.

Marina Charpentier

Las taser / Aval ministerial

“Chano está vivo porque tuvo suerte, se podría haber evitado con el uso de la pistola Taser”, disparó Sergio Berni el día en que se conoció la tragedia. El ministro de Seguridad bonaerense pidió volver a instalar el debate sobre la utilización de esta herramienta, a la que considera “fundamental para preservar la vida de los policías y los delincuentes”. Desde el ministerio que conduce Sabrina Frederic salieron a cruzarlo. Aclararon que no son ellos quienes regulan la compra de armamento sino la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMAC), que depende de la cartera de Justicia. Y deslizaron, además, que “se comprobó que dichas armas pueden causar severas lesiones y/o la muerte”, y que “el propio fabricante desaconseja utilizarlas en casos de personas bajo los efectos de sustancias o con padecimientos mentales”.

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Mariana Sidoti Gigli

Mariana Sidoti Gigli

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