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SOCIEDAD | 25-05-2020 19:06

Coronavirus en la provincia: peligro en el Conurbano

NOTICIAS recorrió una villa de La Matanza. Falta de agua y de medidas de prevención. El Estado ausente.

Lo único que remite a la existencia de una pandemia es que algunas personas usan tapabocas. En la villa Santa Clara de Isidro Casanova, en La Matanza, no caminan promotores de salud ni se ven, como en otros lugares, carteles oficiales que difundan medidas de prevención o higiene. En la entrada a uno de los pasillos, colgado en un poste de luz, hay un papel escrito a mano en el que se dan algunas indicaciones para tramitar una asistencia económica del Estado. El martes 19 de mayo a las 12 del mediodía, ninguna casa tiene agua y el comedor que funciona en el pulmón de la manzana se abasteció de la única canilla con presión que hay afuera, al lado de una tapa de cloacas improvisada. “Se corta todos los días a la misma hora”, cuenta Lilian Rojas, referente social del Polo Obrero que acompañó a NOTICIAS en la recorrida.  

Lilian es la encargada de uno de los 37 comedores que tiene la organización en La Matanza. A media mañana, recibió en su cocina a compañeras de otras manzanas para que pudieran llevar algo de mercadería para sus propios espacios. Desde que comenzó el aislamiento social, preventivo y obligatorio, la mayoría de las personas del barrio se quedó sin posibilidad de trabajar y se triplicó la demanda de comida. “No solo eso. El ministro Daniel Arroyo nos viene dando vueltas hace por lo menos 50 días con que va a traer alimentos. Ayer apenas llegó un poco de polenta. Desde Provincia no llegó nada y con el Municipio pasa lo mismo”, cuenta Lilian.

La estrategia que encontraron para sobrevivir fue reducir a la mitad las raciones de comida, pasar de preparar almuerzos todos los días a hacerlo dos veces por semana y compensar con meriendas. En esta zona de La Matanza, donde viven 300 familias, la desesperación es económica y también sanitaria. La muerte de Ramona Medina, la referente de la Villa 31 en Capital Federal que falleció de coronavirus (ver recuadro) se convirtió en un caso testigo: “Ella dejó un mensaje muy positivo porque se animó a denunciar lo que nos pasa a todos. Acá, hasta que no haya un muerto, no viene nadie”, se lamentó la mujer.

 

Una muestra. Lo que sucede en Santa Clara es apenas un ejemplo de cómo se sobrevive en la pandemia en los barrios pobres del Conurbano. Si bien el problema del agua -fundamental en este contexto- no se repite de la misma forma en todos los barrios, el resto de los reclamos de las organizaciones comparte puntos en común: se multiplica la demanda en los comedores al mismo tiempo que, desde Nación y Provincia, los tiempos de entrega de alimentos no se cumplen; las campañas de prevención del Covid-19 son prácticamente inexistentes en las zonas más vulnerables, así como los protocolos; y el trabajo entre los municipios y los referentes sociales que están en los territorios se obstaculiza por mezquindades políticas.

“Por ahora, la situación no está estallada y todavía no aparecieron tantos casos. Pero, por como viene la mano, es sólo cuestión de tiempo”, reconoce Román Buccino, referente del Movimiento Popular La Dignidad en Tres de Febrero. “Acá tampoco se vio ningún dispositivo de salud recorriendo las villas. Recién ahora el intendente sacó un auto con altoparlantes que es una payasada. La municipalidad no convocó ni al comité de crisis que armaron las organizaciones, nos cortaron el teléfono. Tienen que entender que esto no es una disputa y que tenemos que trabajar en conjunto porque la situación viene fea”, sentencia. Con respecto al reparto de alimentos, su descripción coincide con la de Lilian: “Está muy lenta la llegada de Nación. Eso está muy flojo y nosotros tenemos que animarnos a decirlo también”, agregó.

Desde Nación reconocen el problema pero insisten en que el envío de mercadería es apena una de las cinco líneas de asistencia con las que se trabaja en este momento.

Una lectura similar hace Silvia Saravia, coordinadora nacional del Movimiento Barrios de Pie-Libres del Sur y con trabajo en el municipio de San Martín: “Lo de la Villa 31 fue un caso testigo. La diferencia en el Conurbano es que la edificación es distinta. Pero la gran dificultad es que se llegue con anticipación a la situación. Es difícil trabajar en conjunto con los municipios, hay mucha desconfianza. Ese fue el planteo que llevé a la segunda reunión del comité nacional de emergencia, porque lo vivimos todas las organizaciones”, relató.

Esa falta de coordinación tiene consecuencias muy claras: hace pocas semanas, la bebé de una compañera de Saravia en el barrio El Libertador fue diagnosticada con coronavirus. Cuando se enteraron, los referentes improvisaron una serie de medidas para proteger a todo el grupo familiar y al barrio. La pequeña tuvo una carga viral baja y nadie se contagió. “Es un ejemplo que pongo siempre. Porque ese lugar no se convirtió en un foco de contagio solamente por suerte. La familia no sabía qué hacer y desde Provincia no bajaron material claro para orientar a los referentes, que son los que están en el lugar”.

Explicaciones. La idea de “suerte” aparece en cada charla. Según datos oficiales, en la provincia de Buenos Aires hay 1.824 asentamientos en los que 420 mil familias viven en condiciones precarias y de hacinamiento. La llegada del Covid-19 a cualquiera de estos lugares puede hacer un desastre y, sin embargo, los despliegues estatales recién se comenzaron a ver ahora.

A pesar de que la muerte de Ramona Medina implicó, para algún sector del oficialismo, la oportunidad de cuestionar al gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, en la práctica también fue una alerta interna. No es casual que Axel Kicillof haya anunciado esta semana que se duplicarán los testeos en zonas vulnerables y que el ministro nacional Arroyo recibiera a las organizaciones.

De todas formas, sobre los casos puntuales, cuesta conseguir respuesta y las autoridades se tiran la pelota. Consultados por las medidas de prevención y difusión de información que se podrían haber implementado antes en la villa Santa Clara, los voceros del ministerio de Salud bonaerense contestaron que “la estrategia municipal la maneja cada distrito”. Aysa, que provee al barrio de agua, explicó que el reclamo debería canalizarlo el municipio. Desde La Matanza no dieron respuestas a ninguna de las dos consultas.

“Por ahora no tenemos contagios, pero sabemos que puede pasar y no sé cómo vamos a hacer si ni siquiera kits de limpieza tenemos”, se lamenta Lilian.

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Giselle Leclercq

Giselle Leclercq

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