En las últimas semanas, varias mujeres del espectáculo nacional denunciaron situaciones de acoso, hostigamiento y hasta persecución, provenientes de anónimos en sus celulares, dispositivos que sirven de puerta abierta para quienes tienen la clara intención de intimidar. Ellas, sin darse cuenta, muestran locaciones recurrentes, itinerarios y hasta rutinas. Lo que antes escondían, ahora lo muestran y, por ello, historias como las de Adriana Salgueiro, Celeste Cid, Edith Hermida, Agustina Peñalva y Nazarena Di Serio son cada vez más comunes.
El caso más estremecedor es el de Adriana Salgueiro. La actriz relató entre lágrimas la serie de amenazas que recibió por redes sociales, mientras realizaba una transmisión en vivo. En ella, le comenzaron a escribir advertencias como “Cuidate, Adrianita, cerrá bien la puerta”, enviándole además la dirección exacta de una ex vivienda suya en la creían que seguía viviendo. Lo más inquietante ocurrió a las tres de la madrugada, cuando dos hombres encapuchados ingresaron en ese mismo edificio y se quedaron dos horas deambulando entre los pisos. Las cámaras registraron sus movimientos y el forzado de cerraduras con ganzúa. Salgueiro confesó en la mismísima mesa de Mirtha Legrand sentirse desbordada, sin explicación posible: “No debo nada, no me meto en política… no sé qué quieren”. La Justicia le entregó un botón antipánico y reforzaron las medidas de seguridad, aunque la actriz sostuvo que sigue viviendo con temor, consciente de que el acoso digital puede aparecerse en cualquier momento de su día a día.
De película. Pese a que estos casos tomaron dominio público y se hicieron presentes en la agenda que une el espectáculo con lo policial, Celeste Cid fue la primera que se animó a confesarlo. Desde los 15 años, durante décadas, recibió cajas con preservativos usados, cartas perturbadoras, recortes de fotos y más tarde, mensajes amenazantes dirigidos tanto a ella como a su familia, amigos y compañeros de trabajo. Y aunque su infierno no terminó y naturalizó lo terrorífico, hoy vive con un botón antipánico y custodia policial en la puerta de su casa.
Edith Hermida, la panelista de “Bendita TV”, aunque en tono jocoso, contó una historia similar. Su acosador no solo la hostiga por redes sociales, sino que además se le aparece físicamente de tanto en tanto. El mismo asiste a sus espectáculos, la espera a la salida y en ocasiones lo vio merodear su domicilio. Según ella, en un episodio, incluso intentó besarla sin su consentimiento. Hermida admitió que durante un tiempo naturalizó la situación porque muchos vecinos lo conocían, pero finalmente decidió denunciarlo para resguardar su seguridad y la de sus hijas.
Pánico. Una historia similar atravesó Agustina Peñalva, la periodista de C5N, quien reveló que desde agosto viene siendo acosada por un hombre que vive a apenas ocho cuadras de su casa. Aunque lo bloqueó reiteradamente en redes, él persistió creando nuevos usuarios y enviándole mensajes diarios hasta hacerle sentir un temor concreto. “Me persigue, y encima él vive a ocho cuadras de mi casa”, relató entre lágrimas en televisión. También recibió un botón antipánico.
Nazarena Di Serio es otra víctima de esta dinámica que perfora el fanatismo. En una entrevista realizada en El Trece reconstruyó tal pesadilla. Primero le llegaban regalos al canal donde trabajaba; luego, un desconocido le envió un cuadro con fotos recortadas de su familia y amigos, momento en el que decidió radicar la denuncia que derivó en medidas de protección.
Más allá del miedo y la angustia, estas mujeres eligieron denunciar, hablar y visibilizar. Y sus testimonios dejan al descubierto una falla profunda en el sistema de protección frente al hostigamiento de quienes, amparados en el anonimato, creen que nada los alcanzará. Cada mensaje, cada foto enviada sin consentimiento, cada vigilancia encubierta debe tomarse en serio.














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