Saturday 3 de May, 2025

SOCIEDAD | 28-04-2025 16:20

Peligro en las aulas: adolescentes tiradores

La trastienda del tiroteo abortado a una escuela al estilo de las masacres de EE.UU. Otra amenaza y paranoia de la comunidad educativa.

Hasta hace poco, leer sobre tiroteos escolares organizados por adolescentes era algo reservado a la sección Internacionales de los diarios, con epicentro en Estados Unidos. Pero en las últimas semanas, dos escuelas públicas del partido bonaerense de Escobar fueron escenario de planes alarmantes: grupos de estudiantes, utilizando WhatsApp, intentaron coordinar ataques armados inspirados en las masacres más brutales de la historia reciente. Lo que antes parecía un fenómeno lejano, ahora irrumpe con crudeza en la sección policial de los medios argentinos.

El primer caso salió a la luz el pasado 4 de abril en la Escuela de Educación Media N°4 de Ingeniero Maschwitz. Allí, cuatro adolescentes de entre 13 y 15 años crearon un grupo de WhatsApp titulado “Tiroteo escolar”, donde compartieron mensajes alarmantes. “Después de que matemos a los demás hacemos un recorrido por la escuela para ver si quedó alguien con vida”, escribió una de las alumnas, quien, según fuentes judiciales, habría liderado la iniciativa y presentaba antecedentes psiquiátricos. Por cuestiones legales, los nombres de los alumnos no pueden ser difundidos, aunque el terror entre los padres de los estudiantes, se propagó con fuerza.

Los chats incluían detalles sobre el uso de armas y estrategias para llevar a cabo el ataque. “Es un tiroteo. No es ir y matar a quien vos quieras. Es ir y con las armas disparar para todos lados, siempre y cuando le den al objetivo”, se leía en otro de los mensajes. La situación fue descubierta cuando uno de los estudiantes alertó a sus padres, quienes notificaron a las autoridades escolares. La fiscal de menores, Josefina Sellaert, intervino de inmediato. Se abrió una causa penal a su cargo y se ordenaron medidas cautelares que incluyeron la prohibición de acercamiento de los involucrados al colegio durante cuatro meses y la implementación de clases virtuales para ellos. Cabe destacar que en los allanamientos a las casas de los implicados no se encontraron armas.

Testimonios. Frente a la peligrosidad del asunto, NOTICIAS habló con la madre de uno de los alumnos del curso en cuestión: “Como madre es angustiante. Y aunque entre los padres hablamos de todo lo que concierne a nuestros hijos y estamos presentes, hay una capa impenetrable que tejen a escondidas a la que no se llega si ellos no lo permiten”.

Una semana después del caso de Ingeniero Maschwitz, una situación similar se presentó en la Escuela Provincial Media N°2 “Fray Luis Beltrán” de Matheu. Una mujer, que se identificó como madre de un alumno, envió capturas de pantalla a una preceptora, mostrando un grupo de WhatsApp donde se planificaba un tiroteo para el viernes por la tarde. En los mensajes, un estudiante arengaba: “Los quiero a todos pillos”, mientras hablaba de un profesor que “ya cobró”.

Sin embargo, con el avance de la investigación, se descubrió que la denunciante no era madre de ningún alumno y que los nombres proporcionados no correspondían a estudiantes de la institución. Estos incidentes en Escobar igualmente evidenciaron la necesidad urgente de abordar la violencia escolar y el acceso de los jóvenes a contenidos extremos. Así, la fiscal Sellaert expresó su preocupación por la posibilidad de que estos episodios sean reflejo de una tendencia influenciada por los medios y por la fragilidad emocional que viven muchos adolescentes. “Estamos investigando si estos planes eran reales o una broma de mal gusto. Pero, en cualquier caso, las amenazas son graves y deben ser tratadas como tales”, afirmó la funcionaria judicial.

Con el correr de las horas, la Justicia como medida preventiva hasta la resolución de la investigación, ordenó vigilancia policial en la escuela y reuniones con padres y autoridades educativas.

Influencias. Ambos casos no sólo comparten un patrón alarmante sino que revelan un fenómeno que se expande más allá de los muros escolares. Hay una influencia innegable del consumo de series como "Adolescencia", disponible en Netflix, donde se retrata la vida juvenil marcada por la ansiedad, el bullying, el desarraigo y la violencia. A eso se le suma el impacto de películas que retratan masacres escolares en Estados Unidos, como "Elefante" (2003), "Tenemos que hablar de Kevin" (2011) y "Bowling for Columbine" (2002). En estas ficciones, los jóvenes no son solo víctimas, sino también victimarios, muchas veces empujados por un entorno que los margina y por una cultura del espectáculo que glorifica la tragedia.

“Mi hijo no quiere volver al colegio. Tiene miedo”, confesó una madre de la Escuela Media N°4 ante las cámaras de América 24. “Nunca imaginé que algo así podría pasar acá”, agregó. Un estudiante de la misma institución, que prefirió mantener el anonimato, expresó: “Pensé que era una broma, pero cuando vi las armas en el chat, me asusté”.

Desde la comunidad educativa, las reacciones han sido de consternación y llamado a la reflexión. Las autoridades educativas y municipales han implementado medidas para abordar la situación, incluyendo protocolos de seguridad, contención psicológica para los estudiantes y reuniones informativas con los padres. La inspectora distrital de la provincia de Buenos Aires, Laura Valla, participó activamente en estas iniciativas, buscando garantizar la seguridad y el bienestar de la comunidad escolar.

Viviana, madre de uno de los alumnos del colegio de Ingeniero Maschwitz, es contundente: “Nuestra sociedad está inmersa en una violencia extrema y eso indefectiblemente les llega y los forma. Hay violencia en todo, en las redes sociales, en el deporte, en el cine, en una marcha de jubilados y hasta en el Congreso. Lamentablemente, los sitios donde nuestros hijos están a salvo se reducen solo al hogar, siempre y cuando hablemos de padres 'normales'”.

Caso local. En medio de este escenario, vuelve a la memoria un caso que marcó a fuego la historia escolar argentina, el de Rafael Juniors Solich. El 28 de septiembre de 2004, con tan solo 15 años, Juniors ingresó al aula de la Escuela Media N° 2 Islas Malvinas, en Carmen de Patagones, armado con una pistola 9 milímetros que había tomado del armario de su padre, un suboficial de la Armada. Disparó contra sus compañeros, matando a tres e hiriendo a otros cinco. Luego, se entregó. Fue inimputable por su edad y desde entonces su vida transcurre entre tratamientos y el anonimato. El eco de aquella masacre aún resuena en cada intento de réplica, real o imaginario.

Sobre el vínculo de confianza con su hijo, Viviana asegura: “Hablé mucho con él tras lo sucedido y me dijo que jamás hubiese imaginado que sus compañeros podrían hacer algo así. Su curso está divido en grupos, pero estos no están divididos por odio, sino unidos por afinidad de actividades y de antigüedad en el colegio”.

Estas potenciales masacres, más allá de las fronteras, comparten un patrón inquietante: jóvenes, muchas veces aislados socialmente, que encuentran en la violencia una forma de expresión o venganza.

Un fenómeno que se transformó en una epidemia global que pone en jaque al sistema educativo y de salud mental. La pregunta sigue siendo cómo prevenir un próximo ataque cuando el modelo ya está instalado y circula, con crudeza, en los bordes de la cultura popular.

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