Algunos cambian el domicilio del DNI y mienten a la hora de buscar empleo, otros recurren a conocidos para que les presten ropa adecuada con el fin de presentarse a entrevistas de trabajo. Pero todos tienen algo en común: se sienten rechazados y sin oportunidades laborales por el simple hecho de vivir en una villa. Este tipo de discriminación, de “racismo” laboral, tiene como principales víctimas a grupos vulnerables que, por encontrarse expuestos a condiciones sociales desiguales, son marginados por “portación de cara”.
En la actualidad, cuatro millones de personas viven en barrios populares y la pandemia arrasó con oportunidades laborales que ya eran escasas.
La discriminación empieza cuando, en la solicitud de empleo, hay que indicar el domicilio real: “Si vivís en una villa no tenes oportunidades, son pocos los que tienen suerte. No importa cuánto te esfuerces siempre van a juzgarte por cómo te vestís y hablas. Me pasó de pedirle ropa prestada a amigos para ir a una entrevista y se muestran interesados, pero cuando le decís que sos de la Villa 31, no te llaman más”, cuenta Matías González, que tiene 30 años.
Las mismas dificultades tiene Cinthia Espínola, una joven de 20 años que vive en la Villa 21-24 del barrio porteño de Barracas. Espínola puede presentarse sin temor a entrevistas de trabajo debido a una triste decisión que tuvieron que tomar sus padres: hace años, cambiaron la dirección de su DNI para que no tuviera problemas a futuro. Actualmente trabaja en una agencia de call center para un concesionario de autos Volkswagen, pero se niega a confesar entre sus compañeros que vive en una villa.
“En mi DNI figura el domicilio de mi tía que vive cerca, donde dice la calle y la altura, pero nunca viví con ella y casi ni relación tengo”, afirma Cinthia y agrega: “No digo que soy de la villa porque sí puede pasar que te miran mal, tienen cierto prejuicio”.
Su lucha interna para ocultar donde vive, viene desde que iba a la secundaria: “Iba a colegio privado y no lo dije hasta el último año de curso, todos se quedaron sorprendidos. Como que hay un estereotipo, si te vestís deportivo o hablas raro, sos de la villa. Ya con el simple hecho de ocultar tu dirección es feo”, revela.
Ante esta problemática, la Fundación Forge que surgió hace 14 años, motiva a jóvenes económicamente vulnerables para que accedan a una vida de calidad a través del trabajo, el aprendizaje continuo y el compromiso con la comunidad. Su programa “Formación y Trabajo” se focaliza en el desarrollo de habilidades socioemocionales claves para los trabajos del futuro y la adaptación a escenarios cambiantes. Dan cursos gratuitos de comunicación oral, entrevistas simuladas, diseño de CV, uso de plataformas digitales, atención al cliente, administración y programación web, entre otras.
Marcelo Fernández director de la fundación, explica: “Nosotros lo que hacemos es dar herramientas y entrenar a los jóvenes para que puedan incursionar en el mundo del trabajo por la puerta grande, que lo hagan sólidos, seguros y sacar lo mejor que tienen para dar”.
“Elegimos trabajar con una porción de la población que no tiene la mejor publicidad ni prensa. Año tras año los chicos que se inscriben nos demuestran que claramente un futuro mejor es posible, que lo único que hay que hacer es darles una oportunidad y claramente son ellos los que van a lograr que la realidad social se modifique”, asegura Fernández.
Fernando Maldonado, un joven de 28 años, que trabaja en Sullair Argentina S.A y que creció en los pasillos de la Villa 21, en 2011, participó en los talleres de dicha organización: “Estaba terminando la secundaria y llegaron los chicos de Forge al colegio. Era una persona que siempre se sentaba atrás de la clase, nunca hablaba, tenía miedo a todo y ya era grande. En la fundación empezaron a motivarnos a hablar en público, tener confianza, cómo ponerte frente a una entrevista laboral, etc. Luego que terminé el taller, conseguí trabajo”, cuenta.
En la actualidad Maldonado pudo salir del barrio y cumplir su sueño de tener una casa propia. Se recibió de periodista y dirige el periódico de la Parroquia de Caacupé en Barracas, para transmitir su amor por el periodismo a otros chicos de la villa y además ayuda a conseguir becas universitarias a través de la Fundación Integrar. “Se sabe que la gente más vulnerable es la que más sufre. Estaría bueno que exista la posibilidad de trabajo para todo el mundo, porque es gente capaz y si le das una mano sale a flote rapidísimo”, opina Fernando.
*Alumna del Posgrado en Periodismo de Investigación Perfil-USAL.
por Sol Gómez*
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