Uno le disparó a Ronald Reagan porque quería llamar la atención de Jodie Foster, la actriz de la que estaba enamorado. El otro mató a John Lennon porque quería ser conocido en el mundo entero. Ambos recurrieron al delirante “mato, luego existo”. La paráfrasis alterada de la fórmula cartesiana que parece describir la perturbación que gatilla magnicidios y masacres en Estados Unidos. El “éxito” coloca las personas en la dimensión del “ser” y el “fracaso” las arroja al “no ser”. Una de sus consecuencias es el “mato, luego existo”.
Así expresada, la idea que Descartes planteó en El Discurso del Método describe la patología sicosocial que lleva muchas décadas haciendo correr ríos de sangre. Sin embargo, con unos pocos datos que hurgó el FBI, Donald Trump se apresuró a sumar el asesinato de Charlie Kirk a los dos atentados que hubo contra su vida, denunciando “terrorismo de izquierda”.
Eso cuestionó Jimmy Kimmel y por eso la Casa Blanca presionó para que Disney lo sacara del aire. El inmediato festejo de Trump cuando levantaron el programa lo corrobora y, a la vez, incrementa la importancia de la victoria del conductor censurado cuando la ola de repudios contra la cadena de televisión ABC la obligó a volver sobre sus pasos y devolverle su pantalla.
El gran derrotado fue el presidente que había impulsado y festejado la censura al comentario que denunciaba el uso político que estaba haciendo del asesinato de Kirk, acusando sin pruebas a todo lo que se opone a él y al movimiento MAGA.

Aplicando la lógica que hoy aplican los conservadores con Tyler Robinson, el atentado de 1981 contra Ronald Reagan habría sido considerado un acto ultraderechista, ya que los primeros informes del FBI revelaron que en la habitación de John Winckle, el autor de los disparos, había algunos libros y publicaciones nazis.
Poco después, el juicio dejó en claro que quien hirió de un balazo al presidente era un desquiciado que quería llamar la atención de Jodi Foster, la actriz de Taxi Driver. Para “existir”, Winckle “necesitaba” ser percibido por ella y pensó que lo conseguiría si mataba a Reagan imitando una escena de esa película de Scorsese.
A su vez, Mark Chapman respondió “lo maté porque era muy famoso.. y yo buscaba mi propia gloria”, cuando le preguntaron por qué había asesinado a John Lennon. Usó la palabra gloria pero se refería a existir, en los términos que implica la existencia en tiempos de la atroz disyuntiva “éxito-fracaso”.

En ese sentido apuntaban los pocos datos sobre el muchacho que gatilló el máuser que mató a Charlie Kirk en una universidad de Utha. Pero el jefe de la Casa Blanca, igual que Spencer Cox, gobernador republicano del Estado donde ocurrió el crimen, hablaron de terrorismo izquierdista y Woke.
A eso se refirió Jimmy Kimmel en el monólogo por el que fue censurado su programa en la cadena de televisión ABC. Recurriendo a su clásica ironía, el popular conductor había señalado el empeño del gobierno por sacar rédito político del brutal crimen perpetrado en Utha.
El cuerpo del activista conservador todavía no se había enfriado y Trump ya lanzaba su dedo acusador hacia la otra trinchera de la guerra civil por goteo que vive Estados Unidos. Los pocos datos con que se contaba mostraban al asesino de 22 años como miembro de una familia republicana, con pocos y nebulosos balbuceos políticos, que estaba en pareja con una persona transexual.
Con esa escasa información el trumpismo acusó a la “América líberal”, que es socialdemócrata, feminista, antirracista, contraria al libre acceso a las armas de guerra y partidaria del respeto a la diversidad sexual.

Kimmel había cuestionado la interpretación del asesinato de Kirk que hizo el gobierno y figuras relevantes de la vereda ultraconservadora. El titular de la Comisión Federal de Comunicación (FCC), Brendan Carr, calificó de “enfermizo” ese comentario y, a renglón seguido, la cadena propiedad de Disney anunció la clausura indefinida del programa.
Como Carr y Trump son políticamente simbióticos, la voz del titular de la FCC es considerada la voz del presidente. Por eso es lógico sospechar que ABC actuó bajo presión de la Casa Blanca. Interpretación también avalada por otras embestidas contra la libertad de expresión y contra la prensa crítica, como la demanda millonaria del gobierno a The New York Times.
Recientemente, el conductor de un programa de Fox News sugirió que había que matar a los homeless con problemas mentales. Brian Kilmeade comentaba el asesinato de una joven inmigrante ucraniana por un homeless en un tren de Carolina del Norte, y sugirió que la gente en situación de calle que presenta problemas mentales debía ser asesinada. Un comentario tan monstruoso como el crimen en el tren, pero la Casa Blanca y el titular de la FCC no dijeron nada.

Jimmy Kimmel no tuvo la misma suerte, a pesar de que su comentario no tenía nada de cruel y criminal. Al contrario, señalaba lo que incluso figuras respetables del Partido Republicano están diciendo: Trump lleva a Estados Unidos por una senda que conduce a la autocracia y alienta cacerías de brujas y enfrentamientos entre norteamericanos.
Trump tampoco perdonó que Kimmel pusiera en evidencia la frívola negligencia que mostró al recibir, un día después del asesinato de Charlie Kirk, las condolencias de un periodista que, además, le preguntó cómo se sentía en ese momento, a lo que el magnate neoyorquino respondió, sonriente, “muy bien porque ha comenzado la construcción de un hermoso salón de baile” en la Casa Blanca.
Cuando clausuraron el programa, Trump estaba en Londres. Desde allí felicitó a ABC y sugirió a otras cadenas de televisión debían hacer lo mismo con Seth Colbert y Jimmy Fallon, también críticos del movimiento Maga.
Ambos han señalado que los ultraconservadores y el presidente utilizan el asesinato de Kirk para avanzar con la censura y la persecución política.
En 1973, cuando ETA asesinó al jefe de gobierno del régimen falangista, Luis Carrero Blanco, el general Franco se valió de ese crimen para incrementar el odio, la censura y la persecución política de disidentes.
Franco era el dictador de España, mientras que Trump es el presidente de una democracia a la que parece empeñado en reemplazar por una autocracia como la que impera en Rusia.
















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