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MUNDO | 27-08-2020 13:32

Mary Trump y la escandalosa vida secreta de la familia presidencial

Llegó el libro que lleva semanas liderando el ranking de bestsellers en los Estados Unidos: la historia familiar que revela la sobrina de Donald Trump.

Leer el libro “Siempre demasiado y nunca suficiente” (Indicios) de Mary Trump sobre su tío Donald es entender que la familia de la cual él proviene es mucho más desagradable de lo que era posible suponer.

Mary Trump tiene un doctorado en psicología y también ha estudiado Letras, dos educaciones que, supongo, permiten entender mejor a los seres humanos. Además, parte de su experiencia laboral ha sido con personas en situaciones de extremo trauma.

No debió ser fácil escribir este libro. Observar y describir a la familia propia con los detalles que demuestran su bajeza, su egoísmo y su deshonestidad tiene siempre un ingrediente de traición. Es ubicarse fuera del grupo familiar y para el lector de ese relato es suponer que debe haber algún resentimiento escondido que le permite a quien escribe observar como si no perteneciera a esa tribu. Tendemos a juzgar lo que no conocemos del todo.

Al menos Mary Trump se distingue de ellos porque entiende la pequeñez moral de quitarle a un bebe enfermo, el hijo de su hermano, el seguro médico. Un acto despreciable que la familia no dudó en hacer como represalia a una reivindicación legal de la herencia por parte de Mary y su hermano.

En un acto de honestidad y coraje ella le dio al diario The New York Times toda la información financiera de los Trump que tenía por haber reclamado con su hermano la parte de la herencia que les correspondía y que la familia se negaba a darles. Esa información sobre la historia financiera de los Trump, con todas sus actividades fraudulentas detalladas, fue importante para un artículo que recibió un Pulitzer Prize, y que es un minucioso rastreo de la codicia y la trampa de todos ellos para enriquecerse.

Donald Trump y su familia parecen haberse especializado en transacciones financieras deshonestas y en el rechazo histórico para pagar impuestos de ciertos ricos, además de Donald utilizar el sistema legal de los Estados Unidos para protegerse de sus bancarrotas y hacer juicios a cualquiera que se animara a denunciarlo.

Hubo un tiempo, ya tan lejano que parece del siglo XIX, donde se consideraba que la extrema riqueza era siempre ilícita y por lo tanto vergonzosa y despreciable. Los Trump confirman ese argumento.

 

Mary Trump

 

La historia

La historia personal de Mary es básicamente triste. La tristeza permite a veces mirar con más atención lo que nos rodea. Su padre, Freddy Trump era el primogénito, el elegido para seguir con la dinastía económica, ya que en realidad no había otra dinastía.

Freddy es el hermano que Donald siempre menciona como el alcohólico que murió a los 42 años y a quien le debe gracias a su ejemplo, aunque esto no lo dice, haber remplazado la compulsión de beber alcohol por la de beber diariamente doce latas de coca cola dietética. Lo que Donald nunca menciona es cómo dejó morir solo a ese hermano, internado en un hospital con una deficiencia cardíaca, mientras él se iba al cine.

Freddy representa la conmovedora historia del hijo que no quiso ser como su padre y que pagó caro esa desobediencia. Fred, el padre (esta es una familia donde el nombre inicial, en este caso Frederick, se transmite por generaciones) despreciaba a la mujer con quien Freddy se casó, Linda Clapp, y nunca quiso aceptarla, a pesar de que después del divorcio y la muerte de su hijo la siguió invitando a pasar Navidad con la familia. Es curioso que Linda haya aceptado, pero supongo fue un acto de amor por sus hijos, para no obligarlos a elegir entre pasarla con ella o la familia Trump. De paso Mary cuenta la anécdota que muestra la falta de calidad de Ivana, la primera ex de Donald, que le regaló a Linda una cartera con un kleenex usado adentro. Evidentemente una cartera que no quiso más, pero consideró suficientemente buen regalo para su cuñada, pero aún peor fue otro regalo. Una de esas canastas envueltas de celofán que tienen productos alimenticios de cierta calidad rodeados de frutas secas. Es un regalo empresarial bastante típico en las Navidades y quizás fue primero un regalo para Donald. El detalle es que había un círculo marcado en la base que correspondía probablemente a un envase de caviar que unas manos sigilosas habían quitado. Nada mejor que los regalos navideños para medir la calidad de quien regala porque siempre evidencian el cuidado que se puso en ellos. Del lado de Donald e Ivana los regalos de varias navidades consistieron en una agenda del año anterior, un zapato dorado con caramelos adentro y envuelto de celofán (Donald la felicitó a Ivana por la ocurrencia) y una ropa interior con el precio de 12 dólares aún adherido. La combinación de la riqueza y la mezquindad, esa avaricia del alma, es lo que parece definir mejor a parte de esta familia.

 

Donald Trump

 

La gran pasión de Freddy era pilotear aviones, lo que consiguió con excelencia según su hija. Empezó a trabajar como piloto de línea en TWA. Con total desprecio, el padre definía el trabajo de su hijo como el de un “chofer de ómnibus en el cielo”. Fred desdeñaba la profesión y el matrimonio de su hijo porque no era lo que esperaba de él y probablemente recurrió a una presión económica para mostrar su desagrado. De alguna manera se entiende que Freddy tenía gustos caros. Le gustaban los aviones, los autos de marca, los barcos. Cuando el hijo primogénito decepcionó al padre, el padre se lo sacó de encima como un traje viejo que no favorece, y lo remplazó con un traje más llamativo que combinaba mejor con él: su hijo Donald.

Lo incomprensible en el desprecio de Fred por la esposa de Freddy es que él se casó con una mujer, Mary Anne Macleod que llegó a Nueva York desde la isla escocesa de Lewis con la intención de ser empleada doméstica. Fred, por cómo lo describe su nieta, parece haber sido el estilo de hombre que piensa primero en su interés. Mejor dicho: su único sentimiento es el interés. Tal vez vio en Mary Anne aptitudes de ama de casa y un joven vientre que provenía de una familia numerosa de diez hermanos.

Para nombrar la casa de sus abuelos, Mary Trump se refiere a the House. Era de ladrillo con columnas blancas de aproximadamente seis metros, y su estilo arquitectónico correspondía al Georgian colonial. Es fácil imaginar una casa que intenta un estilo grandioso sin lograrlo. Algo que pretende y no es. Cuando Mary estuvo en el Trump hotel de Washington se sorprendió de que no fuera de tan mal gusto como ella había imaginado. Imaginación que supongo le habrá venido por recordar la estética de la familia.

 

Fotogaleria Estados Unidos Donald Trump

 

Frederick, el abuelo de Donald, el padre de Fred, emigró a los Estados Unidos para no hacer el servicio militar en Alemania, lo que quizás lo salvó de morir en una guerra, pero la pandemia de 1918 lo mató. La abuela parece haber sido una mujer determinada y con talento para los negocios inmobiliarios, una capacidad que su hijo Fred compartía. A favor de Fred se puede decir que tenía la avaricia digna que marcó a muchos de aquellos que pasaron por la Depresión de 1929 y por las dos guerras mundiales. Por ejemplo, cuando iba a obras recogía los clavos que quedaban tirados en el piso. Ahora parece un detalle de extrema avaricia, pero en la austeridad de la época era lo que correspondía. Es de hecho uno de los pocos detalles a su favor que encontré en el libro. Los otros son que desde la adolescencia Fred se apasionó por el negocio de la construcción. En su último año de secundario ya había empezado a construir y a vender garajes en el barrio de Queens. Era adicto al trabajo, no estoy segura de que sea una virtud, pero al menos la fortuna que hizo es también mérito de su falta de pereza. Contrariamente a su hijo Donald cuya especialidad fueron cinco bancarrotas, Fred amasó una enorme riqueza y nunca tuvo una deuda. De todos modos, nada lo rescata de lo que se dice acerca de él: que fue un antisemita y un racista que tuvo juicios por discriminación racial contra sus inquilinos y, según su nieta, que fue claramente un sociópata.

No es de sorprender que Donald haya heredado toda la ideología alemana en la época de juventud del padre y la haya incorporado como un título honorífico. El desprecio por el débil, el inválido, la valorización desmedida de la fuerza como signo de superioridad. El burlarse o denigrar a otros por sus imperfecciones, sobre todo si son mujeres. También la convicción inamovible de que todo lo que concernía a Fred estaba bien, era perfecto y de lejos lo mejor.

Donald aprendió rápido cómo ser celebrado por el padre. La mejor manera fue copiándolo, siendo el más fuerte, lo que implicaba dominar a fuerza de humillar a otros, de anular al hermano mayor y de hacer sufrir al menor. Parece que fue muy eficiente para hacerlo llorar y le daba mucha gracia, muestra de un incipiente placer por la crueldad. Le decían que parara y no paraba. Lo retaban e igual seguía. El padre de Mary en una cena se cansó y vació una fuente de puré sobre la cabeza de Donald, una de las anécdotas preferidas de la familia que recordaron en un festejo de cumpleaños en la Casa Blanca. El único que nunca se ríe con ese recuerdo es Donald.

Sus hermanas no eran un desafío porque por ser mujeres no tenían importancia ante los ojos de Fred. Una de las cosas importantes que Mary Trump señala es que Fred Trump no quería complicidad o armonía entre sus hijos. Su modus operandi era crear una división entre ellos, oponerlos, y ella ve que, en el modo de gobernar de su tío, él aplica ese mismo método de la discordia. El hecho de que Donald Trump no entienda nada de historia, de principios constitucionales, de geopolítica o de diplomacia (o de ningún otro tema, como su sobrina agrega entre paréntesis) hace que todas sus decisiones sean a través del prisma del dinero, como su padre le enseñó, donde todo se reduce a una continua confrontación para ganar el mejor lado del acuerdo. Lo que explica por qué para Trump la palabra más temida es la casi infantil loser (perdedor). Y no es de sorprender entonces que padre como hijo hayan hecho, según los rumores, varios acuerdos con la Mafia. Son los socios indicados cuando ganar es más importante que ser honesto.

 

Siempre demasiado y nunca suficiente

 

Aunque una de las peores maniobras del tío Donald, al menos desde un punto de vista moral, fue tratar de desheredar a sus hermanas y hermano (Freddy ya había muerto) cuando se encontró en una situación de total caos financiero. Intentó tener un total control sobre la fortuna familiar después de que su padre muriera cuando Fred estaba aún vivo. Para ese codicilo anexado al testamento necesitaba la firma de su padre. Para ese entonces, Fred Trump ya estaba dando muestras de senilidad, aunque su Alzheimer no había sido aún diagnosticado. El abogado y contador se presentaron en la casa para que firmara los documentos, insistiendo que había sido una idea del mismo Fred Trump, lo que tal vez Donald les había asegurado. Por suerte para los herederos, al padre le quedaba aún suficiente lucidez para negarse.

Cuando Fred Trump ya estaba perdiendo la memoria de casi toda la gente que había conocido por décadas empezó a llamar a Mary “nice lady”. Lo decía gentilmente y con bondad. “Fue muy dulce conmigo después de olvidar que yo era su nieta”. En los primeros años de su enfermedad su única preocupación era el dinero, quedar sin, terminar en la pobreza. Para ese entonces tenía una fortuna declarada de unos 200 millones de dólares.

El contexto

Ante la pregunta de por qué no contó antes de las elecciones todo esto que ahora está en su libro, Mary explica que dudó de que la creyeran. Sobre todo, porque cuando murió su abuelo, descubrió que a ella y a su hermano los habían desheredado y temió que, si hablaba de su tío Donald, sus palabras fueran juzgadas como el resentimiento de una sobrina excluida de la fortuna familiar. Quizás también consideró que no había ninguna posibilidad de que él fuera presidente. Ese payaso, como lo llamó una de las hermanas de Trump.

Mary señala el particular hecho de que ningún medio de información antes de las elecciones se haya interesado en averiguar qué pensaba la familia de Donald, fuera de la inmediata opinión de esposa, hijas e hijos. Es probable que por lealtad y miedo no lo hubieran dicho.

La periodista Rachel Maddow le preguntó a Mary Trump en un programa televisivo si tenía miedo. Se asumía que se estaba refiriendo a las posibles consecuencias de la ira de su vengativo tío, pero ella contestó firmemente que no. Quizás para mostrar lo poco que lo temía dijo que a menudo había oído a Donald usar la palabra que es la más indicativa de racismo en Estados Unidos y tener expresiones derogatorias para referirse a judíos.

Aún más que la confirmación de su racismo, nada debe irritar más a Trump que se revelen sus fracasos financieros. Él supo promocionarse como un eximio negociador cuando lo opuesto es cierto. Uno de sus numerosos acreedores dijo que Donald Trump era exactamente lo contrario del rey Midas: convertía en pérdida todo lo que tocaba. Sin embargo, creó un mito que el programa de televisión The Apprentice supo explotar muy bien y que televidentes creyeron ingenuamente. Empezó su carrera de constructor gracias al dinero que su padre le cedió para evadir impuestos. La estructura que utilizó para hacer negocios, así como el rubro inmobiliario, ya habían sido organizados por Fred Trump, pero es evidente que el gran talento de Donald Trump es el marketing de su persona y de su apellido. Supo engañar a muchos en la década de 1970, a los bancos en la década de 1980, a posibles inversores en la de 1990, y tiene el mérito –si es un mérito –que salió airoso de todas sus bancarrotas. Mike Bloomberg dijo de Donald Trump: “I recognize a con-man when I see one.” (Reconozco a un estafador cuando veo uno). Quién mejor para hacer ese comentario que un hombre que hizo una fortuna de verdad.

Como presidente, Donald Trump no puede disimular más su ineptitud, pero ahora en medio de una pandemia se ha vuelto peligrosa por la alta mortalidad que está causando.

 

Su diagnóstico

Con frecuencia se menciona su personalidad narcisista para explicar su comportamiento, como por ejemplo asegurar que él sabe más de guerra que sus generales, más de ciencia que sus científicos, más de medicina que sus médicos, aunque recomiende con total seriedad beber o inyectarse lavandina para combatir el coronavirus. Mary Trump concuerda con lo que se ha dicho, que él responde a los nueve criterios del DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) para el diagnóstico del narcisismo, pero ella ofrece más que eso.

Cuando escribía su disertación para el doctorado en psicología clínica, trabajó en el Manhattan Psychiatric Center, un centro estatal, donde diagnosticaba, evaluaba y trataba pacientes, y en su libro hace prolijos diagnósticos de su tío Donald, pero es mejor leerlos escritos por ella con su precisión profesional que repetidos por mí. Sugiere además que su tío podría haber tenido una incapacidad cognitiva que durante décadas interfirió con su habilidad para procesar información. Reconoce que sus patologías son tan complejas y sus comportamientos tan inexplicables que para un preciso diagnóstico se necesitaría una cantidad de exámenes psicológicos y neuropsicológicos al cual él nunca accedería.

Hay una explicación sobre lo que fue un trauma infantil de abandono en la vida de Donald Trump que conmueve un poco. Nueve meses después del nacimiento de Robert, el menor, cuando Donald tenía dos años y medio, su madre tuvo que ser internada de urgencia. Una de sus hijas la encontró desangrándose en el piso del baño, ya inconsciente, debido a complicaciones que no se habían detectado después del parto de su último hijo. Hubo que hacerle una histerectomía y durante seis meses pasó por una convalecencia difícil. Le daban el alta y volvían a internarla.

Sus ausencias no fueron solo físicas sino también emocionales. Donald era chiquito y debió sentirlo como un abandono. Los hijos sienten el abandono sin entender sus razones. No ayudó que ella fuera el estilo de madre que encuentra consuelo en victimizarse y siente una profunda compasión por ella misma.

Para Mary Trump, su abuelo Fred no tenía ninguna necesidad emocional. Como buen sociópata, el amor, darlo o recibirlo, debía parecerle una pérdida de tiempo y la empatía un rasgo de carácter para débiles. En cambio, citando las palabras de Mary, Fred tenía “una facilidad para la mentira, una indiferencia ante lo que está bien o mal, un comportamiento abusivo, y una falta de interés por los derechos del otro”. Tener un padre sociópata sobre todo si no hay una madre presente “garantiza una severa disrupción en cómo los chicos se explican a ellos mismos, regulan sus emociones y se involucran con la realidad.”

Por supuesto este libro también permite pensar que las justificaciones psicológicas no absuelven del todo. Cuando se crece quizás, pero cuando ya se es un adulto, el modo de ser de los padres no tiene por qué determinar siempre el destino de los hijos, o ser causa de sus temperamentos. Con otras circunstancias, Donald Trump quizás hubiera sido el mismo Donald Trump que resultó ser. Tal vez más que ser como su padre para sobrevivir en un ambiente familiar complicado, fue simplemente la copia genética de Fred, sin su rectitud y rigor moral.

Con frecuencia hay una voluntad de luchar contra lo peor de lo que somos. Él no la tuvo, pero es cierto que en la descripción de la infancia de Donald es posible hasta sentir cierta compasión, aunque en mi caso mientras la sentía pensaba que era totalmente inmerecida.

De todos modos, porque las explicaciones psicológicas de Mary Trump acerca de su tío son tan certeras y tan lógicas las reacciones a lo que era Fred Trump –cómo sobrevivir a su crueldad mientras se lo emulaba - se podría llegar a la conclusión de que el tío Donald era el más apto para ser el reflejo del padre sociópata.

Si el escritor francés Honoré de Balzac, que tenía predilección desde su perspectiva del siglo XIX en describir lo que el excesivo dinero le hace a la gente, hubiera escrito la comedia humana de esta familia habrían quedado muy claro los dos bandos. El de los predadores, los que consideran que son los únicos dueños y señores de una fortuna y pueden decidirlo todo, y el otro bando que inevitablemente será el desposeído por la codicia del primero. Si Balzac viviera en el siglo XXI y escribiera desde un punto de vista psicológico el mismo tema, el resultado podría haber sido algo similar a este libro donde al fin de cuentas todo gira alrededor de lo que demasiado dinero causa en herederos. Aunque a pesar de todo, el resto pensemos: felices los felices que heredan.

 

 

 

 

 

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por Flaminia Ocampo

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