La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que 22 millones de personas sufren de molestia crónica al ruido en la Unión Europea, causando 12.000 muertes prematuras y 48.000 casos de enfermedades coronarias al año. En un informe difundido por la BBC, se estableció que exposiciones mayores a niveles de ruido equivalentes al periodo día-tarde-noche mayores de 55 decibeles son perjudiciales.
Estar las 24 horas del día, durante 365 días al año, bajo la exposición de un ruido equivalente al emitido por una conversación causa efectos adversos en la salud. En ese aspecto, la OMS y la Agencia Europea de Medio Ambiente incluyen que los principales efectos no auditivos son problemas para dormir y sus consecuencias a corto y largo plazo: deterioro del desarrollo cognitivo, alteraciones metabólicas, problemas cardiovasculares.
“El estrés psicológico derivado del ruido depende de la sensibilidad individual y la capacidad de cada persona para afrontar situaciones de estrés. Se cree que nuestra mente tiene un mecanismo para no sufrir tanta molestia al ruido: la habituación. Se trata de un mecanismo mediante el cual la percepción de ruido se aleja de la consciencia, y se reduce la activación emocional de la corteza prefrontal. Dejamos de sentir molestia. De ahí que las personas que viven en entornos ruidosos se acostumbren a vivir con ello”, observó la especialista Ane Arregi Otxotorena de la Universidad del País Vasco en un artículo publicado en The Conversation.
El ruido activa el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA) y el sistema nervioso simpático. El eje HPA es un eje neuroendocrino que coordina la respuesta al estrés y el sistema inmunitario. Por otro lado, el sistema nervioso simpático forma parte del sistema nervioso autónomo y prepara al organismo para situaciones estresantes o de emergencia. La activación simultánea de estos dos sistemas hace que el cuerpo libere hormonas del estrés: el cortisol y las catecolaminas, como la adrenalina.
Como consecuencia, la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea y la frecuencia respiratoria se elevan. Al mismo tiempo se inhabilitan procesos metabólicos como la digestión. Cuando el estrés se convierte en crónico el cuerpo pierde la capacidad de recuperarse, padeciendo una sobrecarga alostática. A su vez, esto se relaciona con el riesgo de enfermedades cardíacas, hipertensión, diabetes y enfermedades neurológicas.
por R.N.
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