Se festeja el atrevimiento de encarar un espectáculo musical-teatral, con base en el estilo del tango de los años ’20, ’30 y ’40 aunque con un repertorio íntegramente nuevo. Se aplaude el esfuerzo de encarar una producción con limitaciones económicas y con mucho de pulmón y entusiasmo. Se celebra la osadía de animarse a armar una puesta sin una sola pieza tradicional o conocida, más allá de que se escuchen valses, milongas, estilos, zambas y, por supuesto, varios tangos, que evocan el modo de escribir músicas y letras de épocas muy gloriosas del género. “La vida en tango” ya había sido puesta en París. Ahora se están haciendo algunas funciones en Buenos Aires y en localidades del Conurbano. Se trata de una jugada del cantante y compositor –y aquí también dramaturgo- Hernán Genovese, que construyó una pequeña historia de amor de pareja para mostrar sus ideas y sus obras y ofrecer una suerte de revista musical por la que pasan músicos, bailarines y cantantes.
Los puntos flacos de esta propuesta están en la puesta y la dirección de cantantes/actores y, sobre todo, en una dramaturgia que no logra sostener la tensión dramática. Puntos a favor, en cambio, para un vestuario que entrega mucho con pocos recursos y, especialmente, para las tareas individuales. Es original, aunque a ratos un poco desbordada, la participación de la cantante/violinista/actriz Carol O’Farrell. Tiene un muy buen nivel el cuarteto tanguero conducido por el pianista Roger Helou, con Lucía Ramírez en bandoneón, Javier Kase en violín y Juan Manuel Gómez en contrabajo. Cumple sin brillar y con una participación secundaria la pareja de baile de Florencia Méndez y Pedro Zamin. Y el punto más alto está en el trabajo vocal –no así en el actoral de Sandra Márquez y del propio Genovese, a quienes les toca defender un repertorio no conocido que compite en estilo, aunque no siempre en sus buenos resultados, con los grandes clásicos tanguísticos.
Comentarios