La estructura del sistema internacional es determinada por la distribución del poder entre los jugadores en la mesa del orden mundial. Hay tres distribuciones posibles: la multipolar, cuando existen más de dos Estados compitiendo por poder e influencia; la bipolar, cuando dos contendientes disputan por extender su influencia al resto del mundo, y la unipolar, cuando un Estado hegemónico concentra el poder económico y militar de manera dominante en el sistema. El poder sustenta la base del orden mundial como el orden es la estructura de ejercicio del poder internacional. El orden tiene un componente autoritativo por el cual es dirigido con diferentes grados de poder desde la par-te superior de una estructura jerárquica ejecutiva, imperial o hegemónica. El término hegemonía (supremacía) proviene de la palabra griega hēgemonía, que significa liderazgo ejercido por un solo Estado o grupo de Estados. Un hegemón global requiere una capacidad material extraordinaria más un conjunto de ideas políticas, económicas, sociales y culturales para atraer seguidores al sistema que propone/impone. En el sentido más básico, un orden internacional es un patrón establecido de relaciones y comportamientos entre los actores de un sistema. Implica una relación entre elementos basada en algún principio. No supone intencionalidad, coherencia o valores como estabilidad, prosperidad o paz.
Una de las preocupaciones más fundamentales de las relaciones internacionales es cómo se establece, mantiene y destruye el orden. Es probable que nunca haya existido un orden mundial de alcance verdaderamente mundial. Lo que denominamos orden fue ideado en Europa occidental hace casi cuatro siglos, en una conferencia de paz en la región alemana de Westfalia luego de un siglo de conflicto sectario y agitación política en todo el continente, que culminó en la guerra de los treinta años (1618-1648). Para poner fin a una serie de disputas político- religiosas que se cobraron casi una cuarta parte de la población europea, se definió un conjunto de arreglos que perviven hasta hoy. La llamada Paz de Westfalia reflejó el reconocimiento de una realidad práctica: multiplicidad de unidades políticas autónomas, internamente diversas y externamente sin el poder suficiente como para derrotar a todas las demás.
El sistema se construyó alrededor de Estados independientes que tienen soberanía interna (la máxima autoridad dentro del territorio es el Esta-do) e igualdad externa (acuerdo de no interferencia en asuntos internos de los demás). Ello garantizaría el equilibrio general del poder y la estabilidad sin recurrir a la dimensión divina y la pretensión de gobierno universal. Orden nacido de la multiplicidad y la moderación, la diversidad y la división. Aunque el esquema de organización tuvo pretensión de legitimidad universal, a lo largo del tiempo y a lo ancho de la geografía global, cada región ha imaginado que gobernar lo que tiene delante de sí equivale a ordenar el mundo todo. Percibe su propio orden como único e interpreta lo existente en otros puntos del globo como extraño o “bárbaro”. Las denominadas Pax Romana, Pax Britannica y Pax Americana crearon un orden internacional de relativa paz y seguridad que garantizaba la expansión de la actividad económica transnacional.
Durante el siglo XX, Estados Unidos se convertiría en el defensor indispensable del orden diseñado por Europa. Sin embargo, la visión estadounidense no creía en el equilibrio de poder europeo, sino en alcanzar la paz a través de la difusión de la libertad económica (mercado) y política (democracia). En la Segunda Guerra Mundial, derrotó al nazismo y luego creó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para contener el avance del totalitarismo soviético. Ayudó a reconstruir las devastadas economías europeas y formó una red global multilateral de instituciones económicas, políticas y de seguridad. Tuvo el idealismo y los recursos para asumir la construcción de un orden que superara la recesión económica de la década de 1930 y garantizara que la victoria obtenida en 1945 impidiera una Tercera Guerra Mundial. Aunque selectivamente y condicionado a las necesidades de seguridad nacional de la Guerra Fría, apoyó la gobernanza participativa en los países bajo su égida en un grado que no había sido visto antes en la historia de los hegemones mundiales.
Emergió de la Guerra Fría como la única superpotencia del mundo. Además, lo hizo con sentido de responsabilidad por construir y sostener un orden mundial. Todos los presidentes de la posguerra hasta Donald Trump ratificaron el rol excepcional de Estados Unidos en el mundo, convencidos de la indispensabilidad del poder estadounidense. El universalismo moral que sustentaba la política exterior se basaba en la creencia en la libertad –política y económica– como pilar fundamental de la organización de la vida humana. Al igual que los Estados Unidos, Superman concibe la guerra no para castigar villanos, sino para mejorar la vida de los hombres. La victoria no es respaldo de la dominación, instancia de expansión de la libertad. La aplicabilidad de los principios estadounidenses al mundo se adoptó como un dogma: “La paz del mundo no se puede establecer sin Estados Unidos”, había establecido Woodrow Wilson en 1919. Una perspectiva un poco más crítica sobre la hegemonía norteamericana –y sobre Superman– sería igual a la que se ve en el film Batman vs. Superman. En la novela original que dio lugar al film de Miller, el presidente norteamericano envía a Superman a frenar a Batman luego de que este asesinara al Guasón, pero en el film Batman intenta terminar la hegemonía del kriptoniano).
Luego de haber visto la lucha entre Superman y Zod, que destruye media ciudad y se cobra vidas, Bruce Wayne entiende el peligro de la hegemonía de Superman: “Si quisiera, podría quemar todo el lugar y no habría una maldita cosa que podríamos hacer para detener-lo”. Wayne tiene una visión gramsciana de la hegemonía de Superman: el elemento consensual o legitimador sustenta el dominio dándole una dimensión cultural más allá de la coerción. Las alabanzas que Lois Lane hace de las hazañas de Superman hace en el Daily Planet son lo que Gitlin (1979) denomina “ideología prime time”: el proceso hegemónico impuesto a través de la narrativa periodística. Superman expresa y personifica la idea de orden liberal de una manera excepcional. Es poder más principio, capacidad más voluntad, invulnerabilidad más incorruptibilidad.
Obedece las leyes y respeta a los presidentes, pero no tiene miedo de ir contra el mal y la corrupción para ayudar a las personas. Lucha contra el arquetipo del multimillonario corrupto con pretensión de privilegio (Lex Luthor) y se pone siempre del lado del hombre común: mineros, granjeros, minorías y cualquiera que necesite una mano. Parece salido del discurso inaugural del presidente John F. Kennedy en 1961, cuando dijo que Estados Unidos “pagaría cualquier precio, soportaría cualquier carga, enfrentaría cualquier dificultad, apoyaría a cualquier amigo y se opondría a cualquier enemigo para asegurar la superviven-cia y el éxito de la libertad”. Superman renuncia a su ciudadanía y hasta a su propia vida por el bien mayor. Este big blue boy scout es norteamericano por excelencia. El hijo adoptivo de agricultores del granero del país aprende los valores que son columna vertebral de la autopercepción norteamericana. En el siglo XVIII, William Penn describió a Estados Unidos como “el país de un hombre pobre y bueno”.
Benjamin Franklin describía al estadounidense como “austero, trabajador y frugal”. Seymour Martin Lipset resumió el excepcionalismo norteamericano como un credo de cinco términos: libertad, igualitarismo, individualismo, populismo y laissez faire. Pero su acción está guiada hacia la humanidad: mientras la Mujer Maravilla es republicana y Batman es demócrata, Superman está siempre por encima de las afiliaciones partidarias y también nacionales. Superman lleva el sueño americano a escala planetaria del mismo modo que Estados Unidos construye orden internacional proyectando su polis globalmente. Superman es un superhéroe para los hombres como la hegemonía norteamericana es un “faro de luz” para el orden mundial. Además de poder, ambos prometen esperanza. El padre biológico de Superman, Jor-El, le dice a su hijo algo que Estados Unidos cree decirle al mundo: “Vive entre ellos, Kal-El, para descubrir dónde se necesitan tu fuerza y tu poder. Mantén siempre en tu corazón el orgullo de tu herencia especial. Pue-den ser grandes personas, Kal-El, desean serlo. Solo les falta la luz que les muestre el camino. Por esta razón, sobre todo, por su capacidad para el bien, les he enviado a ti, mi único hijo”.
por Mariano Turzi
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