Friday 19 de April, 2024

OPINIóN | 31-01-2020 08:11

La ciudad de la furia

¿Cómo se ha llegado a esta instancia?, ¿qué está pasando en la sociedad actual para que el nivel de agresión al otro sea tan brutal e ilimitada?

De público conocimiento han sido los sucesos que ocurrieron durante los primeros días del año 2020. Preferiría ahorrarnos los detalles, los que ya hemos leído o visto, apelando a la efectividad de nuestros mecanismos de defensa.

Para hacer una breve síntesis, en el transcurso de este periodo, de menor a mayor grado de intensidad estas situaciones traumáticas compartieron el desagradable ingrediente de la violencia: desde un animal arrojado al vacío hasta otros animales salvajes, si es que se los puede llamar así, golpeando hasta matar a una persona indefensa en el piso. Entremedio han ocurrido otros episodios, con la reproducción de estos mismos roles no así su intensidad. Un señor agredido físicamente por un grupo de personas por manifestar que no quería escuchar música desde un auto en la playa mientras disfrutaba del sonido del mar con su familia; una mujer joven que golpea a un hombre porque se sintió injuriada por no poder dejar su auto en el garaje, propiedad del agredido, y seguramente habrá habido otros más. Todos han comenzado con confrontaciones por intereses disimiles, siguiendo con agresiones verbales que fueron escalando de tal manera que lograron exiliar la mediación de la palabra para terminar a los golpes. Y Terminar.

Del más devastador episodio de esta seguidilla, uno de los agresores anticipa y escribe en una red social "No falta nada para irnos a romper lo que nos faltó". Nadie lo sancionó. Nadie lo censuró, sino retrospectivamente.

Estas personas, si es que se las puede llamar así, que abarcan una edad que va desde la adolescencia hasta los veinticuatro años aproximadamente, tienen la perversa particularidad de divertirse a costa de infligir un daño a otros. Las vacaciones, se conciben como un espacio para dar rienda suelta a la impulsividad, a los no límites, a la agresión. En estas conductas se observan la posición de dominio y la satisfacción sádica que encuentran en someter a otros a su capricho. Ahora si bien este tipo de gente ha existido siempre se plantea una pregunta: ¿Cómo se ha llegado a esta instancia?, ¿qué está pasando en la sociedad actual para que el nivel de agresión al otro sea tan brutal e ilimitada? La respuesta la podemos encontrar fundamentalmente en dos cuestiones: La decadencia de la figura de autoridad, encarnada tradicionalmente por la imagen del padre y sus sustitutos. La segunda, la gran importancia de la mirada, “el ser mirado” por los otros, incluso en lo íntimo, para “existir” en el mundo digital y en las redes sociales.

Actualmente, el mundo de la gente joven está desprovisto de la palabra ordenadora del adulto. Este tipo de relación, de jerarquía vertical, ha sido sustituida por un modo de relación inconsistente, un modelo horizontal donde los adolescentes o jóvenes estarían en un estado de abandono y desprotección, donde cualquier chico podría llegar a ser víctima de otro. Si antes era el adulto el que regulaba el ejercicio de esa violencia, actualmente puede ejercerse sin impunidad por el acosador ya que no existe ley que la sancione.

La inscripción de la Ley en los sujetos, es una instancia que sucede en los años más tempranos de la vida de un niño y cuya función es demarcar lo permitido de lo prohibido, pone un borde con respecto a lo que “se puede” y “no se puede” hacer o decir en una sociedad, para mantener el lazo social con el otro. Pero cuando esta instancia falla lamentablemente ocurre lo que ya ocurrió, que no puedan discernir lo que se puede de lo que no. Su manera de relacionarse con el mundo es desde su no-limite, desde la trasgresión.  Y por eso es absolutamente necesaria la presencia de la representación de la Ley (externa) sancionando estas conductas inhumanas, porque desde lo interno nunca podrán hacerlo.

De relatos de los espectadores de la más terrible escena, se reiteraba una afirmación, la policía no intervino. Y un chico termino siendo víctima de otro, si es que se lo puede llamar así.

Me veras volar, sí…

Me veras caer, sí…

Nada cambiará…

Ojalá que sí.

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Paula Martino

Paula Martino

Psicoanalista.

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