El eslogan de campaña de Alberto Fernández decía: “Es con todos”. Y lo cierto es que Alberto estuvo con todos.
En sus comienzos fue de derecha en el Partido Nacionalista Constitucional de su tocayo Alberto Asseff, un ex funcionario del Proceso militar. Además fue pinche de dos jueces duros de la dictadura, Ramón Montoya y Fernando Mántaras. Fue menemista con Menem y cavallista con Cavallo, en la Superintendencia de Seguros de los tempranos años 90. Fue duhaldista con Duhalde, en el Banco de la Provincia de Buenos Aires, y también como cajero de una campaña, la de 1999. Fue alfonsinista con Alfonsín, en el Ministerio de Economía de Juan Vital Sourroille, el que inventó los australes.
Fue uno de los socios fundadores del kirchnerismo, cuando consiguió que Duhalde apoyara a Néstor como su candidato en 2003. Fue el más cristinista de todos, cuando convenció a Néstor de que la candidata en 2007 debía ser ella y no el entonces presidente. Fue el más anti K, cuando se peleó con su jefa y dijo cosas espantosas de ella, como que actuaba como una adolescente, vivía en un mundo dual y tenía una distorsión de la realidad. Ningún opositor llegó a tanto.
Fue asesor de Scioli, y lo incentivaba a que rompiera con los K. Fue massista con Massa, y en 2013 le ganó una elección a los K. Fue jefe de campaña de Randazzo, e hizo que CFK perdiera la elección de 2017 contra Cambiemos, porque le faltaron los 5 puntos de voto peronista que Randazzo le sacó.
Después, un buen día, volvió a ser cristinista, y todo lo pasado, pisado.
¿Y ahora? No sabe, no contesta. La jefa teme que, ahora que ganaron, Alberto se independice, que ya no cumpla las órdenes de ella.
Y es posible que así sea. Porque Alberto estuvo con todos y todas. Pero, en el fondo, siempre fue albertista.
(El autor acaba de publicar el libro "Fernández & Fernández", Editorial Planeta)
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