Sunday 16 de November, 2025

OPINIóN | 24-10-2025 13:34

La nueva economía tokenizada: el dinero con logo corporativo

Empresas como NVIDIA podrían crear sus propias monedas digitales respaldadas por activos reales y cambiar el sistema monetario global.

Todavía no pasó, pero pasará. No estamos hablando de un nuevo Bitcoin ni de una moneda virtual inventada desde cero; ahora es algo más concreto, lógico y disruptivo: empresas que convierten sus activos reales en monedas digitales que se pueden usar, intercambiar, ahorrar o invertir. Tokens, pero con sustancia en lugar de burbujas y espuma. Y esa espuma, cuando crece, produce FOMO: miedo a quedarse afuera.

Para entenderlo, hay que empezar por lo más básico: ¿qué es un token?

Un token es como una ficha digital que representa algo que tiene valor: una hora de trabajo, una parte de un edificio, una unidad de energía, una GPU de NVIDIA. No es dinero “legal” como el peso o el dólar, pero puede funcionar como dinero. Si la gente lo acepta, se puede intercambiar. Hay tokens que no valen nada y tokens que valen más que monedas oficiales.

Hoy, la mayoría de los tokens son experimentales. Muchos no tienen respaldo, otros dependen de la confianza en algoritmos y algunos están ligados al precio del dólar, como las famosas “stablecoins”. Pero lo que viene ahora es distinto: empresas gigantes emitirán tokens respaldados por sus activos: infraestructura, inventario, capacidad de cómputo, energía, petróleo, edificios o logística. Y cuando eso pase, nacerá un sistema monetario nuevo, paralelo, privado y corporativo.

Tomemos el caso más evidente: NVIDIA. Es la empresa más importante del mundo en inteligencia artificial (IA). Fabrica las placas de video (GPU) que usan desde ChatGPT hasta los laboratorios de biotecnología, los autos autónomos, los ejércitos y los videojuegos. El acceso a sus GPUs es limitado y no hay suficientes.

Imaginemos que NVIDIA emite un token que representa una unidad de cómputo: por ejemplo, 1 token = 1 hora de procesamiento en sus granjas de IA. Ese token tiene una utilidad directa, concreta y deseada. Las empresas lo comprarán para garantizarse cómputo futuro; otros lo revenderán cuando suba. Los gobiernos lo emplearán para pagar servicios de IA sin tener que comprar infraestructura propia. Y los usuarios en países con inflación verían más confiable ahorrar en tokens de NVIDIA que en su moneda local.

Pero hay algo aún más profundo: al tokenizar su infraestructura, NVIDIA la vuelve escasa por diseño.
¿Por qué? Porque una parte de sus GPUs ya no se venderá libremente, sino que estará “bloqueada” detrás de los tokens. Eso genera escasez artificial, lo que a su vez hace subir el valor del activo físico subyacente, es decir, las propias GPUs.

Así, el resultado es:
• El token se vuelve más valioso.
• Las GPUs se encarecen.
• La acción de NVIDIA sube.
• Y el modelo de negocio cambia: ya no ganan solo por vender hardware, sino por administrar acceso y escasez.

Es un modelo de retroalimentación: se tokeniza el recurso → se restringe su acceso → sube el valor del recurso → sube el valor del token → sube la acción de la empresa. Y todo sin producir una sola unidad más. Es ingeniería financiera de activos físicos, en tiempo real.

Ahora bien, no todas las empresas pueden hacer esto. Hay que tener activos muy deseados, muy escasos, muy usables. ¿Quién más podría?
• Empresas energéticas: tokenizar electricidad. 1 token = 1 MWh de energía. Ya existe en pruebas piloto.
• Productoras de petróleo: tokenizar barriles. No futuros, sino acceso físico garantizado. Difícil de implementar, pero posible.
• Microsoft, Amazon, Google: tokenizar capacidad de servidores, ancho de banda, almacenamiento. Todo lo que hoy se paga en suscripciones puede fragmentarse en tokens.
• Tesla: tokenizar uso de fábricas, robots, tecnología de baterías. Incluso licencias de patentes.

Y una vez que uno lo haga, los demás seguirán. Porque cada empresa que tokenice algo lo valoriza, aunque no lo venda. Solo con convertirlo en base monetaria, el activo sube. Y eso hace subir el valor de la empresa, el valor de sus acciones y su capitalización bursátil. Es como si una vinoteca, en vez de vender botellas, empezara a vender tickets que dan derecho a una copa. Y esos tickets cotizaran en el mercado. Las botellas valen más por estar asociadas al sistema, no por ser distintas.

Los bancos centrales pueden protestar, pero poco podrán hacer. Si el token no se presenta como una “moneda legal”, sino como un instrumento de uso funcional, se esquivan las trabas regulatorias. Como decía antes: no se ven burbujas, se ve espuma. Una espuma nueva, corporativa, que avanza por debajo del sistema tradicional, lo rodea y lo reemplaza por goteo.

Y esa espuma, cuando crezca lo suficiente, va a crear FOMO real, miedo a quedarse afuera. Porque no estamos hablando de tokens para especular, sino de unidades que se necesitan para producir, trabajar, hacer IA, mover energía y construir infraestructura. Es decir, dinero funcional, pero sin necesidad de que un país lo emita.

La moneda del futuro puede no tener próceres ni banderas. Puede tener el logo de una empresa y estar atada a un recurso tangible. Y lo más probable es que, cuando esto pase, no pase en Wall Street, sino en Taiwán, Singapur, Abu Dabi o en países con monedas rotas que ya no tienen miedo a experimentar. Y desde ahí, se propague como espuma.

Las cosas como son

Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.

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Mookie Tenembaum

Mookie Tenembaum

Analista internacional, autor de Desilusionismo.

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