Esta vez, Cristina Kirchner no tiene excusas. Después del sopapo de las PASO y de la durísima carta pública de la vicepresidenta contra Alberto Fernández, se hizo casi todo lo que ella pidió. Se repartió “platita” estatal entre los potenciales votantes, se congelaron precios, se despidieron a varios de los “funcionarios que no funcionan”… Pero nada de eso alcanzó. El Gobierno perdió otra vez, como en septiembre. Y la ventaja a nivel nacional que le sacó Juntos por el Cambio, a pesar de lo ajustado del resultado en la Provincia de Buenos Aires, convierte a la jefa del espacio en verdadera madre de la derrota.
El discurso de ella, del Instituto Patria y de La Cámpora apunta a señalar al Presidente como el principal responsable de la debacle electoral y política, como ya ocurrió hace dos meses. Pero lo que este domingo fue derrotado en las urnas no solo es la desdibujada gestión de un hombre al que ella misma eligió para ese cargo, sino también la manera en que, tras la figura casi decorativa de ese primer mandatario, al que la militancia K hasta trató de “okupa”, la verdadera dueña del poder venía avanzando con su estilo implacable: trabas a la negociación con el FMI, rispideces con el establishment, grieta cada vez más profunda con la oposición, tensión en aumento con la Corte en particular y la Justicia en general… Un escenario de peleas en continuado cuando lo que pide la ciudadanía es priorizar la salida de la crisis pandémica que se devoró los primeros dos años de gobierno de Alberto y CFK.
El golpe de las legislativas sacude a la inventora de ese experimento que consistió en entregarle el mando formal del país a un aliado que en los hechos cogobierna con ella, y que jamás se animó a romper con ese yugo. El faltazo de la jefa al búnker de la derrota, amparada en razones médicas, solamente agrava la distancia entre ellos. Se vienen días calientes, acaso tanto como los que siguieron a las PASO, cuando parecía que la coalición de gobierno se rompía.
Un dato preocupante para el final: la participación en estas elecciones, que apenas alcanzó el 71 por ciento, es la más baja desde el regreso de la democracia. Es decir, hay un cada vez más amplio sector de la sociedad que no se siente representado por la política. Y eso no solo no lo arregla Cristina, sino tampoco sus adversarios.
Comentarios