Los controles de cambio siempre son ingratos, pero reflejan el mismo problema de siempre: la falta de confianza en la Argentina, que se traduce en la fuga constante de capitales. Desdoblamiento, controles más estrictos, da igual con qué medidas se intenten contener las presiones en los mercados financieros. Porque ninguno de nuestros problemas se resuelven solo desde lo cambiario o monetario. La cuestión de fondo es otra, y mientras continuemos postergando reformas y medidas que nos permitan producir en mejores condiciones, generar empleo, eliminar la corrupción, nada de lo que hagamos detendrá la fuga de capitales, porque la confianza en el país es nula.
Tampoco podemos quedarnos mirando cómo los grandes fondos aprovechan estas debilidades para hacer negocios que nos debilitan más. Hay que actuar y así lo está intentando el Gobierno, como también lo hizo Cambiemos. Y como lo haría cualquier economista que le tocara gestionar este país: de afuera las teorías son claras, pero adentro todas hacen agua en una realidad para la que no fueron preparadas. Ni Pesce, ni Marcó del Pont, ni Hernán Lacunza fueron partidarios de controlar. Y a ninguno le quedó opción para desarticular la capacidad de ataque de los fondos especulativos, que hoy explican la mitad de la demanda de dólares.
Nadie puede estar contento con estas medidas y se podrán sugerir otras alternativas, pero todas van a sucumbir en lo mismo: la desconfianza sobre una economía que no puede con su economía. Hacia adelante habrá que hacer malabares para minimizar los costos de esta nueva etapa cambiaria. Habrá días turbulentos y pronto se apaciguará el mercado. El problema es qué sucederá con los precios, con las exportaciones, con las importaciones, con las inversiones y la capacidad de sustituir importaciones. Controlar tiene que ser ganar tiempo para construir nuevas bases de la economía. Si no, los mercados, desalmados, siempre se las ingeniaran para seguir destruyendo.
* La autora es investigadora de la UBA y directora de CERX.
por Victoria Giarrizzo*
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