Uno de los retratos más simbólicos de la pandemia, y de cómo ésta castiga a la industria del espectáculo, es la imagen de Andrés Ciro (ex líder de Los Piojos) sobre el escenario de un estadio Luna Park vacío, aullando el estribillo de “Tan solo”, solo como un satélite, ante el espejismo de un pogo reproducido en un muro de video. La escena forma parte de los momentos que dejó el Cosquín Rock Online, evento al que asistieron en forma virtual 140.000 mil ciberespectadores y que inauguró la era de los festivales transmitidos vía streaming en la Argentina. El padre de la criatura se llama José Palazzo, el mismo que hace 20 años, también en tiempos inciertos, puso en marcha la franquicia homónima, presencial, que hoy se exporta a Estados Unidos, México, Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile y España. “Yo era pesimista con respecto al Cosquín Rock Online. Mi socio, El Chueco (Marcelo Oliva), fue el que me impulsó y después me empecé a enamorar y a encantar. Pasó toda esa cantidad de gente en un fin de semana (8 y 9 de agosto) por una plataforma que veníamos construyendo desde hacía dos meses, trabajando 14 horas por día”, explica este cordobés de cincuenta años, desde su residencia en la capital provincial, todavía con la espuma que deja la ola de una producción megalómana.
Amigo y compañero de caravana de Charly García, José Palazzo fue primero rockero y empresario después: a los 12 se colgó un bajo, se compró el vinilo “Destroyer”, de Kiss, y le dio al giradiscos hasta prender fuego la púa y el oído. “Lo único que quería en aquella época era pisar pollitos y escupir sangre. Me acuerdo que mi papá le decía a mi mamá, ´usted está loca, cómo le va a traer un bajo, se va a hacer drogadicto´. Si no me lo traía, igual mi iba a hacer drogadicto”, bromea Palazzo, que ya por entonces era el que se encargaba de poner la caripela por la banda en los bares, el que negociaba la comisión de las entradas y el que preparaba el engrudo y salía a pegar afiches entre gallos, fernecolas y medianoche. “Yo era el que producía mis shows. Después, a los 20 empecé a trabajar en la televisión con la familia Liberman, en VCC (Video Cable Comunicación), Córdoba, y también me recibí de abogado y todo eso me dio una formación más importante y ahí empecé a producir. Nunca, cuando hice mi primer show con Marky Ramone and the Intruders, y vinieron nada más que 29 personas, me imaginé que mi profesión me iba a llevar a esto”, dice.
Noticias: ¿Queda inaugurada una nueva forma de consumo de shows masivos?
José Palazzo: Acá hay un mundo nuevo. La realidad es que invertimos en una tecnología muy importante, que para mí formó parte del festival más grande que se haya realizado hasta ahora vía streaming. Busqué en Estados Unidos, busqué en Europa, busqué por todos lados y en ningún lugar del mundo se realizó un festival con cinco escenarios: en el Luna Park, en Vorterix, en La Trastienda, en la Plaza de la Música y en el Teatro Laverdén. Shows que podías ver con seis cámaras. Fue un desafío gigantesco: produjimos un show de Ciro, uno de Vicentico, uno de Rata Blanca, uno de Las Pelotas, simultáneamente. Cuando terminó y venía viajando para Córdoba le decía a mi socio: “hemos hecho una demencia que nadie se imagina en la locura que nos hemos metido”.
Noticias: Hubo algunas quejas con respecto a la conectividad.
Palazzo: La conectividad en América latina es muy mala. Es el gran problema. Por más que tengas el mismo proveedor, tu conectividad y la de tu vecino pueden ser completamente distintas. La variedad de conectividad es tan mala que por más que vos brindes un servicio de excelencia, hay momentos en los que las personas veían interrumpida su señal. Ese es un tema que nosotros no podemos resolver, pero no hay que dejar de entender al usuario: el tipo pagó su entrada, se conectó, apretó play y tenía problemas. De alguna manera, todas esas cosas, que no son responsabilidad nuestra, sí lo son porque nuestro negocio es que el cliente se vaya satisfecho.
Noticias: ¿Cómo ve el panorama de su industria en este contexto de pandemia?
Palazzo: Yo creo que todos los productores sabemos con certeza, pero ninguno lo quiere decir, que hasta que no esté la vacuna nuestro negocio es altamente riesgoso. No solamente por la posibilidad de generar un foco de contagio, que sería lamentable, sino porque las probabilidades de cancelación son altísimas. Amigos míos de España tenían programado hasta noviembre porque habían vuelto a la normalidad y hoy les cancelaron todo. Solo en Córdoba, entre bailes de cuartetos, shows, recitales en estadios, etcétera, nuestra industria ha perdido 4.700 millones de pesos. Las compañías de espectáculos estamos en jaque absoluto. Yo digo que como Cemento (mítica discoteca porteña), ese lugar icónico de Buenos Aires donde se construyó la música y la base de todo esto, terminó convertido en estacionamiento, esta pandemia va a generar muchos estacionamientos.
Noticias: ¿Ve usted alguna manera mejor de gestionar la pandemia por parte de las autoridades nacionales y provinciales?
Palazzo: Hay una cosa que es indiscutible: no creo que ningún gobierno, ni municipal, ni provincial, ni siquiera el gobierno nacional tengan hoy las herramientas como para generar los recursos que necesita la cultura argentina para no desmoronarse. Acá, en Córdoba, por ejemplo, nos juntamos con el intendente y nos decía que antes se tomaban el colectivo 600.000 personas por día, que pagaban su boleto y así y todo se perdía fortunas con el transporte público; ahora viajan 14.000. La facturación de la municipalidad cayó el 70 por ciento. Es todo tan delicado y tan triste que hay que pensar en salvar a los que están en el agua helada y nosotros paraditos en la punta del Titanic. Tratar de salvar a esos ñatos y de ver cómo vamos a distribuir a la gente en los botes.
Noticias: ¿Se logró instalar en la Argentina la cultura del festival de rock?
Palazzo: En España, cada alcaldía tiene su propio festival y algunas tienen tres o cuatro. La realidad es que mientras más festivales hay, más cultura del festival se genera también. En Europa vos tenés todo el verano unas 400 opciones. Argentina debería tener, mínimo, 30 grandes festivales de rock al año. Es muy divertido ir a un festival, yo en mis ratos libres voy: fui a Glastonbury (UK), a Benicasim (el FIB de España), a Roskilde (Dinamarca), al Wacken (Open Air) de Alemania. He ido a muchos festivales con mis dos hijas (Pilar y Agustina), a pasear, a verlo, a curtirlo en carpa, a disfrutarlo. En el mundo, los festivales no tienen edades, son completamente transversales, y el Cosquín se ha transformado en eso.
Noticias: Los hijos van a ver a Wos y los padres a Juanse…
Palazzo: Mirá, tengo amigos de toda la vida que no habían venido nunca al Cosquín. Los invité cincuenta veces y nada. Ahora vinieron, ahora que tu hijo de 11 años quiere venir a ver a Wos o al Duki tuviste que venir porque te torturó. Entonces viviste y descubriste todo un mundo que te lo imaginabas de otra forma, te imaginabas que te iban a apretar, que te iban a empujar y después te diste cuenta de que no es así. Después de un esfuerzo de 20 años, hemos logrado eso que vi todo el tiempo en Europa y que creía que era imposible en la Argentina, que es la transversalidad total del público.
Noticias: ¿Cuál es la parte menos grata de su trabajo?
Palazzo: Me embolan las planillas de cálculo. Desde que empecé esto agarro un papelito, anoto y digo “vamos a hacerlo”. Me embola la burocracia de los contratos porque no firmo contrato con ninguno de los músicos con los que hago shows, ni con La Renga, ni con Don Osvaldo, ni con Charly García, salvo los contratos que tienen que ver con la parte legal.
Noticias: ¿Arregla de palabra con los músicos?
Palazzo: Yo levanto un teléfono para armar la grilla de Cosquín y durante cuatro días hablo con los artistas y con los managers. Los números los cierro en 18 minutos. En lo que tardo cuatro o cinco semanas es en negociar la ubicación donde tocan y el tiempo que tocan. Imaginate qué loco: mi mayor pelea es conseguir alguien que cierre el festival, cuando, históricamente, si no cerraban no querían tocar. Ahora nadie quiere cerrar. Nosotros fuimos los primeros en poner un artista muy famoso a la cinco de la tarde y se llenó. Hoy los artistas que cierran son los que te hacen un favor. Este año, Los Ratones y Los Decadentes me dijeron “bueno, está bien, yo te cierro”. Nadie quiere cerrar porque creen que a esa hora la gente se va y la gente no se va. Si yo dejara una luz prendida se quedan hasta que la apago.
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