Todos sabemos quién es Mercedes Morán, en este caso no necesitamos clickear en la bio porque está metida en nuestras cabezas arrastrando las erres en “La Ciénaga”, mandando bendiciones como la Pastora Elena en ”El Reino”, la Roxy de “Gasoleros” o la dueña del mejor remate en “Luna de Avellaneda”. Le pregunto si después de “Betibú” entendió mejor a los periodistas, sonríe y responde que probablemente hubiera sido una buena reportera.
En “Empieza el baile”, la encantadora película dirigida por la argentina radicada en Madrid Marina Seresesky que acaba de estrenarse, Mercedes es Margarita, una veterana compadrita y apetecible en una road movie tanguera, desopilante, tierna y sentimental. Junto a un áspero Darío Grandinetti convertido en ex gloria de las tanguerías y a Jorge Marrale como su entrañable Primer (y único) Bandoneón, Pichuquito, conforman un trío inesperado para reír y llorar.
La necesidad de contar historias adultas, la curiosidad como atajo frente al miedo, el poder cultural de una puteada, un diente pintado de negro y la revelación de Lucrecia Martel en esta charla con NOTICIAS.
Noticias: Hace unos años se estrenó “Le Week-End”, película que homenajeaba a Bande à part de Godard, y un crítico local la tildó de “cine geriátrico”. ¿Persiste ese prejuicio o extrañamos a ese público adulto en las salas?
Mercedes Morán: Mi elección siempre pasa por una historia que me conmueva, que me despierte las ganas de participar, como una actriz de la edad que tengo, me parece interesante y no tan frecuente que los protagonistas de una historia tengan más de 50 o 60 años. Creo que eso va a contribuir a que el público adulto vuelva al cine, sobre todo con películas como “Empieza el baile” que tiene una administración de la nostalgia adecuada. Porque tampoco me gusta sumarme a esa idea de que todo tiempo pasado fue mejor, pero los argentinos tenemos la nostalgia en nuestro ADN.
Noticias: El fenómeno de las nostalgia es muy fuerte en todo el mundo, con una lluvia de películas autobiográficas. ¿Los argentinos vivimos más apegados a ese tanguero dolor de ya no ser?
Morán: Justamente anteayer tuve el placer enorme de poder ver a Héctor Alterio, escucharlo decir las letras de unos tangos y también recitar a poetas españoles como León Felipe, hay algo de la nostalgia que cuando está en su justa medida es muy dulce, no es un bajón. En “Empieza el baile” hay mucho humor al filo, porque estos personajes están al punto de la decadencia, con una autopercepción de sus virtudes que los hace muy graciosos a la vista del público. Me parece interesante hablar de cómo se vive la gloria pasada, en una vejez que no está tan almibarada sino un poco olvidada y de qué manera pueden percibirse el amor, la amistad y la alegría en tres personas mayores que se reencuentran con el peso de la vida encima. Así se embarcan en esta especie de road movie, un viaje parecido a los de sus antiguas giras. Poder componer a esos personajes un poco mayores que nosotros fue muy divertido.
Noticias: Margarita, su personaje, es una señora grande pero muy coqueta. ¿El cine está en deuda con la exploración del deseo femenino después de los sesenta?
Morán: Creo que es algo que estamos reivindicando recién ahora porque nuestra cultura siempre nos dijo que a partir de una determinada edad todo terminaba y nos convertíamos en un desecho. Sigue pasando mucho eso de “¿Qué tal abuela?” ¡Abuela las pelotas! (risas). Yo soy una abuela feliz y orgullosa, pero el concepto de que a partir de una edad el deseo desaparece es terrible, pero creo que todo eso afortunadamente está cambiando. Me parece que las mujeres para contar otras historias necesitamos directoras que hayan atravesado esas etapas personalmente o a través de una madre, una hermana o una amiga, porque todo es diferente a cómo suelen contarlo, nada es igual a los 40 que a los 60. Aunque personalmente estoy viviendo este momento de una manera muy excepcional sé que no es la norma y estoy muy abierta a hacer este tipo de personajes. No quiero ponerme esa carga de ver cómo hacer para estar 5 minutos más joven. Tanto este personaje como el de la película “Elena sabe” sobre la novela de Claudia Piñeyro que se estrenará este año, están llenos de sabiduría y de reflexión acerca de cómo te afecta el paso del tiempo. Porque la muerte está presente, en un momento empezás a perder a los amigos o te encontrás con que envejecen mal.
Noticias: Con respecto a “Elena sabe” usted ya ha trabajado varias veces con su hija Mey Scápola y ahora repiten en esa película. ¿Cómo es esa sociedad a la hora de ser colegas?
Morán: La mayor parte de las veces no ha sido idea nuestra, fuimos invitadas a eso, cuando es así es bárbaro porque es un encuentro que se produce como salido de la cocina familiar, pero asumiendo roles distintos y nos encanta. Objetivamente puedo decir que tanto Mey como Manuela (Martínez, hija de Oscar) son actrices con las que me gusta trabajar. Lo mismo me pasa con otras colegas como Érica Rivas, con la que nunca había actuado hasta “Elena sabe”.
Noticias: A Mey justamente la dirigió en teatro en la obra de Nora Ephron, “Amor, dolor y qué me pongo”. Ephron ya murió y aún le siguen cuestionando su ironía aplicada a distintas situaciones complicadas de la vida. ¿Cree que a las mujeres se nos exige más en el humor?
Morán: A las mujeres se nos exige más con todo, desde ya. La figura del capocómico no tiene parangón con una mujer, la gracia era patrimonio masculino, pero por suerte esas cosas se están modificando. Sobre todo ahora que cierto humor perimió, no causa gracia porque escondía un destrato, una burla. Cuando dicen, “¿Y ahora de qué nos reímos?”. Bueno, miren a los grandes desde Chaplin en adelante, ninguno basó su humor en reírse de los otros.
Noticias: Usted es una gran puteadora, está científicamente comprobado por las películas de Campanella. Cuando se habla de puteadores memorables aparecen Ranni o Luppi. ¿Para una mujer ejercer el arte de putear es casi un acto de resistencia cultural?
Morán: Pero sí, ¡por supuesto! (se ríe). Yo no soy muy puteadora en la vida, pero se han hecho conocidas las puteadas de mis personajes. Campanella está convencido de que soy una de las que mejor insulta y me escribe unas puteadas antológicas. En serio, pienso como vos que es parte de la resistencia. Cuando escucho a la Negra Vernaci me hace una gracia irresistible y me gusta ver la incomodidad que provoca. Lo mismo que el lenguaje inclusivo, ponés a una mina insultando o hablando con la E y saltan como locos porque sienten que esos privilegios de la Lengua no son para nosotras.
Noticias: Hablando de lenguajes distintos, es inevitable pensar en La Ciénaga, una película que cambió el cine argentino. Leí que al principio le había costado su personaje porque era una mujer muy sometida. ¿Cómo lo recuerda ahora y qué mundo le abrió Lucrecia Martel?
Morán: Para mí el encuentro con Lucrecia fue un antes y un después. Yo he tenido la suerte de trabajar con directores buenos, muy buenos, excelentes, pero cuando te encontrás con una artista algo definitivamente cambia, es otra cosa, lo que antes eran confirmaciones de pronto se transforman en revelaciones. Y yo terminé de apreciar ese lenguaje con el tiempo. Reconozco que tuve una intuición enorme porque pensá que venía de hacer “Gasoleros”, entonces la elección de ese guión absolutamente fuera de lo convencional con una Lucrecia desconocida fue meterme en un camino muy distinto al que había transitado, recién con el correr de los años y el paso de la película por el mundo logré terminar de comprenderla. Después tuve la suerte de trabajar de nuevo con Martel en “La niña santa” y ya sabía para dónde íbamos, ella te abre la cabeza, yo entendí a Kaurismäki después de Lucrecia. Es un largo camino de aprendizaje el cine. Arranqué de grande y me dio ese enamoramiento de la madurez que te pega fuerte. Ahora tengo ganas de hacer teatro, así que probablemente después de una película que me espera, lo próximo sea volver a ese amor, voy a empezar a buscar material.
Noticias: Con respecto al amor, tiene por estrenar Norma, la película dirigida por Santiago Giralt en la que por primera vez usted es guionista. Allí una mujer pierde a su empleada de toda la vida y eso la lleva a un cambio radical. ¿A esta altura es peor perder al marido o a la empleada?
Morán: Perder a la empleada, sin dudas. ¡Los maridos van y vienen! Pero una empleada buena no se suelta así nomás (risas).
Noticias: Es una actriz temeraria. ¿En la profesión le tiene miedo a algo?
Morán: Miedo le tengo a todo, cada vez que empiezo un proyecto estoy muy intranquila, asaltada por la idea de que voy a repetirme o no estaré a la altura, siempre pienso que todo lo que me salió fue de pedo y que se van a dar cuenta. Pero probar algo que nunca hice es lo que me sostiene vivo el deseo, lo que me hace enfrentar al miedo y atravesarlo.
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