El 17 de octubre de 1945, Juan Domingo Perón habló desde el mítico balcón que asoma a la Plaza de Mayo luego de permanecer un puñado de horas en el Hospital Militar. El nosocomio fue la espera que medió entre la cárcel de la Isla Martín García y el discurso que cerró la autoconvocatoria obrera más grande la historia argentina. Al terminar ese día, el hasta entonces coronel habría dejado las bases para ser elegido Presidente algunos meses después.
Restaban solamente diez minutos de aquel memorioso 17 de octubre y el Coronel se dirigió a la masa para pedirle que, todos juntos, canten el Himno Nacional. Al terminar dijo: “Les recomiendo que abandonen esta asamblea con muchísimo cuidado porque entre todos hay numerosas mujeres obreras que deben ser protegidas. Les pido a todos, que nos quedemos reunidos por lo menos quince minutos más porque quiero contemplar este espectáculo que me saca la tristeza que he vivido en estos días”.
No fueron horas fáciles las últimas. El 9 de octubre las fuerzas militares le exigieron la renuncia a todos sus cargos y Hortensio Quijano, ministro del Interior, anunció elecciones generales para abril de 1946. Ese mismo día el Vicepresidente nacido en Lobos abandonó su cargo desde las antiguas oficinas de la Secretaría de Trabajo y Previsión en un acto en el que detalló su programa de reivindicaciones laborales y sostuvo: “Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos".
El jueves 11 de octubre, le comunicó al Ministro de Guerra, Gral. Ávalos, que solicitaba licencia a la espera de su retiro en la estancia del Dr. Subiza en San Nicolás. Sin embargo, se trasladó junto a Eva a la casa de Elisa Duarte en la Florida mientras los opositores al gobierno militar y, en especial al coronel, movilizaron sus fuerzas. Al día siguiente, se manifiestan los obreros en Plaza San Martín con gritos a viva voz: “¡Militares no!, ¡el gobierno a la Corte y los militares al cuartel!.
Esa misma mañana, Arturo Jauretche intenta convencer al viejo caudillo de la Intransigencia Nacional del Radicalismo de Córdoba, Dr. Amadeo Sabattin que asuma el gobierno y le dice: "Yo sé que Avalos le entregaría el gobierno a usted. Si se lo ofrece, tómelo. Y llévelo a Perón con usted pero no se ponga en contra de este hombre que representa un nuevo espíritu”. Sabattini aprueba la propuesta, y lo consulta con dos miembros del Comité Nacional y le contesta a Jauretche: "El Comité Nacional ha resuelto que se debe entregar el poder a la Corte y yo acato esa resolución". Jauretche le responde: "Sepa, Dr. Sabattini, que la oportunidad ha pasado al lado suyo y usted no la agarró por la única trenza que tiene. Ya no hay otra alternativa para el país que Perón o la oligarquía. Nosotros, nos vamos con Perón y no le extrañe que el pueblo haga lo mismo. Hemos jugado a la vieja política la última carta que era usted y usted no ha entendido. Usted está terminado políticamente y me despido con dolor porque nunca más lo volveré a ver".
Horas después, Farrell decide la detención de Perón argumentando que se trata de una medida de seguridad pues su vida corre peligro. Sin embargo la idea era llevarlo preso a un buque de la Armada. El Jefe de Policía coronel Mittelbach se dirigió a "Tres Bocas", en el Tigre, para apresar a Perón mientras la policía dispersó a los manifestantes de Plaza San Martín con enfrentamientos en los que resulta muerto un médico, militante de los grupos opositores al gobierno. A la una de la madrugada, en el Tigre, Mittelbach le comunica a Perón que tiene orden de trasladarlo a un buque de guerra, el Coronel se niega a acompañarlo y se traslada a su departamento de la calle Posadas donde esperará novedades. A las dos y media del sábado 13, el subjefe de policía, el Mayor D'Andrea, trasladó al coronel, en carácter de detenido, a la cañonera "Independencia", para tomar rumbo hacia la isla Martín García.
El comisario Mercante los acompaña y recuerda la despedida: "Perón le susurró unas palabras a Eva y luego, suelto y natural, subió la pasarela. Me quedé mirándolo desde abajo. De pronto advertí que el marinerito que montaba guardia a mi lado, estaba llorando. Por su rostro morocho corrían las lágrimas silenciosamente. ¡Entonces sentí una enorme tranquilidad y supe con claridad total que íbamos a ganar la partida!".
Luego de cuatro horas de viaje en lancha debido a la marea, el coronel llegó a la cárcel y, desde el interior de las cuatro paredes que se afianzaban sobre la Isla Martín García, el domingo 14 de octubre le escribió una misiva a su compañera Eva duarte donde mencionaba de puño y letra el fastidio que sentía por la traición de Farrell y Ávalos debajo de la leyenda: “Mi adorable tesoro”. Allí también le supo declarar sus sentimientos: “Sólo cuando estamos apartados de quienes amamos, sabemos cuánto les amamos. Desde que te dejé ahí, con el mayor dolor que se pueda imaginar, no he podido sosegar mi desdichado corazón. Ahora sé cuánto te amo y que no puedo vivir sin ti. Esta inmensa soledad está llena de tu presencia. Escribí hoy a Farrell, pidiéndole acelerara mi excedencia y, tan pronto salga de aquí, nos casaremos y nos iremos a vivir en paz a cualquier sitio”. Aún, en la soledad y el sosiego de un recluso, el presidiario mantuvo viva la pasión hacia su amada.
Conocida la noticia del arresto de Perón la CGT debatirá sobre la conveniencia de llamar a una huelga general considerando, algunos sindicalistas, que hacer una demostración de fuerza en contra del arresto de Perón estaba fuera del ámbito de interés propiamente sindical. Con pensamiento distinto, el principal representante de los sindicatos autónomos y Secretario General del Sindicato de Carne, Cipriano Reyes, le manifestó al secretario general de la CGT, Silverio Pontieri, que iba a mantener una posición independiente en las negociaciones con el gobierno. Finalmente, mientras en todo el país los sindicatos comenzaban a movilizarse, la CGT decide llamar a una huelga general para el jueves 18 de octubre. Salvo la Unión Ferroviaria que estaba dispuesta a mantener conversaciones con los sectores dominantes mientras que el resto de los sindicatos apoyaron la huelga decretada.
El sindicalismo estaba iniciando su proyecto partidario que se formaría el 24 de octubre con la fundación del Partido Laborista tomando como ejemplo la constitución del Partido Laborista Británico, Labour Party, y fue Cipriano Reyes el hombre que se puso a la vanguardia del movimiento de apoyo a Perón a través de la acción en los suburbios de Berisso y Ensenada donde se comenzó a gestar la multitudinaria movilización del 17 de octubre. El hecho de que la manifestación se adelante un día de lo previsto por la CGT hizo que se pierda el control de la organización y obliguen al gobierno a someterse a la multitud concentrada en la Plaza de Mayo para que Perón les dirigiese la palabra. La idea del general Avalos de reprimir a las personas que iban juntándose frente a la Casa Rosada fue desestimada por el presidente Farrel al ver la magnitud de la movilización.
En Avellaneda, Lanús y frente a los frigoríficos de Berisso, en la mañana del 17 se formaron los primeros grupos de obreros dispuestos a marchar hacia la capital. En La Plata, una niña de 6 años, Susana Saltalamacchia, recuerda ver pasar frente a sus ojos una caravana interminable de trabajadores que, con el tiempo, entendería que era una manifestación espontánea de lealtad al líder que impulsó la justicia social.
Cuando la concentración estalló en la Plaza, el General Ávalos envió a Eduardo Colom, Director del diario peronista La Época, decir desde el balcón que el coronel ya estaba en libertad e invitaba a la fervorosa multitud a retirarse. La gente no obedeció y el enviado de prensa se comprometió a buscar al líder: “En quince minutos vuelvo” dijo. Para los habitantes de la agonía, la espera fue interminable. A llegar al Hospital militar luego de un vertiginoso viaje, Colom encontró a Juan Domingo Perón en su cama, vestido con un pijama azul y un pañuelo de seda al cuello: “Coronel, en la Plaza de mayo el pueblo representado por más de medio millón de personas acaba de proclamarlo Presidente de la Nación y vengo a buscarlo. Ya no interesan los cargos que Ávalos le arrebató y Ud. ya pertenece al pueblo y, en su nombre, vengo a invitarlo a que hable desde los balcones de la Casa Rosada“.
*Por Gustavo Ruffo, alumno de segundo año de la Escuela de Comunicación de Perfil.
por Gustavo Ruffo
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