Tuesday 23 de April, 2024

POLíTICA | 07-12-2021 14:30

Alberto Fernández y la CGT: la frágil alianza para sobrevivir a Cristina Kirchner

El Presidente se apoya en el sindicalismo para la gobernabilidad. Cruces entre Moyano, Daer y La Cámpora. ¿Se viene una reforma laboral?

La política argentina se movió siempre en dos dimensiones, la pública y la privada. En la primera está Martín Guzmán reunido con la cúpula de la CGT para mostrar apoyo ante el Fondo, está Alberto Fernández hablando ante una Plaza de Mayo casi llena en un acto que organizó el sindicalismo, y están los principales gremialistas visitando a Juan Luis Manzur en su despacho en la Casa Rosada, entre otras escenas. Son todas fotos, pero lo importante es que no son más que eso. Por debajo de los encuentros con sonrisas hay una saga interminable de sospechas, intrigas palaciegas e intereses materiales que llevaron a que, unidos por el espanto, la central obrera se muestre como nunca apoyando al Presidente y tensando la cuerda con el kirchnerismo. La columna del movimiento obrero, golpeada por años de crisis económica y desgaste político, se juega sus últimos cartuchos.

Cambalache. Es que está todo atado con alambres. El sindicalismo en Argentina viene perdiendo afiliados ante el avance de la desocupación y del trabajo tercerizado o informal desde que arrancó el milenio, un desgaste que la CGT aceleró cuando no quiso o no pudo plantarse ante el macrismo y su desastre económico. Ese proceso pasó a la historia con el ya famoso robo del atril de la central obrera en un acto del 2017. Sólo desde esta lógica se pueden entender los hechos recientes, como el regreso de los Moyano (con el nombramiento de Pablo) a la CGT a mediados de noviembre. El camionero tiene una pésima relación con Héctor Daer, otro de los tres líderes de la central e íntimo de Fernández. Ni el titular de Sanidad ni el hijo de Hugo olvidaron el episodio del 2018, en el que los Moyano terminarían abandonando la CGT luego de un violento cruce verbal que no llegó a las trompadas sólo porque los lograron separar. La nueva conducción es igual de frágil que la unión del Frente de Todos.

Pero el miedo -y la crisis económica que se profundizó por la pandemia y por la deuda ante el FMI- puede más. Ese temor, para la CGT, tiene nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner y sus acólitos. ¿De qué otra manera se podría explicar el silencio de los gremialistas ante lo que consideraron un desaire público del Presidente? El sindicalismo, días antes de las elecciones, venía armándole a Alberto un acto por el Día de la Militancia ante la duda de que, frente a un mal resultado, el cristinismo pudiera intentar otro copamiento de la Casa Rosada. Según el relato que sale de la sede de Azopardo, el mandatario, fiel a su costumbre de contentar a todos, no se mostraba ni a favor ni en contra de la convocatoria. Eso cambió en la noche de las votaciones, cuando desde el búnker llamó a toda la militancia a “festejar el triunfo” en la Plaza. “Nos ninguneó, como hace desde que se convirtió en Presidente, y después, sin avisar, termina queriendo mostrarse él como el organizador del acto. Estuvo pésimo”, dicen desde la CGT. Desde esos pasillos dicen que, de cualquier manera, cuando se pasó la bronca se le impusieron condiciones a Alberto: que fuera él el único orador y que, sobre todo, no se le diera protagonismo a La Cámpora ni a nadie que se referencie en la vicepresidenta.

Entre la CGT y el kirchnerismo hay diferencias de todo tipo. Personales -como el caso de Máximo Kirchner y Daer-, ideológicas -los camporistas los ven como “la burocracia sindical” y ellos como “imberbes”-, políticas -por el reparto de cargos, una pelea que en el cierre de listas de este año se volvió a evidenciar con crudeza- y de caja. El Estado, vía el ministerio de Salud, le debe una enormidad a los sindicatos por el sistema de obras sociales, monto que para algunos gremialistas asciende a los $15 mil millones. El temor en la central obrera es que, si los K le ganan la pulseada a Fernández, ese monto jamás se pague o que se lo abone en cuentagotas. En época de vacas flacas cada peso cuenta.

Rosca. Esto explica el cierre de filas de la CGT ante Alberto. No lo ven como un gran presidente, le recriminan en privado la derrota electoral y la falta de reconocimiento del aporte sindical -como la multitudinaria marcha del 18 de octubre-, le pasan factura por la ausencia total de gremialistas en puestos importantes del Gobierno, y sienten que no se valora el rol que cumplieron para frenar al kirchnerismo. Fue toda una pelea evitar que Sergio Palazzo, el gremialista bancario que impulsa Máximo, asumiera como miembro del nuevo triunviro cegtista. La afrenta contra el kirchnerismo no pasó inadvertida en esos pagos. La venganza va a llegar.

Pero el margen de maniobra es escaso. Por eso la CGT aceptó apoyar el pedido de Guzmán de dar de baja la doble indemnización ante los despidos -respaldo que va a traer cola con la base obrera-, aunque, se cuenta en esos pasillos, el sindicalismo le exigió parte del pago de la deuda por las obras sociales a cambio. También es la fragilidad de su situación la que lleva a que se empiece a hablar de la posibilidad de aceptar una reforma laboral “peronista”, durante el transcurso de este gobierno. Varios popes de la central obrera admiten, con el grabador apagado, que la derrota en el 2023 es la opción más segura, y frente a eso se quieren asegurar de aprobar antes un cambio en los códigos de trabajo. “Es que después gana Larreta con la mayoría en ambas cámaras y hace lo que quiere”, explican. No es, como todo en este mundo, una decisión puramente altruista: el costo político de cambios de este estilo podría terminar de liquidar a la CGT y a sus líderes, y por eso prefieren tomar el trago menos amargo.

Este es un tema que siguen de cerca los Moyano. Son los únicos en la cúpula de la central obrera que tienen espalda propia, algo que se hace notar. Facundo renunció a su banca de diputado, lanzando durísimas críticas al Gobierno. Es el juego del policía malo y el policía bueno, aunque por ahora es preferible tener los pies adentro del plato. Los camioneros temen que, de perder el oficialismo dentro de dos años, la Justicia impulse una avanzada final que termine encarcelando a Hugo o a alguno de la familia. Por eso, por el espanto, es que todo el gremialismo busca apoyar el tibio proceso de independización que anda manifestando Alberto. No tienen otra opción.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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