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POLíTICA | 11-04-2020 13:00

Alberto y el Papa: llamadas, enviados y un acercamiento político y espiritual

El Presidente y el Pontífice estrecharon la relación durante la pandemia. El llanto de Fernández y el regalo religioso de Eduardo Duhalde.

El Presidente hace silencio. Tiene las manos cruzadas por debajo de la cintura y está en posición solemne. Es el anteúltimo día de marzo y el ministerio de Salud acaba de informar que los infectados en el país ascienden a 966 y los fallecidos a 24. En la Quinta de Olivos, el jesuita Rodrigo Zarazaga, que pertenece a la misma orden de la que salió Bergoglio, pide que todos recen. La situación es llamativa: no sólo porque hay más de un Dios en la sala –están los judíos de AMIA, los evangélicos de ACIERA, y los representantes de Cáritas, todos nucleados en la ONG “SeamosUno”-, sino porque Fernández se emociona. Mucho. Los ojos se le llenan de lágrimas. No es la primera vez que lagrimea desde que comenzó la pandemia, pero que lo haga en un contexto religioso sorprende hasta a los presentes.

Aquella vez, en la que Zarazaga, que circula en el círculo rojo con la habilidad que tienen los jesuitas para llegarle a pobres y poderosos por igual, y compañía fueron a acercarle al mandatario la idea de una colecta de un millón de cajas de alimentos para distribuir, no fue la única señal divina de estos tiempos. En los últimos días un secretario de Fernández se sorprendió cuando entró al despacho presidencial en Olivos: había una Virgen de Luján sobre la mesa. “Fue un regalo de cumpleaños de Duhalde”, contó Alberto, que la semana pasada llegó a los 61 abriles. Hubo otras: el 16 de marzo Fernández fue a la capilla de la Rosada para rezarle al Cura Brochero antes de dejar la casa de gobierno por última vez, recibió, en Olivos y en oportunidades distintas, a la cúpula de la Conferencia Episcopal, a los sacerdotes villeros –Isasmendi entre ellos, con los que luego rezó un “Padre nuestro”-, y a los sacerdotes en la Opción por los Pobres. Fue inesperada la articulación de Máximo Kirchner con estos últimos dos grupos: la idea de que vayan a la Quinta a juntarse con el Presidente fue de él, y participó de las reuniones. En la noche del martes 7 de abril, el Presidente sorprendió a uno de sus secretarios cuando, en un arranque propio, quiso grabar un video para felicitar a los curas villeros. “Recen por mí, yo rezo por ustedes y el Papa reza por todos”, les dijo. También se sumó, el primero de abril, a un encuentro virtual con adolescentes que organizó Scholas, la fundación pontificia que conduce el argentino José María del Corral.

El acercamiento de Fernández a la metafísica sorprende aún hasta a sus íntimos, aunque en ese entorno las opiniones están divididas. Algunos dicen que el acercamiento con la Iglesia es, sobre todo, una lógica estatal de contención –por ejemplo, los distintos credos, en coordinación con la secretaría de Culto que conduce Guillermo Olivieri, ya pusieron a disposición 2500 camas-. Pero otros que frecuentan al Presidente aseguran que hay algo más profundo, espiritual, que se “francisquizó”. “El Papa le está haciendo un trabajo fino”, cuenta uno de los curas que lo visitó en Olivos. “No veo una conversión”, contradice un dirigente social amigo del Pontífice. De la manera que sea, lo cierto es que la sotana blanca se asoma cada vez más en el Gobierno: entre el Presidente y Bergoglio hay línea directa, hablaron más de una vez por teléfono desde que estalló la crisis sanitaria y hay, incluso, franciscanos que se animan a decir que el Papa lo influyó a la hora de tomar la rápida decisión de la cuarentena total.

De ambos lados destacan una fecha clave en la relación: el 31 de enero. Aquella tarde se reunieron, durante tres cuartos de hora, Alberto Fernández y el Papa Francisco en el Vaticano. Días después, el Pontífice llamaría a dar “alivio” a los países endeudados, entre los que está la tierra donde nació, frente a la directora del FMI, Kristalina Georgieva. Aquellos momentos fueron claves, coinciden tanto el gobierno como los franciscanos, para fortalecer un vínculo que hoy es intenso. Hoy Fernández y el Papa tienen diálogo directo, un acceso que el Pontífice guarda para pocos líderes en el mundo. Hablan por teléfono, con una frecuencia que hasta los íntimos del Presidente desconocen. “Recién hablé con el Papa”, le contó a la cúpula de la Conferencia Episcopal cuando fueron a visitarlo a Olivos, el 20 de marzo. En esa reunión la secretaría de Culto que comanda Guillermo Olivieri empezó a cordinar lo que es, hasta ahora, la colaboración de todos los credos con 2500 camas para combatir la pandemia.

Francisco aparece cada vez más en el Gobierno y en el discurso presidencial: cuando anunció la cuarentena y su extensión, el mandatario lo citó. También comparte en sus redes reflexiones del Papa o, directamente, videos de él. “Lo impresionó mucho el discurso del ‘nadie se salva sólo’ que hizo el Papa”, cuentan desde la quinta presidencial.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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