A las 11:08 el viaje identificado como DC-8 Giusepe Verdi de Alitalia pisaba suelo argentino, el momento era seguido en detalle desde la televisión mientras centenares de miles de militantes peronistas se acercaron a Ezeiza para presenciar ese momento histórico: el retorno de Perón tras un largo exilio.
Alejandro Lanusse, presidente de facto, había mencionado que “Perón no viene porque no le da el cuero” pero el 12 de noviembre el Movimiento Nacional Peronista le comunica por nota que “han logrado concretar todas las medidas para su regreso a la Patria el próximo 17 de noviembre”. Lanusse no quería que a él le hagan un 17 de octubre y ordena rodear desde el 16, los alrededores del Aeropuerto Pistarini para evitar la llegada de los militantes.
Desde el otro lado del Atlántico, Perón decide embarcarse desde Madrid a Roma el 14 de noviembre, lo propio hace desde Buenos Aires la delegación integrada por 153 dirigentes políticos, artistas, sindicalistas, periodistas, deportistas y representantes de la iglesia. Desde allí con la preocupación de lo que pudiese acontecer envía un mensaje a sus seguidores de “antes y de ahora” que “nos mantengamos dentro del mayor orden y tranquilidad, mi misión es de paz y no de guerra”.
Se manejaba que la hipótesis del charter con personalidades tan variadas como Carlos Mujica, José María Rosa, Hugo del Carril, Lorenzo Miguel, José Sanfilippo, Marta Lynch, Chunchuna Villafañe, Antonio Cafiero, Leonardo Favio, Casildo Herrera, Raúl Matera entre otros, estaba vinculado más a ser un escudo de protección a Perón en caso de un atentado. Marilina Ross, que fue parte de la delegación, años después diría: “todos teníamos la sensación de que lo hacíamos para que les costara más tirar el avión abajo”.
En Buenos Aires las fuerzas militares estaban desplegadas por doquier y a pesar de la copiosa lluvia los militantes se agolparon a las calles incluso cruzando a nado el Río Matanza, una consigna los mantuvo en vilo durante estos años de exilio y proscripción: “Luche y Vuelve”, y junto a las pintadas con carbón del “Perón Vuelve” en breve pasarían a ser parte del anecdotario porque nada los detendría.
Luego de quince horas de vuelo con escala en Dákar mediante, Perón se reencontró con su pueblo y sus seguidores. Junto a su esposa Isabel descendieron por la escalinata, luego vendrá la icónica foto de José Ignacio Rucci cubriéndolo con su paraguas. La militancia peronista había resistido y lo había hecho posible. Esa imagen y ese día se convirtió en fecha emblemática del peronismo como el Día del Militante.
Pero la celebración no duró mucho. Perón es obligado a recluirse en el Hotel Internacional de Ezeiza, su destino era Gaspar Campos la casa en Vicente López. Con franco tiradores por doquier apuntando hacia el hotel, la insensatez de las órdenes de Lanusse que se sostuvieron hasta las primeras horas del día 18, enviaban al mundo una muestra lamentable de la fragilidad institucional del país.
A pesar de que su estancia sería por solo unos pocos días, su agitada agenda se vería interrumpida por los manifestantes que acamparon allí y generaron la salida de su líder para saludar y hablarles en varias oportunidades. Perón partió al Paraguay y su retorno definitivo sería el 20 de junio de 1973.
Aunque teñido por los acontecimientos de Ezeiza, forzaron su desvío a Morón. En su libro “El escarmiento”, Juan Bautista Yofre comparte documentación reservada de ese día: “el avión en que regresaba Perón al país tuvo que ser desviado a Morón para seguridad de sus ocupantes, el saldo de víctimas de aquella trágica jornada nunca pudo ser precisada con exactitud”.
*Por Karina Rocca, alumna de segundo año de la Escuela de Comunicación de Perfil.
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