Javier Milei ha mantenido una relación históricamente conflictiva con el periodismo, marcada por ataques y denuncias que deterioraron la libertad de prensa y llevaron al país a su peor posición histórica según informes internacionales. Su postura quedó resumida en una frase que publicó en redes: “No odiamos lo suficiente a los periodistas”, refiriéndose a quienes, según él, lo atacaban sin fundamento. Aun así, durante su ascenso político cultivó alianzas con comunicadores que lo apoyaron y a los que concedió entrevistas exclusivas, algunos con un trato tan cercano que rozaba la amistad. Pero esas relaciones se fueron quebrando, generando enojos y cruces públicos que exponen fisuras en su círculo mediático.
Uno de los casos más visibles es Luis Majul, quien solía entrevistarlo con frecuencia. El Presidente dejó de asistir a su programa pese a los encuentros pasados. Poco después, Majul publicó en X los “10 mandamientos para la recuperación de Milei”, donde le sugería no insultar, mejorar la gestión y cerrar internas. El gesto fue leído como un quiebre en la relación.
Esteban Trebucq, de trato casi amistoso con Milei, también vivió un intercambio tenso cuando el mandatario lo acusó de interrumpirlo y lo mandó a “leer a la periodista de Clarín”. Semanas antes, el periodista había criticado duramente el manejo oficial de la controversia en Discapacidad, afirmando que “hicieron todo mal”.
Jonatan Viale, quizá el más leal al inicio, cambió su tono tras los escándalos que involucraron a Karina Milei, acusada de cobrar coimas, y el Narcogate que derivó en la renuncia de José Luis Espert. En sus programas denunció una “ola de corrupción” y cuestionó al Oresidente y a su hermana por no combatir el “afano”.
En otra entrevista, Eduardo Feinmann recibió un desaire cuando Milei lo llamó “llorón” tras un reclamo por falta de notas. Y Alejandro Fantino, otro ex aliado, criticó el uso presidencial de la palabra “esfuerzo”: “La casta no sabe lo que es el esfuerzo. Van al Banelco y escupe el billetito.” Su comentario desató una ola de ataques y el hashtag #Fantibio.
La ruptura de Milei con sus ex periodistas preferidos revela una paradoja: el Presidente que se apoyó en ellos para amplificar su mensaje hoy los enfrenta al menor atisbo de crítica. Su intolerancia y su histórica aversión al periodismo sugieren un gobierno que prioriza la lealtad sobre el diálogo, alejando incluso a quienes fueron sus aliados más cercanos y debilitando su base mediática.













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