Tragarse el orgullo no es fácil para nadie. Para un político, que vive con su figura expuesta ante el público entero, es aún más complejo. Y ni hablar para una líder de masas, que fue dos veces presidenta y una vice. Pero la primera plana de la dirigencia, de todos los colores, está empezando a aceptar algo que hasta hace no tanto les hubiera causado gracia -o terror- de sólo escucharlo: el 14 de agosto, el día siguiente a las primarias, la tapa de los diarios van a decir que el candidato más votado en la República Argentina es Javier Milei.
Esto es lo que marcan el grueso de las encuestas, y lo que cree Cristina Kirchner. Ella está tan convencida de que este escenario va a ser real en tan sólo tres meses que le dedicó gran parte de su último discurso público, el jueves 27 de abril en La Plata. Los largos minutos y la catarata de críticas que le despachó al libertario -que tuvieron su climax en el cierre del evento, cuando ella se enojó y remató con “¿qué me venís a joder a mí si nunca te pasó nada? ¿de dónde te tengo miedo? Caraduras”- terminaron de ubicar a Milei en el podio de la política.
El economista tiene la pelota abajo de la suela. Todo el resto va a jugar ahora al tiempo que él imponga.
Casco o guantes. La reaparición de CFK era muy esperada, no sólo por los propios sino por el resto de los partidos y el círculo rojo. Con Alberto Fernández fuera de escena, la gran duda que flotaba en la noche de La Plata era sobre su futuro electoral. Todos los ojos estaban puestos en ella -y en los chiflidos y cruces que hubo en la platea, como el de Aníbal Fernández con el camporismo- y en el misterio sobre su candidatura.
Pero la vicepresidenta, aunque dio a entender que no competería en estas elecciones, no tenía planeado dar una pista certera sobre sus intenciones. De hecho, una sola cosa quedó en claro del acto: la ex presidenta decidió convertir a Milei en el gran cuco, lo señaló como el enemigo, el lugar que en su discurso supieron ocupar Mauricio Macri y en algún momento Horacio Rodríguez Larreta. Cristina criticó el plan de dolarización, hizo un paralelo con Cavallo -“el señor de ojitos claros”- y el libertario -“su discípulo, también de ojitos claros”- y le retrucó su tesis de que “la casta tiene miedo”. Y con eso le dio a Milei el control de la agenda mediática de los días siguientes.
CFK es una de las políticas más experimentadas del país. Sabía lo que sus palabras contra Milei, en un momento donde su discurso era muy esperado, podían causar. La gran duda, entonces, es por qué lo hizo. Por qué tomó la decisión de subir al ring a Milei.
Los que orbitan cerca de la vicepresidenta dicen que en las últimas semanas le llegaron encuestas que la preocuparon. Son todas de Buenos Aires, en especial del Conurbano, el bastión histórico del kirchnerismo. Ellas muestran que Milei, de febrero a esta parte, viene creciendo con fuerza en esa zona. Pero el dato más preocupante es otro: muchos de los que dicen ser futuros votantes del libertario habían elegido al Frente de Todos en el pasado. El peronismo se está encontrando con un cuco que, cuando el economista dio el salto a la política en el 2021 -época en la que aseguraban que era sólo un fenómeno pasajero propio de una elección legislativa-, decían que era imposible: la fuga de votos es hacia La Libertad Avanza.
La lógica del discurso de CFK, entonces, es dar la pelea para intentar recuperar a ese votante. Esa sería la interpretación más lineal, aunque desde los pasillos del kirchnerismo se asoman otras. Dicen que la intención de la vicepresidenta también es inflar adrede a Milei para limarle las posibilidades a Patricia Bullrich, con la que piensan que sería más difícil ganar en un eventual ballottage. Además, cuentan desde las usinas K, hay una cuestión más del orden táctico: con el libertario en carrera y competitivo es más factible desarrollar una contundente estrategia para quitarle votos entre las PASO y las generales en octubre. De hecho, hasta tiene nombre. Es “la campaña de miedo”, un plan multiplataforma -redes, medios, cartelería pública- con el que se intentará instaurar la idea de que Milei es el demonio mismo. CFK, de hecho, ya puso la primera piedra de esta jugada, al compararlo con el ministro de Economía de la Convertibilidad.
En la mamushka de intenciones que tuvo la decisión de CFK de confrontar con Milei aparece, por lo menos, otra más. Es una que no tiene que ver con los movimientos del Frente de Todos de cara a octubre, sino que es un convite puertas para adentro. La vicepresidenta sabe que está en una encerrona. Construyó un partido tan vertical que, quince años después de comenzar su primer mandato, no tiene a ningún candidato para ofrecerle a sus seguidores que pueda sacar tantos votos como ella y, como si eso fuera poco, es la responsable de que Fernández sea el Presidente. Con ella afuera de la contienda, la pregunta sobre si seguirá teniendo el monopolio del peronismo empieza a crecer dentro del oficialismo. Ahí es donde aparece Milei: en su señalamiento público al libertario hay un norte, un rumbo a seguir, es la promesa de que es ella la garante que puede evitar que el mal llegue a dominar el país. Está claro que con eso no se gana una elección, pero ante la carencia de una brújula en el espacio esa demonización es, al menos, algo.
Timba. El lunes 1° de mayo, en pleno feriado, un hombre clave de la campaña de Milei en el 2021 volvía para su hogar en la Ciudad.
En Las Flores, en Buenos Aires, vio que a un costado de la ruta un peón hacía dedo. Iba hacia San Miguel del Monte. Lo levantó. El hombre tenía 60 años, estudios incompletos, una vida de trabajo duro en la espalda. Le faltaban la mayoría de los dientes. El político al volante, con las elecciones a la vuelta, no se pudo resistir. Le preguntó a quién iba a votar. “Al del pelo largo que habla bien”, le devolvió el otro. Y remató con una frase que, al que manejaba, le sonó a profecía. “Allá todos lo van a votar”. “Y si allá, que es el interior, la Argentina profunda, lo 'votan todos', agarrate. Va a ser Presidente”, sentencia esta persona que supo trabajar hombro con hombro con el libertario.
¿Puede salir mal la jugada de CFK de darle tanta entidad a Milei? La biblioteca está dividida. “No hay chances de subir a Milei al ring porque está arriba hace rato. Y ha metido golpes muy fuertes. ¿Cómo se infla a un candidato por el que hoy se inclina una de cinco personas? Hay que politizar el debate con él”, sostiene el antropólogo Alejandro Grimson (ver recuadro). Es la tesis de que la única manera de combatir el crecimiento del libertario es, justamente, confrontándolo.
Siete días antes del acto de la vicepresidenta, el estratega Juan Courel -que comandó la campaña del Frente de Todos en el 2019- subió a su cuenta de Twitter lo siguiente: “Milei no está ahí como fuente de esperanza sino como arma de castigo para todos los demás. Discutirle es regalarle un mapa a los desorientados y señalarle el camino al enojo. Más útil que pelearse contra el tacho de basura es demostrar que uno no necesita ser barrido”.
Si la apuesta de CFK fue correcta se sabrá recién luego de las generales, aunque cerca de Milei lo festejaron como un gol y aseguran que sólo contribuyó a su crecimiento.
Sin embargo, antes de que llegue el momento de abrir las urnas, ya se puede afirmar que el libertario triunfó en varias batallas. Es que desde que sacó el 17% en las legislativas del 2021, Milei ganó algo mucho más importante que una banca en Diputados: logró poner en jaque el equilibrio de fuerzas entre el kirchnerismo y el macrismo, la postal inalterable de la política argentina desde el 2007 hasta hoy.
Milei se convirtió en el fantasma que amenaza el rentable juego de la grieta y, con la sutileza de una trompada en la mandíbula, corrió el eje de cualquier discusión. La privatización de todas las empresas públicas, la dolarización de la economía argentina, la guerra declarada contra el progresismo, el feminismo y la “ideología de género”, la destrucción del Banco Central, la eliminación total de la obra pública, la libre portación de armas, la abolición del salario mínimo, la negación de los 30 mil desaparecidos y la defensa a ultranza de la libertad de mercado y de la “libertad” en general pasaron a ser, gracias a él, elenco estable de las ideas de la política.
Milei transformó temas tabú en placas de televisión, títulos de medios y aplausos en las redes sociales con tanta facilidad y tanto éxito que obligó al círculo rojo a incluirlo -crecimiento que tuvo su clímax en la invitación del libertario al Foro del Llao Llao- y a todos los otros actores de la política a prestarle atención a su fórmula casi mágica.
Para Juntos por el Cambio supone un gran problema. Ante el pánico por su crecimiento y por la fuga de votos, el espacio pegó un volantazo. Hizo lo que ya había hecho en España el Partido Popular ante la irrupción de Vox: obligado por la aparición de un pez grande en su misma pecera, migró su discurso hacia posiciones mucho más duras. Los halcones cambiemitas son ahora más halcones que nunca y empezaron a gritar como Milei, a incorporar sus tesis y a buscar pelea con sus mismos enemigos.
Para las palomas de la oposición, el desafío es aún más duro. Hacer convivir las grandes tesis de este bando de la oposición, como el diálogo y la sana convivencia democrática, con los nuevos modos e ideas en danza es una tarea digna de contorsionistas. Horacio Rodríguez Larreta, líder de esta ala, tuvo que salir de su lugar de confort para ensayar opiniones en las que a todas luces no cree. A tres meses de la elección, este sector parece estar perdiendo fuerza frente a los halcones, que se adaptaron mejor al clima de época.
Para el peronismo -y el discurso de CFK viene a expresar esto-, Milei supone una encerrona. Por ahora la apuesta parece ser considerarlo un aliado táctico, levantarlo como el gran cuco de la política para bajarle el precio al macrismo, el que podría robarle votos a la oposición.“Estamos rogando que Milei saque muchos votos, eso habla de que hemos perdido el norte”, dijo Fernando “Chino” Navarro, funcionario de Fernández, en un rapto de sinceridad en una entrevista.
Es que Milei hizo mucho más que sacudir la escena: se plantó en el centro de la agenda, obligó a todos los actores a seguirle el ritmo y se terminó transformando en uno de los dueños de la pelota. Desde hace dos años no hay ningún plan dentro de las dos grandes fuerzas políticas que no lo considere -a él y a sus votos- a la hora de plantear la estrategia para la elección del 2023.
Barro. Cerca de Milei sostienen que la centralidad que les dio el discurso de CFK es más que positiva, aunque descreen que sea parte de una estrategia planificada. “Está caliente, se le nota. Ve que sus votantes históricos ahora vienen con nosotros y se le salta la chaveta. Está terminada”, aseguran desde este lado de la grieta. Entre los motivos del último crecimiento del libertario señalan que está la instalación del debate por la dolarización, el hecho de que Milei sea el único candidato del espacio mientras que en los otros dos hay internas palaciegas a cielo abierto, y, sobre todo, la espiralización de la crisis económica.
De hecho, están tan bien rumbeados en las encuestas que una línea de interpretación se empieza a abrir, con el grabador apagado, en las filas de La Libertad Avanza. Es un miedo. “Acá venimos jodiendo hace rato con lo mismo: decimos que si gana Javier duramos dos semanas. En la primera él hace todo lo que viene diciendo que va a hacer. Y en la segunda nos vamos”, cuenta un dirigente de este armado. Es que hay algunos que se animan a decir que el espacio no está realmente preparado para asumir la conducción del país a fines de año. Que, corriendo cualquier mirada ideológica, está todavía muy verde para un desafío así. Están diciendo, con otras palabras, que inflar a Milei puede ser un peligro.
Comentarios