Alberto Fernández sabía que su perro tenía potencial de influencer, por lo que en enero de 2019, antes de que Cristina Kirchner siquiera le ofreciera la candidatura a Presidente, decidió que era una buena idea que Dylan, su can raza Collie, tuviera una cuenta propia en Instagram. Tal vez, en aquel momento, ya se veía a sí mismo como un potencial ministro en un hipotético gobierno peronista. Al final, la suerte le jugó más alto y terminó en el sillón de Rivadavia.
Ese año, la cuenta de Dylan en Instagram había arrancado con posteos periódicos durante enero, pero luego se cortó. Pasó febrero sin dar señales de actividad y lo mismo en marzo y abril. Hasta que en mayo llegó la noticia de su candidatura. Y dos días después la cuenta del perro volvió a tener actividad. ¿Qué había pasado? ¿Quién está detrás de esa cuenta? La explicación es más sencilla de lo que parece. Fernández es un usuario activo de las redes sociales, pero de todos modos tiene una community manager llamada Cecilia Hermoso (la community manager responsable de las redes sociales del Gobierno). Con ella empezó a trabajar la cuenta @dylanferdezok que se convirtió en un lugar donde el Presidente dice cosas que desde las cuentas oficiales no podría.
La semana pasada, la cuenta fue noticia porque con una imagen simpática se buscó dar respuesta a una polémica alrededor del adiestrador de la mascota del Presidente, Ariel Zapata. La historia tiene origen en un nombramiento en el Ministerio de Seguridad. El ministro Aníbal Fernández lo puso a cargo de Dirección de Planificación Operativa y Centro de Monitoreo, que tiene bajo su órbita el área que se especializa en entrenar perros para tareas de seguridad como detección de drogas y explosivos. La novedad de que el adiestrador de Dylan había sido nombrado en el Ministerio de Seguridad fue replicada en diversos portales, pero desde Presidencia no se pronunciaron oficialmente, por lo que decidieron hacerlo de manera “extraoficial”, vía la cuenta del propio perro.
“Leyendo Clarín vi que decían que nombraron a ‘mi adiestrador’ en el Ministerio de Seguridad”, arrancó el posteo. “Le pregunté a Alberto si lo conocía, me dijo que no. Le pregunté al profesor Romero (mi veterinario) si lo conocía y me dijo que lo acompañó una vez, para enseñarme a tratar bien a Prócer, mi hijo mayor”, agregó, para finalmente concluir: “Pobre señor este supuesto adiestrador mío. Me dio un buen consejo gratis y lo escrachan de este modo”. Esto último era lo que al Gobierno le interesaba aclarar. No se trataba de un adiestrador cotidiano del perro presidencial, sino de una consulta puntual que se le hizo al especialista. Al adiestrador se lo conoció porque durante la pandemia había ido a la Quinta de Olivos para trabajar con Dylan, cuando había restricciones para circular. El episodio había causado indignación, porque mientras gran parte de la sociedad no podía salir de sus casas, el perro del presidente recibía asistencia VIP.
La polémica alrededor de las redes sociales personales del Presidente es que son administradas por funcionarios que cobran dinero del Estado para la comunicación digital del Gobierno. ¿Está mal que esos mismos empleados hagan posteos en la cuenta del perro Dylan? Claro que sí, pero entra en una zona gris en la que no hay controles de transparencia entre los público y lo privado.
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