Nadie vio, nadie supo y nadie escuchó nada. La creación y desaparición de la Unidad de Resiliencia Argentina es un misterio del que nadie se quiere hacer cargo en la Casa Rosada, como si fuera un truco de magia que salió mal y que es mejor olvidar. Un nombre en el que nadie se detuvo en días de vértigo institucional, una falta de comunicación entre los funcionarios que ya es rutina en este Gobierno, un ministro que no quiere quedar pegado a una idea que jura que no le pertenece, un candidato fallido que conoce a fondo a todos los involucrados y un paso en falso que escaló hasta convertirse en un escándalo nacional. Pero en esta fugaz tragicomedia de enredos, NOTICIAS pudo encontrar lo único que está claro: la idea nació por una orden directa de Alberto Fernández.
Torcido
Al Presidente varios le habían comentado la idea. El plan era crear una unidad específica que trabaje políticas públicas para atender los problemas de salud mental. Esa era la idea original, tapada luego por los memes, por una línea que hablaba de crearla para “mejorar el humor social” que se tomó para el chiste y también por el hecho de no sostener la medida ni siquiera durante un día. A Alberto ese plan le había llegado durante el auge de la pandemia, cuando las consecuencias mentales del encierro preocupaban a muchos, pero se demoró entre las idas y vueltas de una gestión compleja. En diciembre mantuvo una breve conversación con un viejo conocido suyo, Fernando Melillo, que había sido el número dos dentro de la albertista cartera de Medio Ambiente durante la gestión K, y le dijo que iba a aprobar la creación de la Unidad. Pero varias cosas salieron mal.
“El nombre se prestaba al chiste, y el timing fue pésimo. Pero era tanto el lío el lunes que esto se nos pasó, y de hecho tampoco sabíamos que se iba a crear esta Unidad”, aclaran desde la Jefatura de Gabinete de Juan Manzur. Esta área fue la que firmó la medida en el Boletín Oficial, el lunes 14, y todos los ojos apuntaron al tucumano cuando el tema empezó a escalar. Encima, Manzur viene de pasar una situación similar: a mediados de febrero su Jefatura aprobó la designación de la menemista Claudia Bello, otro nombramiento que despertó un escándalo y que al final se dejó sin efecto. En ambos casos, desde Jefatura se desentienden de la autoría intelectual. En el último incluso ponen como prueba que el lunes en cuestión se pasaron todo el día en el Senado, defendiendo el acuerdo con el FMI junto a Martín Guzmán. “Me explotaba el celular con lo de la Resiliencia y yo ni sabía de qué me estaban hablando”, cuenta un colaborador de Manzur. Como con los memes, es reírse para no llorar: la situación habla del rumbo de la gestión.
Hubo también varias miradas apuntando a la Secretaría de Legal y Técnica que conduce Vilma Ibarra. Como todos los decretos que firman Alberto o sus ministros, es su área quien los elabora. ¿Cómo es que Vilma, avezada en lo suyo, no hizo el cálculo político? “Es que la orden venía de muy arriba”, es la respuesta que se escucha en los pasillos de la Rosada, donde apuntan a Alberto aunque prefieren no nombrarlo. Quizás lo de Ibarra tenga alguna otra dimensión: su hermano, Aníbal, festejó en sus redes. “Melillo votó a favor de mi destitución, a mí ahora me parece bárbaro que no haya asumido”, dijo el ex intendente, comprobando que algunos rencores pueden durar mucho.
Resilire
La palabra que inspiró la fallida subsecretaría viene del latín y quiere decir “volver a entrar saltando”. “También tiene la acepción de ‘apartarse’ o ‘desviarse’, algo interesante para no olvidar el horizonte de exclusión social que condiciona el tema”. El que escribió las últimas líneas fue Aldo Melillo, uno de los próceres del psicoanalismo argentino, un especialista en lo suyo que siempre entendió, a lo Ramón Carillo, que la salud incluía también una dimensión social y política. Tiene lógica con su propia biografía: Melillo fue uno de los que integraron las filas del peronismo durante los setenta, militancia por la cual se tuvo que exiliar en México en 1980.
A Fernando, su hijo mayor, lo atravesaron ambas pasiones. Por un lado se volcó a la psicología, carrera que terminó de grande en la Universidad de Belgrano -presentado una tesis sobre “Resiliencia e intersubjetividad”-, y por el otro abrazó al peronismo desde pequeño. Estuvo en Ezeiza en la trágica vuelta de Perón, y también se lo vio en la Plaza, cuando el General echó a los “imberbes”. Entonces Fernando militaba en “JP La Lealtad”, el desmembramiento de Montoneros que se originó luego de la ruptura con el entonces Presidente. Para cuando se exilió en México junto a su padre, tenía 20 años.
Con el regreso a la democracia se anotó en las filas de la renovación de la JP. Ahí entabló una relación muy estrecha con Patricia Bullrich, que comenzaba a pisar fuerte dentro de la juventud peronista. Se ve que el tango tenía razón y efectivamente “cambian las cosas los años”: la hoy presidenta del PRO cargó duro contra la Unidad en sus redes, acción por la cual recibió, en privado, varias recriminaciones de peronistas que conocen a ambos desde aquel entonces. Para los noventa, Melillo se convirtió en subsecretario de Juventud porteño durante la gestión de Carlos Grosso, años en los que organizó varios festivales públicos en la 9 de Julio. Para cuando triunfó Néstor Kirchner, era el presidente del ARI porteño de Carrió. Ese recuerdo volvió a aflorar en estos días y cayó pesado en la militancia frentetodista, aun cuando el protagonista de esta nota había roto con “Lilita” para sumarse al kirchnerismo en el 2008. De cualquier manera, ahora su futuro es incierto. En la Jefatura dicen que la Unidad quedó desafectada, y hay una versión de que podría integrarse al ministerio de Salud. Melillo tendrá que hacer valer su expertise en el tema para “volver a entrar saltando”.
Comentarios