Dentro del clan, cada uno se defiende de manera individual de las acusaciones: “No todos los Caputo somos lo mismo”, dice uno de ellos. Y aclara: “Para cada uno de nosotros, su familia son sus hijos y sus hermanos”. Desde afuera, la relación es inevitable: el apellido es el mismo y suele reaparecer públicamente cada vez que se vincula a Mauricio Macri a un escándalo.
Así sucedió, en las últimas semanas, en al menos dos oportunidades. Primero con la defensa extrajudicial de Cristina Kirchner en la Causa Vialidad: le dedicó el mismo tiempo a hablar del expediente que a desarrollar los vínculos entre Nicolás Caputo, el “hermano del alma” del ex presidente, con José López, el secretario de Obras Públicas K. Luego, el apellido apareció asociado a una presunta financiación de Revolución Federal, la organización violenta que a la vez podría tener nexo con “la banda de los copitos”, el grupo de personas que organizaron y ejecutaron el fallido atentado contra la vicepresidenta.
Los Caputo tienen un pacto implícito sobre los escándalos en los que aparecen nombrados. Si bien aseguran que la relación entre ellos es buena, confiesan que no se llaman cada vez que son acusados de algún delito: de hacerlo vivirían hablando de lo que, ellos consideran, son operaciones.
Los primos Nicolás, amigo íntimo y ex socio comercial de Macri, y Luis, ex funcionario de Cambiemos -fue ministro de Finanzas y titular del Banco Central-, son los principales apuntados. En sus entornos aseguran que la relación con el ex presidente no se resiente, más allá de las acusaciones, pero sí que genera alguna molestia. “Alta incomodidad” es el concepto que uno de ellos suele utilizar para describir lo que le produce la exposición.
“Ahora están muy bien, aunque en algún momento tuvieron su momento ríspido”, cuenta un amigo en común de Nicolás y Mauricio. Y completa: “Se conocen desde los 5 años. Ese vínculo es muy fuerte. Irrompible”.
Si bien no suelen llamarse por cuestiones políticas, al discurso de la vicepresidenta por Youtube le dedicaron varias conversaciones. Con el paso de las semanas las aguas se fueron calmando: al menos por ahora, nada de lo que Cristina dijo sobre ellos llegó a la Justicia.
Hermano. “La que se siente muy boluda soy yo”, exclamó la vicepresidenta el 23 de agosto. Días antes, el fiscal Diego Luciani le había acusado como líder de una asociación ilícita en la Causa Vialidad y pedido su condena a 12 años de prisión. Y en ese video en vivo, desde su despacho en el Senado, Cristina quería demostrar que, más que relacionado al empresario Lázaro Báez, José López era cercano a “Nicky” Caputo, el alter ego de Macri.
“No está mal que hayan introducido la prueba del teléfono de López. Porque así descubrí que Lázaro, el que sería mi asociado ilícito, tiene pocos mensajes con él. Pero me encontré con que Caputo tiene más de cien”, describió Cristina. Iba media hora de alocución sobre la Causa Vialidad. Los siguientes 30 minutos se dedicó a leer las charlas entre el ex funcionario K y el empresario M.
“Qué tal amigo”, “felices pascuas” o “mis mejores deseos para esta Navidad” son algunos de los mensajes que se enviaron entre el 2013 y el 2015 y demostraban familiaridad entre ellos. En el entorno de Caputo le restan importancia: “Si él no tenía relación con el funcionario, estaba haciendo mal su trabajo”, aseguran. Y completan: “Se trataba solamente de mantener un vínculo, como hacen los laboratorios con el ministro de Salud, por ejemplo”. Ese vínculo, según la vice, no era transparente, aunque, más allá de la declaración pública, sus abogados no hicieron denuncias judiciales al respecto. Al menos por ahora.
Por sí solos, los mensajes no serían prueba suficiente, pero dejan ver la buena sintonía entre el funcionario y el empresario más vinculado al macrismo. Esa relación, por ejemplo, comprendía que se juntaran a comer: el 6 de agosto del 2015, tres días antes de las PASO que consagrarían a Macri como candidato de Cambiemos, Caputo invitó a almorzar a López. “¿Comemos los dos o los seis? Así organizo”, le preguntó el empresario. “Almorcemos nosotros para charlar. Y luego sociales”, respondió el funcionario.
“Se juntaban a comer, pero la jefa de la asociación ilícita soy yo”, protestó CFK por Youtube. Y agregó: “El fiscal dice que estuvo leyendo esta prueba durante meses. ¿No vio esto?”. Luciani en privado explica que efectivamente lo vio, pero que no lo utilizó porque no era relevante para la causa que estaba investigando. Sin embargo, en su alegato dejó en claro que le parecía correcto que se indague sobre los contactos entre López y los empresarios que aparecían en la pericia de su teléfono.
A esta altura del gobierno de Alberto Fernández, Caputo le asegura a sus amigos que ya respira tranquilo: no tiene causas que lo involucren. Ni siquiera la que investiga un presunto intento de apropiarse del Grupo Indalo, donde está procesado el empresario Orly Terranova, y en la que él había sido nombrado en un intercambio de mails. Nunca fue imputado.
De todas maneras, apenas asumió el Frente de Todos, Caputo buscó protección. Se reunió con operadores con influencia en Comodoro Py para pedir por sus servicios, pero rebotó en varias oportunidades: es que con los ricos hay obligación de resultado, explican. No se puede fallar. Eso, para un lobbista, es un riesgo difícil de asumir.
Ahora, “Nicky” se muestra alejado incluso de los negocios que solía hacer. Vendió su constructora, Caputo SA, y se transformó en accionista de empresas de manufactura y energía. Frecuenta los Estados Unidos, donde tiene inversiones varias.
Frenos. Nicky ya no sólo se ocupa de sus negocios, también de sus hijos, que tienen vínculos aceitados con el Estado, sobre todo en Capital Federal. Por eso, meses atrás viajó a Miami para encontrarse con Daniel Hadad. En el portal Infobae estaban investigando las concesiones en la Ciudad y preguntaron por el Mercado de los Carruajes, el espacio gastronómico que recuperó un hijo de Caputo y al que le extendieron el plazo de administración.
En Estados Unidos, Caputo consiguió la reunión con Hadad, pero tal como él contaría después a sus amigos, no le fue como esperaba. El empresario de medios le habría dicho que no quería interferir con ninguna investigación: “No sé qué le pasa, parece que está en modo Carrió”, reprochó con ironía ante sus interlocutores.
Elisa Carrió, de hecho, fue la primera que le puso un freno a Caputo. El amigo íntimo de Macri estaba dispuesto a ser un consultor externo de su amigo Mauricio cuando este llegó a la Casa Rosada, pero “Lilita” lo quería lejos: se lo cruzó en un encuentro de Cambiemos y le pidió que se abstuviera de hacer negocios con el presidente, para evitar conflictos de intereses. El hombre cumplió a medias.
“Caputo SA no licitó ni una sola obra durante mi gestión”, se ufanaba Macri en aquellos años, pero lo que no reveló el entonces presidente era que, a través de otras sociedades, su “otro yo” ganaba licitaciones por miles de millones en Capital.
Además, un préstamo de Macri a Caputo, que quedó por fuera del fideicomiso ciego que había armado el presidente, generó la polémica años atrás acerca de si había o no incompatibilidad. El político le había dado un dinero para “trabajar” y “Nicky” le pagaba los intereses año a año. NOTICIAS había publicado esa maniobra que Cristina recordó el 23 de agosto, cuando en medio de su alocución por Youtube mostró esa nota.
La última irrupción pública y poco feliz de “Nicky” sucedió días atrás, cuando se reveló que tenía cuentas offshore en las Islas Caimán y que ingresó al blanqueo de capitales que impulsó el ex presidente en el 2016 (ver recuadro).
Sospechas. El apellido Caputo ahora vuelve a aparecer en la investigación detrás del atentado a Cristina. Llegó de la mano de Jonathan Morel, uno de los fundadores de Revolución Federal, la organización que quedó en la mira por sus extraños vínculos con los imputados por el intento de magnicidio.
El joven asegura haber trabajado para la firma Caputo Hermanos, cuyos propietarios son Flavio y Hugo Caputo, hermanos de Luis, el ex funcionario de Macri que es recordado por la manera intempestiva en que renunció a la presidencia del Banco Central en septiembre del 2018, en medio de una corrida cambiaria y con el entonces presidente de viaje. El primer nombre arrojado en el caso del atentado a CFK fue el del ex funcionario, quien aseguró no tener nada que ver con lo que se le endilgaba. NOTICIAS intentó contactarse con sus hermanos, pero no hubo respuesta.
De acuerdo a la versión de Morel, dueño de una carpintería, su pequeña empresa se encargó de comprar muebles para un hotel que la compañía constructora de los Caputo realizaba en Neuquén a través de un fideicomiso. Hasta habría viajado para instalarlos. Él sostiene que hizo dos facturas: una por 1 millón de pesos y otra por 760.000.
Esta revista dialogó con Morel por teléfono y luego visitó su carpintería en Boulogne: “Sí, trabajé para Caputo Hermanos”, repite una y otra vez. Subraya que no tiene nada que ocultar y, sin embargo, no quiere revelar las pruebas: no muestra las facturas y ni siquiera exhibe fotos de los objetos que habría vendido.
Morel explica que en marzo una decoradora le compró una mesa, pero que volvió unos días después con una queja: tuvieron que hacerle otra. Cuando regresó por segunda vez, empezaron a charlar: “Soy vendedor nato, soy entrador y por eso armamos una buena relación”, asegura el joven.
En esa charla la decoradora le habría preguntado si conocía a alguien capaz de tomar un negocio de carpintería de grandes magnitudes: necesitaba mesas para un hotel que se construía en Neuquén. Como a él no le daba la infraestructura para construir esa cantidad, se ofreció a ser intermediario. En síntesis, compró las mesas a un tercero y se las revendió al fideicomiso neuquino.
Conjeturas. El fundador de Revolución Federal va y viene en sus respuestas. Hasta confiesa que le divierte la situación, a pesar de estar involucrado en una investigación judicial. Luego alega que no da más detalles “para no ensuciar a gente con la que se puede hacer guita”. Demasiado misterio.
Más allá de las suspicacias, la información que el joven arrojó y los medios tomaron con rapidez produjo un efecto: Caputo volvió a escena y, con eso, la relación con Macri. Hasta ahora, la familia de empresarios no apareció vinculada al expediente, sino que está solamente en el plano mediático.
El entorno de Cristina elaboró su propia hipótesis: alguien puede haber puesto en contacto al grupo violento con gente cercana al PRO para “tirarle unos mangos”. “Son tipos que te arman una marcha como la de las antorchas, ponen las bolsas mortuorias, las bombitas molotov. Todo eso hay que pagarlo, sale plata. Y eso ayuda a generar un clima. Un día viene uno que quiere quedar muy bien con el jefe y dice ‘ahora voy, le pego un tiro y paso a la historia’”, dicen cerca de la vicepresidenta.
Sin embargo, en el plano judicial, los abogados de Cristina llevaron la causa hacia otro lado: el miércoles 21 presentaron un escrito en el juzgado de María Eugenia Capuchetti para avanzar sobre una nueva pista que involucraría a dirigentes del PRO con los imputados y, sobre todo, con Gabriel Carrizo, el autodenominado líder de “la banda de los copitos”.
Incluso, consideran que podría haber vínculos con servicios de inteligencia: “Que fueron utilizados por servicios para generar este clima de caos, no tengo la menor duda”, dice uno de los referentes jurídicos de Cristina.
A esa versión se sumó Julio De Vido: “No podemos desconocer, bajo ningún aspecto, que los servicios de inteligencia están atrás”, aseguró el ex ministro de Planificación. Y agregó: “Vos ves gente que aparenta ser lumpen suburbano, que son defendidos por abogados que tienen una clara vinculación con los servicios”.
Para sumar confusión al asunto, la defensa de Carrizo fue asumida por dos abogados que eran asesores de legisladores del PRO que, al hacerse pública la situación, fueron apartados de sus cargos en el Congreso. Los letrados Brenda Salva y Gastón Marano adujeron que lo hacían para ganar visibilidad, aunque el flamante trabajo sea pro bono. Es decir, gratis.
Más allá del avance en Comodoro Py, la pista Caputo generó el efecto deseado por el oficialismo: acercar a Macri a una posible responsabilidad con el atentado contra CFK.
“Nicky” reniega ante sus amistades de que su apellido esté en boca de los periodistas en distintos hechos, por su hermandad con el ex presidente: “Por culpa de Mauricio soy un personaje público”, suele repetir. Sabe, también, que es el talón de Aquiles de su alter ego. En muchos de los escándalos en los que Macri queda involucrado, tarde o temprano aparece el apellido Caputo.
por Carlos Claá y Giselle Leclercq
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